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Voluntad de hierro, salud de cristal

Manuel Pastrana. El que ha sido secretario general de UGT-A los últimos 15 años dice adiós al cargo en un momento delicado para el sindicato.

el 04 may 2013 / 21:41 h.

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pastrana-perfilManuel Pastrana no es hombre religioso pero ha protagonizado varios milagros. Milagro fue que, con veintipocos años, la enfermedad genética y degenerativa que padece no lo dejara en una silla de ruedas o en estado vegetal. Milagro fue que en el VI Congreso de UGT-Andalucía, celebrado en 1998 con los ecos de la convulsión a nivel nacional tras el escándalo de la PSV, lograra no solo montar una lista alternativa al candidato oficial de Cándido Méndez, Juan Mendoza, a última hora y en secreto, sino que ganara por cuatro votos. Y milagro fue también que, hace cuatro años, se recuperara de un coma que obligó a postergar el cónclave regional en el que, según afirma, pensaba retirarse aunque desechó la idea por falta de consenso sobre el sucesor. Es difícil saber cuánto hay de cierto en eso y cuánto de obstinación del propio Manolo –así le llaman todos–. Porque su mayor virtud, una voluntad de hierro forjada a base de plantar cara a los envites de una frágil salud, es su principal defecto cuando se torna en cabezonería que a veces le conduce del milagro al pecado de la soberbia. Nacido en Archidona (Málaga) en 1961 como el segundo de seis hermanos y de padres trabajadores del campo, su vida está muy vinculada a Jaén y allí quiere volver ahora. Se trasladó para trabajar como educador social en la Diputación de Jaén, donde conoció a su mujer, María –con la que se casó joven y tuvo tres hijos, Pablo, María y Elena, todos jiennenses– y donde creció sindicalmente al afiliarse, con 23 años, a UGT. Apenas ocho años después ocupó su primer cargo orgánico como secretario general de la Federación provincial de Servicios Públicos (FSP). En 1995 dio el salto a la FSP regional y desde allí preparó el sorpresivo asalto a la dirección de UGT-A, ante las narices de un Cándido Méndez atónito con el que mantiene una relación cordial pero no de amistad. Pastrana no tiene el carisma de Cándido. Es sobrio. No le gusta alternar en saraos sociales. Ni tampoco el fútbol, muy socorrido para romper el hielo ante tensas negociaciones –conocido es el merenguismo de Cándido y su utilidad para abrir diálogo con Rubalcaba, Rajoy o hasta el Rey–. Su deporte es el ciclismo. Hasta su operación de 2009 era frecuente verlo pedalear por el paseo del río y cambiarse en el sindicato a primerísima hora de la mañana (madruga para muchos) antes de comenzar jornadas laborales maratonianas. Pero quienes trabajan con él, e incluso sus adversarios, reconocen que gana en las distancias cortas. Eso le ha permitido forjar las alianzas necesarias para mantenerse 15 años en el puesto y dirigir el relevo. Por algo, ya en la dirección de UGT-A, estudió Antropología, la ciencia del comportamiento humano. Le gustaba sentarse en clase como un alumno más, aunque alguna que otra trampa hizo con los trabajos que debía entregar. Es un ávido lector –con su secretaria Mª Luisa suele intercambiarse títulos– y le encanta el jazz. Respeta la profesionalidad –prefiere un contrincante de altura aunque sea más duro de pelar–, pero es desconfiado y por ello, internamente, premia más la lealtad. De fuerte carácter, si pierde los nervios no pedirá perdón, pero hará ver que lo siente y tratará de enmendarlo si cree haber errado. De grandes discusiones han salido algunas de sus amistades, como la que le une a la exconsejera de Economía Magdalena Álvarez pese a los puñetazos en su mesa que más de una vez dio. Manuel Pastrana, que llegó al sindicalismo porque quería atajar de raíz las causas socioeconómicas que provocaban los problemas de los niños con los que trabajaba, deja UGT en un momento más convulso aún que cuando llegó. En medio de una crisis y un retroceso de derechos sociales que los sindicatos quieren frenar sin contar con el respaldo de una ciudadanía desencantada. El excesivo apoyo de UGT a los gobiernos socialistas y su modelo de financiación, como el de CCOO o la CEA, basado en subvenciones públicas, minan su credibilidad. Pero sin duda se va especialmente tocado porque días antes de anunciar su renuncia a la reelección saltó a los medios el escándalo de presuntos sobresueldos y gastos de difícil justificación en su Ejecutiva a raíz de un conflicto laboral por un ERE en el sindicato, mal gestionado, que afecta a 159 trabajadores. Personalmente Pastrana es un hombre austero. Si al frente de UGT ha sido suficientemente diligente con los recursos, está por ver. Hay presunción de inocencia pero también documentos en manos de la Policía y el juez. Puede no haber delito ni condena, pero sí una mancha moral que empañe una larga carrera en defensa de los más débiles, quizá porque volcado en su trabajo hacia afuera, descuidó vigilar hacia dentro.

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