La Virgen del Pilar: una patrona de leyenda

Existe una creencia que sostiene que esta advocación ostenta el patronazgo más antiguo de Sevilla

12 oct 2016 / 08:40 h - Actualizado: 13 oct 2016 / 12:59 h.
"Leyendas sevillanas","12-O. De Sevilla a América"
  • La desconocida capilla de la Virgen del Pilar en el interior de la Santa Iglesia Catedral de Sevilla. / Manuel Gómez
    La desconocida capilla de la Virgen del Pilar en el interior de la Santa Iglesia Catedral de Sevilla. / Manuel Gómez

¿Es la Virgen del Pilar la patrona desconocida de la ciudad de Sevilla? ¿Lo son también las imágenes de la Virgen de los Reyes y la Hiniesta Gloriosa? ¿Y Santa Justa y Rufina? Desde antaño se han escrito ríos de tinta sobre
cuál es la imagen sobre la que recae el patronazgo
mariano de la capital hispalense. Tantas historias como leyendas que han dejado un cierto halo de misterio en torno a la consistencia de las verdaderas afirmaciones que rodean a este singular privilegio. Casi tan numerosas como los que han defendido una teoría frente a la otra, en ocasiones más con el corazón que con la certeza que otorgan los documentos.

Actualmente solo existe la constancia real de que fue el papa Pío XII quien nombró a la Virgen de los Reyes patrona principal de Sevilla y de su archidiócesis el 15 de agosto de 1946 y que, desde el siglo XVII, la Virgen de la Hiniesta Gloriosa es considerada patrona y protectora del Ayuntamiento hispalense por su intermediación en el final de la epidemia de peste que asoló la ciudad en 1649. En el caso de las santas Justa y Rufina no existe constancia oficial de su nombramiento como patronas, con cierta controversia entre autores que abordan este hecho y que lo sitúan –en caso de que finalmente sea cierto– entre el primer tercio y mediados del siglo XVI.

Pero, ¿en qué se sostiene entonces la creencia popular del patronazgo de la Virgen del Pilar? Para conocer el origen de la llegada a Sevilla de esta importante advocación habría que remontarse hasta el siglo XIII, de la mano de los primeros caballeros aragoneses que acompañaron al rey San Fernando cuando llevó a cabo la reconquista de la ciudad. Los mismos a los que se les cedió una capilla de la Catedral hispalense, situada entre la Puerta de Palos y el acceso actual al Patio de los Naranjos, cuyo altar preside una imagen de barro cocido policromada de la Virgen del Pilar realizada por Pedro Millán, escoltada por sendas tallas de San Pablo y San Pedro, y fechada en torno al año 1500.

De todo esto existe constancia física y escrita, pero no del posible patronazgo de la ciudad de la Virgen del Pilar. Esta idea se sostiene en una leyenda que se remonta al año 40 después de Cristo, cuya verosimilitud ha generado cierta controversia entre distintos autores. Según el libro de José María de Mena, Tradiciones y Leyendas Sevillanas, son dos trabajos históricos procedentes de la parroquia de San Vicente los que dan pie a esta teoría vinculada con «los orígenes de la comunidad cristiana de Sevilla» y los viajes con fines evangelizadores que Santiago Apóstol hizo a España, «la más importante y rica región de la Bética». Así llegó hasta Sevilla, acompañado de «un hombre honesto, misericordioso y temeroso de Dios, a quien por su piedad bautizó con el nombre de Pío».

Se trata de «un buen artista» que se ganaba la vida «haciendo esculturas». Tras las primeras andanzas de Santiago por el país, éste regresó a Sevilla para que Pío le acompañara a emprender viaje a la región de Tarraco. «Habiendo llegado a Zaragoza, ante las dificultades que encontraban para convertir a aquellos paganos, el apóstol Santiago se desalentó, y sentado a la orilla del Ebro, junto con su compañero Pío, lloraron ambos amargamente. Es entonces, cuando la Virgen María se les apareció a los dos, en cuerpo y alma, puesta de pie sobre una columna de piedra que había en el lugar». Sostiene, pues, la leyenda que Pío acompañaba al apóstol en esta visión y que Santiago no se encontraba solo en ese instante tal y como asegura la tradición.

Tras la aparición, «mandó a Pío a que volviera a Sevilla y le encargó que labrase una imagen de la Virgen puesta de pie sobre un pilar, tal como la habían visto ambos, y que la colocase en la iglesia de los cristianos en Sevilla, teniéndola como patrona». Y así lo hizo, modelándola en barro cocido, y llevándola «a la casa donde se reunían secretamente los cristianos, que estaba situada a espaldas del Circo». Dice Mena que, por las excavaciones que se hicieron para construir la avenida de la Cruz Roja, «los cimientos del Circo llegaban desde el hospital de la Cruz Roja hasta la calle Fray Isidoro de Sevilla».

Cuenta también el libro que «transcurridos algo más de doscientos años, el cristianismo fue autorizado, y entonces se construyó una basílica en la hoy parroquia de San Vicente, a la que fue trasladada la imagen de la Virgen del Pilar, patrona de Sevilla». Pero no todos los autores coinciden en este emplazamiento, ya que algunos sostienen que su ubicación exacta era la del Patio de Banderas, a cuenta de los restos aparecidos recientemente en esta zona.

Sea cual fuera el espacio, la Virgen del Pilar permaneció en el templo «hasta que en el año 711 al producirse la invasión musulmana desaparece». A partir de ahí, según Mena, se ignora «si dicha imagen de la patrona de Sevilla fue destruida por los árabes o si algún clérigo la sacó anticipadamente de Sevilla y se encuentra en algún lugar del Norte de España». Si el personaje de Pío existió realmente y si la ciudad cedió este patronazgo son misterios que rodean aún a una advocación de leyenda.