El Sevilla de Manolo Jiménez despidió la primera vuelta del campeonato con una nueva victoria, segunda consecutiva en Liga y lo mejor de una noche que dejó poco fútbol pero sí una inmejorable tarjeta de visita: 38 puntos. Sólo el Sevilla de Juande Ramos, en la temporada 06/07, alcanzó esta cifra.

Jugará mejor o peor, pero cuando un equipo presenta estas credenciales hay darle un margen de confianza importante. Que luego celebre títulos o alcance objetivos será ya otra cosa. Mientras tanto, este Sevilla lo está haciendo tan bien en cuanto a números que el mejor Sevilla de las últimas décadas, aquel de la mágica campaña 06/07. Dicen que para ser grande hay que ganar incluso cuando se juega mal. Ayer, se sufrió ante un Numancia que sólo perdió el pulso cuando se quedó con diez hombres. Un gol de Renato valió su peso en oro.

Sin intensidad defensiva, concentración y un correcto posicionamiento sobre el césped, cualquier rival es peligroso. El Numancia, modesto pero no tonto, le puso la justa dosis de descaro a su juego como para crear problemas desde el pitido inicial. De no haber sido por sus propios errores, el equipo de Sergio Kresic (Gorka Brit desperdició dos remates casi sin oposición junto al área pequeña) habría marcado algún gol. Por sus propios errores y también por la excelente respuesta de Javi Varas. Debutante en Liga, el canterano sacó un cabecezazo de Ortega tras un córner y, poco después, un balón, en lanzamiento de falta a cargo de Barkero, que literalmente se colaban. Más pendiente de liquidar rápido el partido que de hacer lo correcto para lograr este fin, el Sevilla, con varias caras nuevas, salió al campo como un flan en defensa, regalando balones y sin intimidar a nadie.

Atacó mucho el equipo de Jiménez, con Jesús Navas y Diego Capel muy participativos y con Kanouté y Luis Fabiano moviéndose por todos lados, aunque falto de temple para finalizar las jugadas. Temple y confianza en compañeros como Mosquera, que volvía al equipo y vio cómo algunos compañeros recelaban a la hora de darle la pelota. Como suena. Exceptuando un remate de Kanouté (minuto 42) a centro de Navas que se marchó junto al poste de puro milagro, el Sevilla no tuvo más ocasiones en toda la primera parte. Lo suyo fue algo así como simple fuego de artificio .

Viendo que había que estar más pendientes de defender que de madurar los ataques, Jiménez reaccionó en el descanso. No era para menos. Su idea inicial de jugar con una zaga totalmente renovada no dio resultado. Quiso dar respiro a Fernando Navarro y Squillaci, dos futbolistas que lo juegan todo, y apostó por Mosquera. El colombiano fue titular cuando más cerca parecía su salida del club y se convirtió en la tercera cara nueva de una defensa en la que también formaron David Prieto y Drago. Y claro, se notó la falta de acoplamiento y de competición entre ellos. Squillaci salió y mejoró las cosas.

También quitó Jiménez a Duscher, quien, junto a Renato, pivote ayer, sufrió mucho para imponerse a los centrocampistas del Numancia. Justo hasta el minuto 51, cuando Cisma vio su segunda tarjeta amarilla y dejó al Numancia con diez hombres. A partir de ahí, sólo hubo un equipo.

Ese equipo no fue otro que el Sevilla, aunque no el de las grandes noches, sino un Sevilla con más corazón que cabeza, con un fútbol poco vistoso y sin Kanouté, que se retiró lesionado en la segunda parte. Chevantón ocupó su lugar y puso de manifiesto otra vez que no son comparables. Mientras Kanouté tiene calidad haga lo que haga, el charrúa falla goles como el que le puso en bandeja Luis Fabiano.

Por suerte para el Sevilla, apareció Renato. Todo lo que éste no había aportado antes lo aportó con un gol en el minuto 81 tras una buena conexión con Jesús Navas, que le devolvió el balón para que batiese a Juan Pablo. Más por insistencia que por fútbol, el Sevilla dio el golpe de mano al partido y luego supo defender su corta renta. Incluso vio marcar a Mosquera -sí, a Mosquera-, cuyo golazo fue anulado por mano previa del colombiano. Todo parece posible ya en este Sevilla.