No pudieron las llamas destruirte, Patrocinio

La Madre del Cachorro hizo un recorrido de ensueño por Triana con motivo del cincuentenario de su talla en pleno noviembre

El paso de palio cachorrista ante la O. Foto: Rubén Arroyo

El paso de palio cachorrista ante la O. Foto: Rubén Arroyo / Juanma Labrador

Juanma Labrador

Amaneció despejada y soleada la mañana en la que culminaba otro año litúrgico, señal del radiante día que iba a vivirse en el viejo arrabal, y a medida que avanzaron las horas, el cielo tomó un color ceniza propio del Viernes Santo, como lo definiría aquel buen cofrade que fue Francisco Ruiz Torrent. Se intuía el ambiente festivo en las colgaduras de los balcones, en la reproducción del lienzo firmado por Francisco Rovira que refleja el inmaculado rostro de la Madre del Cachorro. Y poco después de las cuatro y cuarto se abrieron las puertas de la basílica de Triana para que saliese la cruz de guía que marca la senda de aquellos hermanos que, con sus cirios, ofrendaban su luz a Nuestra Madre y Señora del Patrocinio, esa eternamente joven Virgen aniñada que renació como Ave Fénix hace cincuenta años. Resonaba en la memoria del barrio aquella saeta del recordado Pepe Mena Martagón: «Y no pudieron las llamas / destruirte, Patrocinio, / que el corazón de Triana / te ha devuelto a tus dominios / igual de hermosa y gitana».

Estandartes del Viernes Santo, de Triana y de la Virgen del Amparo de la Magdalena. Antepresidencia de antiguos hermanos mayores cachorristas... junta de gobierno... el hermano mayor, José Luis Aldea, feliz junto al arzobispo de Sevilla, monseñor José Ángel Saiz, que no quiso perderse esta cita. Tampoco faltaron el presidente del Consejo, Francisco Vélez, ni el delegado de Fiestas Mayores y del Distrito de Triana, Manuel Alés, cachorrista igualmente hasta el tuétano. Cruz basilical, ciriales, incensarios... y sonó el llamador. Las cinco menos cuarto, sale la Señorita de Triana a las calles y la Oliva de Salteras toca, precisamente, la marcha que Pedro Morales tituló con aquel piropo. Y seguidamente, la composición de Gámez Laserna que lleva el nombre de la Virgen para adentrarse en Castilla, y después «Esperanza Trinitaria» de Pantión... Todo un deleite para los sentidos el que nos brinda esta cofradía elegante de Triana.

«Y no pudieron las llamas...» con Ella, porque el alma dudaba de si era el medio siglo de la efigie mariana lo que se celebraba o si el centenario de la llegada de su belleza junto al palio que bordasen los hijos de Olmo con diseño de Herminia Álvarez Udell. Y las llamas lo que prendieron fueron los pabilos de los cirios de los cofrades de la O, que en su parroquia esperaban a la corporación hermana de tantos Viernes Santos, de tantos años, y hasta siglos, en la misma calle Castilla. Se arremolinaban los fieles en torno al templo donde se alzó, centurias atrás, el Hospital de Santa Brígida, y Patrocinio arribó al lugar con la personalidad que la caracteriza mientras volteaban las campanas de esa torre que cada 17 de diciembre anuncia la víspera de la Expectación de María mediante el estallido de la «Candelá«. Las seis menos cuarto de la tarde, se aproxima el paso de palio a los sones de «María Santísima de la O». Brilla la cruz pectoral de la dolorosa, regalo de la O precisamente y que evoca la de carey de Jesús Nazareno. El campanario no calla e indica que son las seis, y la Hermandad del Cachorro se despide con «Aquella Virgen»... Siempre mezcolanza a un Viernes Santo imperecedero.

«...destruirte, Patrocinio...» es imposible, como tampoco nadie puede quebrantar tu devoción, y por eso iba acrecentándose el número de fieles que acudieron a tu encuentro por San Jorge, el Altozano y Pureza, allí donde habita la Esperanza eterna en el negro azabache de unos ojos en los que se mira la fe de todo un barrio que este domingo 26 de noviembre se reflejaba también en tus párpados encharcados, porque así te recreó Luis Álvarez Duarte hace ya cinco decenios. A lo lejos se oían los compases de la marcha «Nuestra Señora de la Oliva», y al aproximarse, poco después de las siete, a la Capilla de los Marineros, «La Esperanza de Triana» de Farfán, donde el propio arzobispo dirigió las oraciones, y Álvaro Sopeña, diputado de cultos de la corporación de la madrugada del Viernes Santo, entonó la «Salve, Esperanza Marinera» cantada a la Señorita de Triana, que tras el golpe del martillo de Paco Reguera se levantó al cielo de la noche ya cerrada con «Soleá, dame la mano», girando con toda finura y pulcritud para encaminarse a la catedral del barrio.

