Fallece Félix Acuña, el capiller eterno del Gran Poder

Durante cuarenta y seis años estuvo al servicio de la hermandad y, sobre todo, del Señor en la parroquia y, luego, en la basílica

El antiguo capiller del Gran Poder, Félix Acuña Rojas

El antiguo capiller del Gran Poder, Félix Acuña Rojas / Juanma Labrador

Juanma Labrador

Hay luto en la Plaza de San Lorenzo, y la campana de la espadaña de la basílica del Señor de Sevilla parece que suena llamando a misa de difuntos. Ha fallecido quien durante casi medio siglo daba los buenos días a Jesús del Gran Poder y a María Santísima del Mayor Dolor y Traspaso, el bueno de Félix Acuña Rojas, casado, padre de cuatro hijos, abuelo de no pocos nietos, y eterno capiller que se jubiló de su cargo en 2005, pero que siempre mantuvo este título como signo de cariño, respeto y admiración por parte de sus hermanos. En este sábado 20 de enero, un día después de la festividad del Beato Marcelo Spínola, cardenal fundador de El Correo de Andalucía y hondo devoto del Divino Caminante que tallase Juan de Mesa, se ha marchado al cielo este hombre bueno que nació en 1939.

Desde que contaba con veinte años de edad, Acuña fue el capiller del Gran Poder cuando su hermandad, en 1959, aún residía en la parroquia, antes de pasar al actual templo propio en 1965. Era, sin duda alguna, el claro recuerdo vivo de la historia reciente en esta corporación y en la devoción que la ciudad profesa por Él. Contó con la confianza de todos los hermanos mayores de la segunda mitad del siglo XX, como Juan del Cid, Miguel Lasso de la Vega, José Luis Gómez de la Torre, Rafael Duque del Castillo, Antonio Ríos Ramos y Miguel Muruve Pérez. Ya en el XXI siguió en su puesto con José León Castro ostentando la vara dorada, y se jubiló recién estrenado Enrique Esquivias. Como anécdota entrañable, Félix Acuña llegó a debutar en el cine, pues aparece en una escena de la nueva versión de «Currito de la Cruz» rodada en 1965, y claro está, todo el mundo le vio. Y otro aspecto que, tal vez, asombre a muchos es que jamás se vistió de nazareno, ni en el Gran Poder ni en ninguna otra. Y en la Madrugada, siempre iba delante del Señor, como seguró ya estará ante Él en el cielo.