NI TRUMP NI HARRIS
La guerra de Israel en Gaza, factor oculto que podría decidir las elecciones de EEUU en estados clave
En Michigan, uno de los siete estados bisagra que determinarán si gana Kamala Harris o Donald Trump, hay 211.000 árabes
Joe Biden ha sido el presidente más sionista (favorable al proyecto del Estado judío de Israel) de la historia de Estados Unidos, según sus propias palabras. A pesar de que en Tel Aviv hay un Gobierno en sus antípodas políticas (una coalición de derecha y ultraderecha ortodoxa y nacionalista), el demócrata ha sido el apoyo imprescindible y necesario para la guerra que ha emprendido Benjamín Netanyahu contra Hamás desde hace un año.
La administración Biden-Harris ha enviado más de 14.000 bombas de alta capacidad destructiva MK-84 (de cerca de una tonelada) nunca usadas antes en zonas densamente pobladas y que ha dejado la Franja de Gaza totalmente destruida e inhabitable, y ha provocado la muerte de al menos 41.000 palestinos, en su mayoría, mujeres y niños. También han mandado 6.500 bombas de media tonelada, 3.000 misiles guiados Hellfire aire-tierra de última tecnología, 1.000 bombas antibunker y otras 2.600 bombas de menor diámetro, según fuentes oficiales a la agencia de noticias Reuters.
La candidata demócrata para las elecciones del próximo 5 de noviembre, Kamala Harris, es la vicepresidenta de esa misma Administración profundamente proisraelí. A todos aquellos estadounidenses que, por millones, consideran que Israel está perpetrando una masacre inaceptable en Gaza, un “plausible” genocidio según la Corte Penal Internacional, se les va a hacer muy difícil votarla.
Tendencia imparable pro-palestina
Hay un número creciente y nunca antes visto de votantes propalestinos formado por demócratas jóvenes (movilizados en los campus universitarios por todo el país), por el ala progresista del partido (representada por la joven congresista Alexandria Ocasio-Cortez y el histórico senador Bernie Sanders) y por la comunidad árabe y palestina del país (cerca de cuatro millones, no tan lejos de los seis millones de judíos). Tampoco están muy por la labor parte de los judíos progresistas de grandes regiones de la costa, como Nueva York o California.
Los datos son implacables. Hace 20 años, durante la Segunda Intifada o revuelta palestina, solo el 16% de los demócratas decían simpatizar más con los palestinos que con los israelíes en el conflicto. En 2016, la cifra era tan solo del 23%. Ahora se ha doblado hasta el 50%, según Gallup. Solo el 38% simpatiza más con los israelíes. Además, el 83% de los demócratas piden un alto el fuego, según una encuesta de Data for Progress del mes de mayo. El 75% se opone a la guerra que libra Israel en Gaza.
“El asunto de Israel y Gaza no es el mayor de esta campaña, pero es importante para las comunidades árabes y palestinas y para parte de los votantes jóvenes y otros que se han unido al movimiento de los ‘no comprometidos’ en protesta contra Biden por este asunto”, explica a EL PERIÓDICO DE ESPAÑA Robert Y. Shapiro, politólogo y profesor de la Universidad de Columbia . “También para parte de los votantes judíos que creen que no los demócratas no son de fiar en su apoyo a Israel”.
¿Qué harán? ¿No irán a votar? El movimiento de los Uncommitted (los no comprometidos) se sigue negando a pedir el voto para Kamala Harris. Y durante las primarias demócratas se convirtieron en una pesadilla para el que llamaban Joe el Genocida (Genocide Joe). Emitieron 700.000 votos “no comprometidos” a modo de protesta.
Trump tampoco es una opción
El problema es que, al otro lado, tienen a Donald Trump, artífice junto a su yerno Jared Kurscher de dos movimientos que se consideran en el origen de los planes de Hamás para atacar a Israel, el objetivo político de la organización islamista tras la masacre del 7 de octubre (al menos 1.139 personas muertas y más de 200 secuestradas, en su mayoría, civiles). Hamás quería frenar el acercamiento de Arabia Saudí a Israel. Era parte de los Acuerdos de Abraham, promovidos por Trump, por el que países clave de la región iban a firmar el reconocimiento de Israel sin haberse resuelto el Estado palestino: Emiratos Árabes Unidos, Bahrein, Marruecos... Trump también decidió llevar a Jerusalén la Embajada de Estados Unidos, un movimiento inédito y criticado por la comunidad internacional, que considera que la parte este de la ciudad debe ser la capital de un futuro Estado palestino.
