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La crisis alimenta el fantasma de la xenofobia en el Reino Unido

Las huelgas contra la contratación de trabajadores extranjeros en el Reino Unido a causa del creciente paro se extienden por todo el país. Ni las negociaciones para buscar una solución al problema ni el empeño del Gobierno por evitar una campaña proteccionista y antieuropea han frenado las protestas.

el 15 sep 2009 / 22:07 h.

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Las huelgas contra la contratación de trabajadores extranjeros en el Reino Unido a causa del creciente paro se extienden por todo el país. Ni las negociaciones para buscar una solución al problema ni el empeño del Gobierno por evitar una campaña proteccionista y antieuropea han frenado las protestas.

Cientos de empleados volvieron a manifestarse ayer en la refinería de Lindsey, en North Lincolnshire (norte de Inglaterra), que la semana pasada fue el detonante de los paros que se han extendido en instalaciones similares del país en solidaridad con esos compañeros.

En apoyo de esa huelga, unas 600 personas secundaron ayer un paro espontáneo en la central eléctrica de Langage, cerca de Plymouth (sur de Inglaterra), al tiempo que se emprendieron acciones similares en otras cuatro plantas energéticas del país.

Las movilizaciones, que ya han afectado a una veintena de instalaciones, estallaron después de que Total anunciase que la empresa italiana IREM se adjudicaba el contrato para construir una nueva unidad de procesado en Lindsey. Un centenar de italianos y portugueses trabajan actualmente en la planta, pero se espera que el próximo mes lleguen 300 obreros más, pues IREM quiere su propia fuerza laboral, integrada principalmente por mano de obra de esas dos nacionalidades. Los trabajadores británicos han tildado de "escandalosa" la elección de empleados foráneos y han exigido al primer ministro británico, Gordon Brown, que cumpla su promesa hecha el pasado año de garantizar "empleos británicos para los trabajadores británicos".

Mediación. El llamado Servicio de Arbitrio y Conciliación (Acas), convocado por el Gobierno para mediar en el conflicto, presidió ayer las negociaciones entre Total, IREM y los sindicatos, si bien no precisó cuánto pueden durar unas conversaciones que parecen complicadas. Desde el Ejecutivo, el ministro de Empresa, Peter Mandelson, abogó por no gastar energías en "la política de la xenofobia" para aprovecharlas mejor en la lucha contra la recesión económica.

Ante las acusaciones de xenofobia, Derek Dimpson, co-líder del sindicato Unite (el más grande de este país), respondió que "las acciones no oficiales que están teniendo lugar en todo el país no tienen que ver con raza o inmigración, sino con clase (social)". Las huelgas, explicó Dimpson, giran en torno a "empleadores que explotan a los trabajadores independientemente de su nacionalidad recortando los sueldos y condiciones que, con dificultades, se han ganado".

Entretanto, el diputado laborista John Mann echó más leña al fuego al proponer una moción parlamentaria "deplorando" la utilización de trabajadores foráneos en la refinería de Lindsey. La moción felicita a los sindicatos por "exponer esta explotación y la falta de igualdad de oportunidades para solicitar todos los trabajos".

Los sindicatos también sostienen que los obreros británicos han sido objeto de discriminación, al argumentar que se les ha negado la posibilidad de beneficiarse del contrato de IREM.

Tanto el Gobierno británico, opuesto a cualquier medida de tinte proteccionista en estos tiempos de desaceleración económica, como Total rechazan las acusaciones de discriminación e insisten en que no se ha incumplido la ley vigente en el Reino Unido.

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