Cultura

Sobre la eterna discusión de quiénes fueron los pioneros

La discusión existe desde hace siglo y medio. ¿Quiénes fueron los primeros en llevar el cante jondo a los tablaos? Mairena y Ricardo Molina culparon a Silverio Franconetti.

el 15 sep 2009 / 21:13 h.

La discusión existe desde hace siglo y medio. ¿Quiénes fueron los primeros en llevar el cante jondo a los tablaos? Mairena y Ricardo Molina culparon a Silverio Franconetti.

Los flamencólogos no paran de tirarse los trastos a la cabeza discutiendo sobre quiénes fueron los primeros en comercializar el cante jondo, si los gitanos o los payos. ¿Qué importa eso a estas alturas, si el mundo entero disfruta de este hermoso arte en teatros o a través de los medios de comunicación? Algunos cantaores calés siempre han dicho que lo jondo es un don con el que hay que nacer, que no puede enseñarse. Y ahora enseñan a cantar por dinero en escuelas como la Fundación Cristina Heeren. ¡Olé, la coherencia!

Antonio Mairena y Ricardo Molina culparon de la prostitución del género a Silverio, el gran cantaor sevillano, escondiendo (a lo mejor es que no lo sabían) que El Planeta ya cantaba en los locales de Madrid mucho antes de que Silverio abriera sus famosos cafés cantantes. O sea, sobre 1852.

Pero es que, además, antes de que naciera El Planeta, rey de los gitanos y del cante de su tiempo, las tiendas de música de Madrid ya vendían métodos para aprender a tocar a la guitarra, y al piano, seguidillas, fandangos, rondeñas y malagueñas sevillanas. Estamos refiriéndonos al año 1775, un siglo antes de que comenzaran los flamencos a cantar en los cafés cantantes, que fue casi otro siglo después de que los húngaros cantasen y bailasen en los cafés cantantes de Viena.

En el siglo XVIII ya se fabricaban buenas guitarras en Sevilla, las de Sanguino, y en la calle Jimios había en aquel tiempo un profesor de guitarra llamado José Tirado, que cobraba por enseñar a tocar las tiranas y las zarabandas.

La Iberia de Madrid contaba esta simpática anécdota en septiembre de 1857: "Unos ingleses que deseaban ver un baile de gitanos y oír sus cantares, apalabraron a unos cuantos para una noche determinada. Los gitanos, como era de suponer, pidieron dinero adelantado. Llegó la noche de la cita, salieron las guitarras, y empezaron a templar: así estuvieron cerca de una hora. Un inglés se aproximó entonces a un gitano y preguntó: "¿Por qué no cantan?". A lo cual contestó el más viejo de ellos: "La verdad, señorito, ¿cómo quiere su mersé que cante un pájaro sin alpiste?". Siguieron las explicaciones y al fin se supo que el alpiste era una pirula de aguardiente; vino ésta a costa de los extranjeros, y trago va y trago viene. El resultado es que el gitano cantaor se puso más borracho que una cuba, volvió a pespuntear la vihuela, y nada, no cantaba. Hasta que ya aburrido el inglés le preguntó: "¿En qué quedamos? ¿canta usted o no?". "Perdone su mersé", respondió el gitano. "Yo peí alpiste para ponerme en punto y me he pasao". ¡Si sería caramelo el pícaro gitano!

Eran gitanos que vivían de las fiestas flamencas en la capital de España antes de que Silverio Franconetti creara su compañía y abriera sus cafés en Sevilla.

En vez de tirarnos los trastos a la cabeza constantemente por este asunto, ¿por qué no hacemos más por el flamenco? Los gitanos y los no gitanos.

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