Entrevista
José Natanson, politólogo: "La línea que separa a una democracia de una no democracia en Venezuela la cruzó Maduro"
Experto en la política del país sudamericano, Natanson recoge en su libro 'Venezuela, ensayo sobre la descomposición' las experiencias acumuladas en sus viajes y conversa con EL PERIÓDICO sobre la deriva del chavismo y la gestión del actual presidente y la oposición
Abel Gilbert
El politólogo argentino José Natanson dirige la edición del Cono Sur de 'Le Monde Diplomatique'. Ha pisado suelo venezolano más de una vez y su último libro es el resumen de una perplejidad de visitas acumuladas. Venezuela, ensayo sobre la descomposición se ha publicado por Debate en la antesala de unas elecciones que pueden representar un punto de corte en la historia de ese país. Natanson no se atreve a predecir lo que sucederá el 28 de julio en las urnas. Se trata de una contienda anómal y, además, subraya, "el régimen de (Nicolás) Maduro no solo es un autoritarismo franco, sino, en muchos aspectos, extremo".
Si tomamos literalmente la palabra descomposición, que viene de la química, ¿qué queda a estas alturas de lo que fue alguna vez el bioma chavista?
Diría que queda poco, restos de una memoria igualitaria en la sociedad que incluso es anterior a Hugo Chávez. La sociedad venezolana no está acostumbrada a agachar la cabeza como pueden ser otras más sojuzgadas de otros países latinoamericanos. Supo tener una clase media próspera e ilustrada y sabe luchar por sus derechos. Las dificultades que encuentra para salir del laberinto tienen que ver con el nudo que ata a la política, la economía y la sociedad.
En el libro aparecen indistintamente dos conceptos que son usuales en la literatura política: la tragedia y la farsa. ¿Cuál predomina a la hora de hacer un balance de 25 años?
El llamado "socialismo del siglo XXI" es las dos cosas a la vez. Estamos ante una tragedia porque ha generado muchos costos para la sociedad venezolana, entre ellos millones de migrantes y enormes desigualdades sociales. Venezuela es el único país que se declaró socialista tras la implosión soviética. A nadie más se le ocurrió eso. Y lo más notable es que Chávez lo hizo contra la opinión mayoritaria de la sociedad, que había dicho "no" a esa alternativa en una consulta popular. Después impulsó una cantidad de leyes en la Asamblea Nacional que tuvieron como objetivo acelerar la transición al socialismo. Fue un antojo de líder. Estatalizó empresas y derrumbó la producción. ¿Qué queda después de tantos años y la caída del PIB del 75%? Algo de la retórica gubernamental. El régimen se fue dado cuenta de que el socialismo no es una bandera popular. Cada vez se ve menos el color rojo en los candidatos oficialistas. Es algo que saturó, molestó a la gente. En Venezuela, el socialismo se acercó a sus peores fantasmas: desabastecimiento, colas, corrupción, autoritarismo. La sociedad nunca creyó mayoritariamente en el horizonte que le proponía Chávez. Se convirtió en una tragedia porque nunca dejó de ser una farsa.
Siguiendo su argumento, ¿hay un punto de corte entre Chávez y Maduro o una continuidad degradada?
Esa pregunta se la formulan muchos. ¿Uno y otro son lo mismo? ¿Chávez hubiera hecho lo mismo y habría evitado la decadencia? Creo que la decadencia económica empezó con Chávez y el giro autoritario se da con su heredero. Si uno ve cómo fue evolucionando la economía venezolana, la gestión de Chávez creó una serie de bombas de tiempo --déficit fiscal, endeudamiento externo, escasa diversificación productiva-- que le estallaron a Maduro en 2013 cuando se combinaron con la caída de los precios del petróleo. Hay que decir que Chávez había actuado como otros presidentes venezolanos, en particular Carlos Andrés Pérez: creía que los precios del petróleo nunca caerían. El populismo fiscal estaba a mano. Chávez gastó por urgencias políticas y necesidad de legitimidad. Si bien había un sesgo autoritario en los años del bolivariano, detectable en la persecución de opositores y la concentración del poder poco democráticas, la línea que separa a una democracia de una no democracia la cruzó Maduro después de las legislativas de 2015 cuando perdió ante la oposición.
¿Qué tipo de régimen se impuso en Venezuela?
Se puede hablar de un gobierno cívico-militar. Las Fuerzas Armadas no son un sector autónomo del Gobierno que le da apoyo político y logístico: forman parte de un entramado indistinguible del sector civil. Los uniformados están presentes en todas las decisiones de alto nivel: manejan gobernaciones, alcaldías, ministerios, áreas estatales; se los ha encontrado en la producción de alimentos, hasta en la administración de las gasolineras. Estamos, por lo tanto, ante una red muy complicada de desarmar. Si tenemos que buscar una experiencia similar es la cubana.
