Este periódico publica hoy un informe en el que se certifica que los bancos y cajas de ahorros del país están dejando de lado el Euríbor como índice referencial para la contratación de sus hipotecas y se están decantando por el establecimiento de unos tipos mínimos fijos situados en torno al 4%.

La tendencia se ha acentuado en las últimas fechas en coincidencia con las bajadas sucesivas del precio del dinero decretadas por el Banco Central Europeo (BCE), cuyo fruto más inmediato ha sido la rebaja del Euríbor en casi dos puntos en tan sólo seis meses: de un 5,39% a un 3,45%. No es difícil establecer una relación de causalidad entre ambos hechos. Las entidades financieras españolas han optado por la fijación de colchones de seguridad que les garanticen un porcentaje de ingresos que se verían reducidos si se les aplicara el indicador hipotecario tradicional.

La aplicación de estos tipos mínimos no es nueva, pero, según avalan fuentes del sector, nunca se han situado como norma general y menos en unos niveles tan elevados. Los bancos y cajas españoles están desterrando de sus operaciones una práctica que se había convertido en un lugar común en el imaginario de todos los españoles: que las cuotas mensuales de las hipotecas con interés variable se fijaban en función de lo que marcase el Euríbor en los mercados interbancarios.

En ningún caso el replanteamiento es ilegal o entra en el ámbito de las malas prácticas en materia de consumo, pero no se puede olvidar que este cambio estratégico de la banca española se registra a costa de las expectativas de miles de ciudadanos, que hacían sus previsiones de contratación de hipotecas pensando en un Euríbor bajo, y del propio Gobierno, que contaba con que la rebaja estimularía el mercado y, de paso, aliviaría las cuotas de los endeudados.

Se sabía que la falta de dinero de los bancos estaba ahogando a cientos de empresas y familias españolas por el parón en la concesión de los créditos. Lo que no se conocía es que una de las vías para conseguir esa ansiada liquidez era olvidarse del Euríbor. En una situación como la actual cabía esperar un ejercicio de responsabilidad de las entidades financieras, una demostración de compromiso con la sociedad para colaborar en la recuperación económica del país.

Sin embargo, tras una inyección de dinero público que todos esperaban que revirtiera de inmediato en las familias, no sólo se mantiene cerrado el grifo de los créditos sino que los que se conceden endurecen sus condiciones y no alivian en nada la asfixia de los prestatarios. Dando por supuesto que la banca es un negocio y que los márgenes de beneficio deben mantenerse en unos límites razonables, no hay mejor momento que éste para sentar las bases de una imagen renovada de las entidades bancarias.

Éstas pueden establecer sus ganancias mínimas, pero de igual modo deberían aceptar un escenario en que no sean siempre los mismos los que pierdan: en una crisis gestada en los santuarios de la más pervertida ingeniería financiera, la banca está obligada, cuanto menos, a mostrar una mínima responsabilidad moral.