Como ‘Caso Arny’ se conoció una trama de prostitución de menores centrado en Sevilla entre 1995 y 1998 en los alrededores de Plaza de Armas. Un garito, ya cerrado, de ambiente homosexual fue el epicentro. La peor Sevilla, la intolerante, rancia y que causa vergüenza ajena sustanció un ‘juicio paralelo’ aprovechando su relevancia mediática y personajes ligados al caso. 32 fueron absueltos sobre un total de 47 imputados.
La verdad judicial, dictada por la Audiencia Provincial sobre una cuestionada instrucción, sólo encarceló a dos de los principales encartados, ambos ligados al local y negocio del ‘Arny’. El resto fue condenado a penas mínimas que les permitió no pisar la cárcel, pues que 13 de los 59 menores prostituidos se retractaron sobre sus testimonios iniciales.
Pocos saben que este penoso asunto criminal desató una silente ‘caza de brujas’ en la que entraron al trapo influyentes ‘almas’ y supuestos VIPs de esa Sevilla ‘de toda la vida’, esa que tira la piedra y esconde la mano con el exclusivo propósito de hacer daño. Por ese tormentoso camino iban otras mentes de peor factura y que sedimentaron venganzas, rencores e iras en golpes de mesa o de pecho claramente inquisitoriales.
Tampoco se divulgaron en su día los ceses, traslados, despidos y censura que recayó sobre este bochornoso caso. Toda clase de intimidaciones la sufrieron –fundamentalmente- periodistas y policías implicados en el seguimiento informativo y judicial del ‘caso Arny’. La razón de todo ello fue divulgar o esconder la verdad. Tanto da, se visibilizó lo que interesó.
La sede judicial donde se instruyó el sumario fue la meca de presiones, recursos dramáticos de imputados y sus letrados. Hasta allí llegaron falsos listados de clientes del ‘Arny’ que corrían –injuriosamente- dentro y fuera de los juzgados entre manos inocentes y sujetos homófobos.
Todo sucedió, y debe decirse, en la agonía de Felipe González al frente del gobierno (1982-1996) cuando se le multiplicaban al PSOE incontables casos de corrupción. Hay voces creíbles que abogaron entonces por ‘desviar la atención mediática’ hacia un asunto morboso, difamante y miserable. La bazofia entretiene al personal mientras los corruptos siguen a lo suyo: impunes y viviendo del dinero ajeno.
Todo hizo que el ‘Caso Arny’ se ubicara en los bajos fondos del corral más cruel de infamias. Según las mismas la clientela del tugurio no cabía en varios campos de fútbol. Según la maledicencia se integraba por prestigiosos abogados, canónigos, catedráticos universitarios, jefes militares, políticos, sindicalistas, millonarios, aristócratas, directivos cofrades, escritores y un etcétera infinito que desató los peores instintos.
Una de las grandes incógnitas del ‘Caso Arny’ no se despejó debidamente. Sobre la estación término Plaza de Armas, construida en 1901 y cerrada al tráfico ferroviario en 1991 hay más verdades. De magnífica arquitectura Neomudéjar, está inspirada en la mezquita de Tánger y Alhambra. Acumulaba propuestas de reutilización que el Ayuntamiento analizaba lentamente.
El Grupo Riofisa, hoy en concurso de acreedores, finalmente ganó el proyecto de transformar la vieja estación en vanguardista centro comercial. El tiempo, no obstante, regaló altibajos en su gestión e incontables incidencias. Algunas de ellas retrasaban su apertura, justo cuando el ‘Caso Arny’ palpitaba más crudamente.
La ‘casualidad’ obró que la degradada zona colindante a Plaza de Armas estuviera repleta de pisos y bloques de renta antigua con mantenimiento mejorable. También, edificios vetustos a los que no alcanzó la renovación urbanística que trajo de la mano la Expo de 1992. A todo ello ha de sumarse el lumpen que se iba concentrando en la zona a toda hora del día.
Los intereses especulativos entraron a saco, seguramente tras cenas en restaurantes de postín, para maximizar la inversión abaratando la compra. El tiempo subirá lo pagado como la espuma. Al cabo, hablamos de una zona céntrica, excelentemente comunicada, dotada con infraestructuras y con escasa protección urbanística. Esta realidad permitió ‘regenerar’ oferta al alza de lofts, áticos, locales, etc... una vez que ‘Arny’ hiciera su trabajo..
El ‘Caso Arny’ formaría parte de la estrategia especuladora que sirvió para vaciar locales, espantar negocios y pisos ya abaratados de por sí ínfimos por el abandono y nulo ornato que sufrían. Los peores especuladores hicieron su agosto mientras el Centro Comercial plaza de Armas pendía su apertura sobre continuos retrasos.