La dolarización gradual de la economía lleva más rápido a Venezuela a perder su signo monetario. La gran fantasía de un presidente que se encuentra supuestamente en sus antípodas como el argentino Javier Milei.
La dolarización permitió controlar algunas variables económicas, entre ellas la inflación, y retomar el crecimiento, pero al coste de cristalizar las desigualdades. Cuando Chávez asumió el poder, en 1999, Venezuela pasó del "bolívar", el signo monetario histórico, al "bolívar fuerte", y en ese adjetivo ya se revelaba una impotencia: una moneda no proclama su solidez, la ejerce. Pero de ahí se pasó con Maduro al "bolívar soberano" y más tarde al "bolívar digital". En un cuarto de siglo, la moneda perdió 14 ceros y se pulverizó su función de medio de cambio. Al principio , el dólar intervino en la compra y venta de viviendas, autos e insumos para la industria. Después, los electrodomésticos y las motos. Finalmente, el pan, las arepas y los viajes en taxi. Todo se paga actualmente con esos billetes y se advierte en el costo de la vida. La inflación, que había llegado a 130.000% en 2018, se redujo a 19.000% en 2019, 2.355% en 2020,1.533% en 2021, 320% en 2022 y 193% en 2023. "Gracias a Dios existe la dolarización", llegó a afirmar Maduro.
¿Qué papel ha tenido Estados Unidos en la debacle económica venezolana?
La crisis empieza antes de las sanciones de Washington, que en un principio eran como medidas que afectaban a los funcionarios y no a la economía. Las sanciones sí se endurecen con Donald Trump y aceleran la crisis, la agudizan, pero no están en el origen. Venezuela y Estados Unidos fueron socios privilegiados durante muchísimos años, es una relación muy difícil de desmontar. Los venezolanos tienen a Miami como gran referente cultural. Van y vienen todo el tiempo. Sí creo que hay un factor nuevo que es análogo al cubano que es el lobby venezolano que ejerce su presión en la política norteamericana por una posición más dura de la Casa Blanca con Maduro. Eso sí puede pesar más en el presente.
¿La izquierda latinoamericana ha sentido orfandad por el desmoronamiento de la experiencia venezolana o buena parte de ella siempre la ha mirado con desconfianza?
Creo que en general se ilusionó bastante, aunque Venezuela era vista como una experiencia excéntrica, un poco por el perfil de Chávez y lo caribeño, y lo otro porque es la única economía monodependiente de la región. Venezuela es un petroestado, comparable a Nigeria o Kuwait, por citar algunos ejemplos. El 94% de sus exportaciones provienen de los hidrocarburos, lo que es una bendición y, a la vez, su condena. Le permitió la modernización y urbanización, construir de manera acelerada la clase media, pero, como he dicho, a la vez quedó atada a los precios del petróleo y generó una estructura económica que no permitió la construcción de un capitalismo moderno. La izquierda vio en Chávez a un modelo de referencia, con las reformas constitucionales que planteaban un año cero, un antes y un después, a tal punto de que Rafael Correa y Evo Morales siguieron el mismo camino en Ecuador y Bolivia. Sí, fue un faro para un sector, un argumento de radicalidad. Claro: el resultado es desolador. El Gobierno que quiso ir más lejos es el que fracasó de la manera más estrepitosa. Venezuela hoy es un punto ciego de la izquierda.
A su criterio, la oposición no es ajena al fracaso. ¿Podría extenderse al respecto?
Deberíamos hablar de una corresponsabilidad, pero en una medida mucho menor a la del Gobierno. Esto se explica por varios motivos. En primer lugar, la oscilación estratégica. Ha basculado entre el camino democrático, que ha intentado en diferentes momentos, y también hubo momentos que jugó más al golpe de Estado, como en 2002, o la insurrección popular, en 2017. Incluso llegó a llamar a la intervención extranjera. Esta pendulación explica en buena medida su traspié. Otra causa es que no hay un acuerdo entre los dirigentes opositores respecto de cómo calificar al chavismo: ¿hay algo que rescatar o nada de esta experiencia? Hay ahí un fuerte un desacuerdo. Todos quieren sacar a Maduro, pero tampoco existe consenso sobre qué hacer después. Recordemos que hace unos meses María Corina Machado, en la actualidad la dirigente opositora más popular, dijo que estaba a favor de privatizar la petrolera PDVSA y el resto de los dirigentes opositores expresaron su rechazo. Creo que también hay un sesgo de clase. Quizá en esta campaña electoral eso no esté presente, pero por mucho tiempo una parte de los venezolanos vio a buena parte de la oposición con desconfianza, a pesar del desastre económico y la crisis social.
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