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Cultura

Selu Figuereo vuelve a conquistar Sevilla abarrotando el pabellón de San Pablo

El grupo El Barrio regresa a los escenarios renovado en plantilla y repertorio.

el 24 ene 2015 / 23:30 h.

José Luis Figuereo, Selu, se dio un baño de luz y de masas el pasado viernes en San Pablo. / José Luis Montero José Luis Figuereo, Selu, se dio un baño de luz y de masas el pasado viernes en San Pablo. / José Luis Montero Si a quienes descubrimos a El Barrio en sus inicios, a mediados de los 90, nos hubieran vaticinado que el grupo seguiría en la brecha 20 años después, nos habría parecido quizá un poco exagerado. Y más aún si hubieran afirmado que Selu Figurero y los suyos sobrevivirían a propuestas mucho más consolidadas del llamado nuevo flamenco, como Ketama o La Barbería, habríamos sonreído con escepticismo. Pero si además nos describieran sus espectáculos futuros como macro conciertos en pabellones deportivos, acaso lo creeríamos una tomadura de pelo. Y sin embargo, por suerte para Selu y sus huestes, así ha sido. Verlo de nuevo sobre las tablas, tras un prolongado paréntesis, y comprobar que la respuesta de su público sigue siendo masiva, que el icono del sombrero sigue simbolizando eficazmente ese sueño de éxito desmesurado, esa anomalía del mercado impermeable incluso a tres años de barbecho forzado, es sencillamente asombroso. Abrió fuego con la mesiánica He vuelto, el tema que inaugura su último disco, Hijo del Levante, el cual centró buena parte del concierto. Una plantilla de músicos en la que apenas quedan algunos perseverantes de la etapa anterior y una atractiva escenografía con dos pantallas gigantes e imágenes animadas al fondo del escenario fueron los avales que asistieron desde el principio a un cantante bastante en forma, menos proclive que otras veces a aliviarse en sus coros o los del público. Con una intensidad bien sostenida durante dos horas largas, y un sonido más que aceptable tratándose del infernal San Pablo –salvo quizá cuando irrumpía el teclado de Diego Magallanes, exageradamente amplificado–, el recital basó su atractivo en la ya conocida alquimia de pop latino, rock andaluz y flamenco, esos genuinos «sonidos de calle Botica abajo», como los definió el propio Selu. Recordando los lejanos tiempos en que actuaba en El Palenque «con mi camisa amarilla de cuellos por fuera, o la de lunares» Figuereo apostó por su repertorio más reciente como eje del concierto, con momentos álgidos como las potentes Buenas noches amor o De lobo a cordero y otros más flojos en opinión de este espectador, como la algo pretenciosa y naïf Sr. Zapatones. Sin embargo, gustó mucho cuando se colgó la guitarra –el instrumento con el que se fogueó en sus inicios– para dejar claro que no ha perdido facultades, y encendió a las masas con una versión de Tu frialdad de Triana. Apropiación legítima porque, guste o no, El Barrio ha sido el más fiel y concienzudo defensor del legado de Jesús de la Rosa y compañía, Alameda, Medina Azahara y tantos otros rockeros sureños que vivían un olvido ignominioso. Muchos echamos de menos algunas divisas de otros tiempos, por más que funcionaran como siempre éxitos como Pa’ Madrid o el himno barriero Orgullo. Sus multitudinarios incondicionales, desde luego, se lo perdonan todo, cierto indisimulable narcisismo y hasta alguna torpe impertinencia, como referirse al Auditorio Rocío Jurado –donde regresará el próximo 5 de junio– como el «Auditorio Nacho Vidal, porque es la más grande». Selu ha alcanzado esa inasequible cima en la que todo se le consiente. Lleva luchando por conquistarla más de 20 años: desde aquellos tiempos en que todos creíamos que la suya sería una carrera normal.

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