Hace algunos meses, un Ministro de Trabajo e Inmigración todavía recién llegado al puesto anunciaba que se iba a tener que cerrar el grifo con los inmigrantes. Se lo comieron vivo: de xenófobo para arriba, todo lo que se les pasó por la cabeza le dijeron, desde las derechas y las izquierdas, desde la prensa a los sindicatos y las ONG. Y estuvo bien que lo hicieran, la expresión no fue feliz y mucho menos el mensaje. El hombre recibió el chorreo, y se calló; y aprendió. Meses después se publica la lista de actividades de difícil cobertura, las que permiten traer a trabajadores extranjeros, y le pegan un recorte del 94%. Esto sí que es cerrar el grifo; vamos, que es dejar un hilillo de agua imperceptible por no decir que se cerró del todo. Como el Guadalquivir por Córdoba no hace mucho. Y nadie rechista. Se hace, y punto. A lo que se compaña con una propuesta de reforma de la ley de Extranjería que dificulta las reunificaciones familiares y alarga el período de internamiento de los extranjeros irregulares. Tampoco a nadie parece preocuparle mucho, salvo, quizás, a los extranjeros; y no es la suya una opinión que importe mucho. Este episodio nos ilustra de varias cosas: primero, que las cosas han cambiado en el tiempo transcurrido, y los españoles estamos mucho más preparados para ponernos duros con la inmigración; segundo, que muchas de las voces clamando contra la medida eran impostadas y poco sinceras. Vamos, que si alzas la voz y dices algo que pueda considerarse negativo con los inmigrantes, muchos se sentirán obligados a reaccionar y a rebelarse, faltaría más, lo sientan o no. Pero que si actúas con naturalidad y como el que no quiere la cosa, se callan y tragan. El Ministro ha aprendido cómo hacer las cosas, y ahora le salen bien. De esta experiencia podrían sacar enseñanzas compañeros y compañeras de gabinete especialmente bocazas y amantes de los micrófonos. Debes querer más al BOE que a los periódicos, a la pluma de firmar que al micrófono de hacer declaraciones y a la cámara de filmarte. Mientras tanto, la seguridad social sigue perdiendo afiliados extranjeros, los inmigrantes empiezan a volver a sus países de origen y a nadie parece contrariarle esto. Cuando no hace tanto ponderábamos su contribución al desarrollo y al bienestar general, y afirmábamos que eran necesarios, imprescindibles. Otras voces que sí eran prescindibles.

Catedrático de Derecho del Trabajo

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