A la espera de que se consuma la pretendida expulsión de Monserrat Nebrera por su grave ofensa cometida contra el pueblo andaluz, convendría ir poniendo en claro el comportamiento de cada uno de los distintos actores implicados en este lamentable caso en donde se ha puesto de manifiesto, una vez más, la desconsideración que tienen hacia nuestra tierra determinados personajes que pululan en la derecha española. Sin duda, hay que fijar la atención, en primer lugar, en el Partido Popular, formación que tuvo en el inicio del escándalo una reacción tibia, lejos de la que, finalmente, ha adoptado reclamando la expulsión de la diputada. Previamente, observamos cómo el propio Javier Arenas no quiso saber nada el mismo día en el que la locuaz tertuliana lanzó sus primeros exabruptos contra los andaluces, el sábado pasado. Confió la faena en Antonio Sanz, quien dejó claro, más que todo, que lo importante, en realidad, eran las críticas contra la gestión de Magdalena Álvarez al tiempo que advertía de que podríamos estar ante un intento del PSOE de tapar otros asuntos con esta polémica, como puede ser el drama del paro o la financiación autonómica. Creían entonces que, de esta forma, quedaba resuelto el asunto pero, finalmente no ocurrió así.

Creciente indignación de los ciudadanos. Tal vez, no supieron dimensionar debidamente la importancia de la ofensa cometida. Pensarían que estaríamos como en episodios anteriores protagonizados por otros mandatarios del PP, como Montoro, Mayor Oreja, Aparicio o Mato. Sin embargo, no fue así. La indignación ciudadana crecía por momentos y las reacciones procedían de distintos estamentos más allá de los estrictamente partidistas. Sólo 24 horas después, Arenas se dignaba a responder. Lo hacía, por tanto, tarde y mal por lo que la credibilidad de su mensaje estaba desprovista de la suficiente credibilidad, máxime al comprobarse que detrás de la beligerancia que mostraba ahora hacia su compañera se encerraba, además, el deseo de ventilar viejos pleitos internos. De hecho, integrantes del propio PP han mostrado su extrañeza por la dureza de Arenas hacia Nebrera en contraste con la ligereza con la que ha despachado afrentas tanto o más graves como, por ejemplo, la ya referida de Mato.

La ocasión perdida. Tampoco estuvieron muy rápidos de reflejo los andalucistas. Perdieron una gran oportunidad de diferenciar su discurso más nacionalista, ya que su valoración se perdía en el tropel de otras que se registraron el mismo domingo cuando bien pudieron hacerlo instantes después de producirse tal atropello a nuestra comunidad. La nueva secretaria general del PA, Pilar González, no puede desaprovechar una ocasión como ésta para abrirse espacio en el debate político en una parcela en la que los andalucistas podrían jugar con ventaja. Pero, también, llama la atención la indiferencia con la que los del PSC, de José Montilla, se han desenvuelto en este proceso. Y eso que en Cataluña hay más de un millón de andaluces por no decir de la misma dirección federal del PSOE que fue muy a la cola. Cuidado con ello, no hace falta decir que el pueblo andaluz toma nota de todo, incluso, de los "tardones" y despistados de última hora.