«¡Vaya barco!». Esta expresión, en su propio contexto, nada tiene que ver con nuestro mundo cofrade. De hecho, al escucharla, nos podemos imaginar a la orilla del mar, oteando el horizonte y viendo algunas de esas embarcaciones que todos, alguna vez, hemos envidiado.

Sin embargo, eso de «¡Vaya barco!», a los cofrades, nos suena a algo más que eso. Nos puede gustar más o menos pero lo cierto es que en el argot cofrade Barco tiene una acepción cada vez más común. Esta palabra se utiliza para referirnos a un paso que es especialmente grande. Lo más usual es que se use para hacer mención a pasos de misterio.

En Sevilla hay muchos ejemplos de estos barcos. El paso del Cristo de las Tres Caídas, de la Esperanza de Triana, es uno de los mayores exponentes, pero no el único. También se le llama así al misterio de la Sagrada Cena, a Los Caballos de La Exaltación o al Silencio Blanco de La Amargura.

No se tiene constancia oficial de cómo surgió este término en el ámbito cofrade pero todo apunta a que resulta ser un símil de la apariencia que tiene ver venir un paso de estas características entre la marea humana que congrega a su alrededor. Y es que, a veces es esa la sensación que transmite el transcurrir de nuestros pasos, el de una gran nave marinera que surca el gentío sevillano.

El término no se suele utilizar para referirse a los pasos marianos. Quizás, la manera de andar de las cuadrillas de Cristo emula más el movimiento realizado por un barco.

Sea como sea, y lo apropiado o no del término, lo cierto es que seguro que nació bajo el cariño que solo transmite la devoción a una imagen. Y es que, al fin y al cabo, eso es nuestra ciudad, un barco de fe.