El propio Trump ha pedido este jueves el voto para los judíos americanos en un acto del formidable lobby político AIPAC, tan hacedor de reyes en Estados Unidos como la Asociación del Rifle, Hollywood o los grupos de presión financiero de Nueva York o tecnológico de California. “Si no gano, en año y medio Israel habrá sido borrado del mapa”, ha dicho el republicano. “Israel me necesita más que nadie”, ha dicho.
Harris se distancia, pero poco
El tono de Kamala Harris es más moderado. Como Biden, ha tratado de compaginar el apoyo total con material militar para los bombardeos de Netanyahu con una dialéctica pacifista. Piden un acuerdo de paz entre Israel y Hamás, pero se muestran incapaces de forzar a su aliado a aceptar las condiciones que le van pidiendo públicamente: que no invada Rafah, que no ataque Líbano, que deje entrar ayuda humanitaria para evitar la hambruna en Gaza.
Consciente de que la mayoría de sus votantes, especialmente los más jóvenes y a la izquierda, necesitan que la guerra pare ya, Harris rompió esta semana un pequeño tabú. Dejó la puerta abierta a usar la ayuda que Estados Unidos le da a Israel para presionar a Tel Aviv a detener la guerra y la escalada de una vez por todas.
Ante la Asociación Nacional de Periodistas Negros, Harris dijo que “apoya completamente la suspensión aplicada al envío de bombas de una tonelada”. Se refería a un envío de armas de gran calibre que congeló la administración Biden el pasado mes de mayo al ver que Israel desoía su petición de no invadir el sur de Gaza, donde se refugiaba más de un millón de palestinos en condiciones precarias. El Ejército israelí atacó, y produjo escenas de horror muy criticadas hasta por los aliados más fieles: niños decapitados o quemados vivos en ataques a tiendas de plástico de refugiados con bombas lanzadas desde potentes F-16.
Añadió Harris que, tras el final de la guerra, Israel no debe volver a ocupar Gaza. Pero Netanyahu quiere quedarse en el llamado corredor de Filadelfia, que separa Gaza de Egipto, y crear una “zona buffer” deshabitada en el norte de la estrecha Franja mediterránea.
Michigan y otros estados clave
El factor Israel-Gaza es difícil de medir en las encuestas. Hay unos 240 millones de estadounidenses convocados a las urnas, desde ya y hasta el próximo 5 de noviembre. Suelen votar unos 160 millones. Biden obtuvo 81 millones y Trump, 74. Pero la clave estuvo y está en lo que decidan unos pocos miles de votantes en los estados del cinturón del óxido (Pensilvania, Michigan y Wisconsin, entre otros) o del sol (Georgia, Arizona y Nevada). El próximo presidente de Estados Unidos será aquel que consiga los 270 votos electorales (delegados por cada Estado) de los 538 miembros del Colegio Electoral. En la mayor parte de los estados, el que gane, aunque sea por un solo voto, se lleva todos los delegados.
“Los que votan por el factor Israel y Gaza quizás no son muchos, pero pueden marcar la diferencia en el voto electoral en los siete Estados”, explica Shapiro. “Especialmente en Michigan, donde hay una comunidad importante árabe y palestina (211.000 personas). Para este bloque, Trump es peor que Harris, pero podrían llegar a votar a Trump para castigar a los demócratas, a quienes ven como traidores en este asunto”.
No siempre fue así. Barack Hussein Obama, el primer presidente negro de la historia y con un apellido de origen musulmán, fue el demócrata que más se enfrentó con Benjamín Netanyahu por la violación de los derechos humanos de los palestinos en los territorios ocupados y la continua expansión de las colonias ilegales. La pregunta para muchos es si él habría dado un cheque en blanco al líder israelí o le habría exigido contención y una guerra más dirigida contra los líderes de Hamás y menos impasible ante el sufrimiento de los civiles.
Tanto Harris como Trump han puesto mucho esfuerzo en atraer el voto judío. Las encuestas muestran que, hasta ahora, la abrumadora mayoría de los judíos vota de forma consistente a los demócratas. El 70% de los judíos desaprueban a Donald Trump. Asociaciones judías como la AIPAC, esperan que el proclamado auge de los incidentes antisemitas, que ven como una derivada de las protestas propalestinas en los campus universitarios por todo el país, provoquen que muchos judíos se repiensen su voto. Especialmente en los estados bisagra.
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