Ya llevamos dos semanas de confinamiento y, como mínimo, nos quedan otras dos más para empezar a retomar el ritmo de nuestras vidas. Aunque es posible que la situación se alargue más, en función de como evolucione esta crisis sanitaria. Puesto que los desplazamientos están prohibidos salvo casos de necesidad perfectamente justificados (en Sevilla este fin de semana se han intensificado los controles), muchos conductores no van a mover sus coches durante una temporada larga, que puede acabar afectando al vehículo y dañando ciertos componentes.
Un primer consejo a tener en cuenta es evitar que la batería se descargue. Por bajo que este sea, la mayoría de coches, aún parados, tienen un mínimo consumo eléctrico. Si hay algún elemento que eleva ese consumo, como equipos de música mal instalados o derivaciones eléctricas que no se detectan porque el coche se usa con frecuencia, una batería se puede descargar en cuestión de una semana y, si es antigua, quedar inservible (sustituirla, en función de su capacidad, puede costar entre 50 y 150 euros, habitualmente). Para prevenir que, además, cuando vayamos a salir por primera vez tras semanas de confinamiento, nos quedemos sin poder usar el coche, basta con arrancar y dejar el motor encendido unos 20 minutos una vez a la semana. Si el coche es antiguo (más de 20 o 25 años), es aconsejable desconectar la batería, pero para coches a partir del año 2000 aproximadamente, esta operación puede conllevar que se desconfiguren algunas funciones y que haya que acudir al taller para reprogramarlas.
Si, además, se tiene la posibilidad de mover el coche dentro de una parcela propia, será una forma de facilitar que todos los componentes mecánicos se mantengan lubricados. En el peor de los casos, si simplemente se tiene una plaza de garaje, es conveniente maniobrar un minuto dentro del propio recinto para moverlo unos metros y así regresar a la plaza con las ruedas en una posición distinta, para que estas no se deformen de estar estáticas. Si los neumáticos pasan mucho tiempo almacenados, soportando el peso del vehículo sobre la misma zona de su circunferencia, se produce un aplanamiento. En el caso más favorable, este aplanamiento tarda poco en desaparecer cuando el coche sale a rodar y produce vibraciones durante los primeros kilómetros. En el peor, sobre todo si el neumático ya es antiguo y ha perdido elasticidad, la deformación es permanente y las vibraciones y ruidos pueden llegar a ser muy molestos, sobre todo en autovía.
Si el coche duerme en la calle y va a permanecer mucho tiempo ahí, el consejo aplicable a las ruedas es sencillo: moverlo unos diez o veinte centímetros hacia delante o hacia atrás para cambiar la zona sobre la que descansa el peso del vehículo. Si se dispone de un inflador, es aconsejable subir las presiones temporalmente, durante este periodo, por ejemplo a unos 3,0 bares, para que la deformación sea menor. Cuando se retome el uso del coche basta con ir a una estación de servicio y devolver las ruedas a su presión de servicio.
Por último, especialmente para estos coches que quedan a la intemperie, conviene vigilar y retirar la suciedad que se acumula especialmente en el marco inferior del parabrisas, la luneta posterior y los bordes del capó y de la tapa del maletero. La acumulación de hojas en estas zonas obstruye los desagües de la carrocería por los que escurre el agua de lluvia, fomentando la aparición de humedad que puede derivar en un futuro en malos olores en el habitáculo (a través de las entradas de ventilación) y de la aparición de óxido en zonas ocultas a la vista. También es bueno limpiar los restos acumulados en las escobillas de los limpiaparabrisas y los excrementos de aves y las manchas de resina de los árboles, porque dañan la pintura y dejan marcas permanentes que no se quitan con un lavado si la mancha es duradera.