Algo más desconocido fue que, ante la desbandada residencial (algunos propietarios vendieron sus inmuebles a precios de ganga) y de inquilinos, de la zona Plaza de Armas a mediados/finales de los noventa, coincidiendo con la depresión inmobiliaria post Expo 1992, hubo pisos y locales que fueron okupados por inmigrantes ilegales.
Algunos de ellos fueron ‘conducidos’ hasta allí por esas manos que jamás visualizan la cara que las mueve. Ubicuos abogados defendían, después, pactos firmados a precio de platino donde el ‘okupa’ era quien cobraba menos. Hablamos de posible negocio ‘extorsivo’ sumado a la especulación.
El siglo XXI nos presenta a los ojos sevillanos una zona -Plaza de Armas- rescatada con precios inmobiliarios ‘de mercado’, es decir muy altos y pagaderos por una minoría. Su Centro Comercial sigue con los altibajos que presenta desde un principio. Los más listos que dieron hace lustros ‘pases’, compraron a precio de saldo con alianzas inconfesables. Vendieron alto ganaron una batalla no librada en los juzgados. El ‘Arny’ del ladrillo no conoció el banquillo, sí fajos del dinero fácil logrado con trampas.
Lo más vergonzante, y sobre lo que nadie pidió siquiera perdón, fue lo que sufrió en vida el malogrado Juez Manuel Rico Lara (1931-2013), amén de otras personas relevantes –finalmente- absueltas del ‘Caso Arny’. El prestigioso jurista centró gran parte de las informaciones publicadas. De ser ciertas las imputaciones que sobre el mismo pesaban ponían el mundo al revés: Un Magistrado de Menores frecuentaba local donde se prostituían chicos que debía recluir. La verdad sería muy otra para un Juez que repetía en público y en privado que ‘la vida no vale la pena vivirla sin honra’.
Un testigo protegido, el número 1 del ‘Caso Arny’, se desdijo finalmente de haber visto al Magistrado en el local donde se prostituía. Fuentes bien informadas corroborarían que el desaparecido juzgador jamás pisó el ‘Arny’. Sería objeto de una venganza sobre la que muy poco se supo.
Una de las claves del ‘caso’ estaría en testimonios de menores ‘teledirigidos’ hacia ciertas personas. Una fue el Sr. Rico. Se aprovechó que alguien de sus mismas características físicas era adicto al sexo con menores. A la malvada mente que idearía aquel irreparable fiasco se le escapó el monstruo de la jaula. Aquello de ‘calumnia que algo queda’ se hizo patente en una persona apreciada por cuantos le conocieron en vida. El libro del laureado periodista Francisco Correal ‘El Juez Justo (Memorias de un defensor indefenso)’ –RD Editores 2006- da amplia fe de ello.
Una leyenda que circula sobre por qué unieron al ‘Caso Arny’ al Magistrado Rico Lara estaría en policía de ideas muy conservadoras que chocó con las progresistas del Magistrado cuando era Juez de Instrucción en su primer destino judicial. Lo fue en la Sevilla de finales de los setenta del pasado siglo. Esa ciudad que se no olvidaba el franquismo.
Al policía en cuestión le aconsejaron, compañeros y superiores -la batalla degeneraría en lo personal al no soportar a un juez ‘rojo’- un traslado que oxigenaría su carrera policial. Lustros después, aquel policía regresó a Sevilla ascendido y materializó su venganza. Lo siguiente podría ser parte de la trama en la novela ‘Nadie conoce a nadie’ del genial Juan Bonilla.
El pasado Enero de 2016 la Sección Tercera de la Audiencia sevillana cerró judicialmente el ‘Caso Arny’ al declarar prescrita la responsabilidad civil de uno de los acusados. Antes, en 2004, el ‘testigo número 1’ fue condenado por asesinar a un hombre en Brenes (Sevilla).
El televisivo Jesús Vázquez, junto a Jorge Cadaval y Javier Gurruchaga, entre otros, fue absuelto del ‘caso Arny. En 2017 declaró tras un silencio de lustros ‘...Es una de las historias más negras y sórdidas de la historia de la sociedad y justicia españolas. Nos acusaron de abusos sexuales a menores cuando yo jamás había estado en el Arny, ni en ningún otro local de chaperos.....Tuve que dejar de trabajar; estuvieron a punto de lincharme..’.
Confiemos que esa Sevilla del ‘Arny’ haya desaparecido definitivamente. Es preferible la fenicia que tributaba a Astarté y Baal regalos tras hacer negocios, la de Itálica que parió dos emperadores romanos, la Al Ándalus de tres religiones conviviendo armónicamente, la que palpitaba con el Renacimiento y la capital de Indias o la de dos Expos que modernizaron una ciudad que a veces se mira demasiado el ombligo.