«...que el corazón de Triana...» latía con más fuerza que nunca en la casa de la Señora Santa Ana era evidente, esa Real Parroquia en cuya calle no cabía ya ni un alfiler. Ovación sentida tras sonar «Procesión de Semana Santa en Sevilla». Ante la puerta ojival del templo, en torno a las siete y media, los estandartes de las tres glorias que allí habitan: Carmen, Madre de Dios del Rosario y Divina Pastora. Deberían haber sido invitadas al cortejo, porque no todo es penitencia y éstas también son hermandades de Triana, como lo es así mismo la del Carmen del Puente, que pertenece a la misma feligresía. Y el Patrocinio sigue perviviendo, a un mismo tiempo, como devoción letífica allá por el Zurraque. Monseñor Saiz seguía disfrutando de cuanto se vivía junto a la Virgen, retirándose ya en este punto. Entona el «Salve Madre» a la vera del párroco, Manuel Soria. Reguera dedica la levantá a las tres cofradías de Santa Ana, y la Oliva interpreta «Sevilla cofradiera», y luego «Pasan los campanilleros» al llegar a Pelay Correa, lloviendo pétalos sobre el palio desde los balcones del Bistec. Callejea Patrocinio por Santísimo Cristo de las Tres Caídas y Luca de Tena. La procesión parece el sueño de un Viernes Santo en un frío otoño.

«...te ha devuelto a tus dominios...» ese tiempo que no pasa por Ti y que hasta se pierde Contigo en la bulla, como le pasaba al prioste de tu madre Santa Ana, José Salgado, que no se apartó en ningún instante de tu lado... Regresabas por la antigua Cava de los Gitanos, entre humos de castañas asadas que se entremezclaban con el aroma del incienso, para recalar en San Jacinto, donde tantos quinarios de antaño celebró tu hermandad, y en la capilla de María Santísima de la Estrella te esperaban sus cofrades, donde te recibiría, implorante, el Señor de las Penas en este día suyo como Cristo Rey del Universo. Suena «Madre y Señora del Patrocinio» cuando el reloj marca las nueve y media, y al recalar a las puertas del templo del Lucero radiante del viejo arrabal, la Oliva dio vida a las partituras de «Virgen de la Estrella». Abrazos entre los oficiales de junta de ambas corporaciones, y cuando vuelve a levantarse el paso, caen pétalos desde la espadaña del pequeño recinto sacro, a la par que se interpreta «Estrella Sublime». Todo está saliendo conforme a lo previsto... como el Cachorro sabe hacer las cosas. Quién sabe si Francisco Vázquez Perea, cirio en mano, iba hasta redactando en su cabeza el poema con el que sintetizar todo lo que estaba dando de sí esta fecha.

«...igual de hermosa y gitana» regresó por Alfarería, idílico recorrido siempre imaginado y anhelado, y que en esta salida extraordinaria se hizo realidad. Desde las diez de la noche, el discurrir por este enclave fue para paladares exquisitos... y cómo sonaba la Oliva de Salteras: «Saeta cordobesa», «El Dulce Nombre» de Farfán, «Virgen del Subterráneo», «El Cachorro, saeta sevillana»... y no eran pocas las voces que casi susurraban la idea de que la cofradía debería volver por este lugar en la noche del Viernes Santo y no quede en algo efímero de este día inolvidable. Sería todo un acierto, y un auténtico gozo. Tan bella era la estampa que se parecía a aquella pintura de Nuria Barrera que regalaron la pasada Epifanía a Lucía Vilachao, la joven acólita turiferaria que, como en ese mismo cuadro, portaba en sus manos un incensario... Y al final, Ella quiso dejarse ir un poco con la hora, pero no había problema alguno, porque no estaba sola, pues esa chiquilla de la carita inclinada seduce tanto con su venustez que pecado hubiera sido no seguir acompañándola hasta su casa. Si no, que se lo digan al consiliario Fernando Briones, porque era verle la cara y comprobar cómo la felicidad brotaba a raudales de su alma. Se aproximaba la media noche, y la Virgen buscaba ya su templo entre la gélida brisa que soplaba por los confines de Castilla. «Nuestra Señora del Patrocinio» de Gámez Laserna y «Señorita de Triana» de Morales, como en la salida, fueron marcando el punto final de esta jornada, casi a las doce y veinte, con la que se clausuraba un intenso año del Patrocinio. Hasta la próxima Semana Santa, si el Cachorro quiere... y entonces, renacerá aquella otra saeta que Rafael Belmonte le dedicó: «Ya sales de tu capilla, / Patrocinio soberana, / mientras te espera Sevilla, / te está cantando Triana / saetas por seguirilla».

Salida de la Virgen del Patrocinio este domingo 26 de noviembre. Foto: Rubén Arroyo