A la hora de adquirir un coche nuevo, las primeras dudas suelen ser el tipo de motor y de carrocería a elegir. Hay quien tiene claro desde un principio qué es lo que más le conviene y que para ello hace un estudio concienzudo de costes, y quien se deja guiar por consejos o simplemente por gustos. Una vez elegidos ambos, lo siguiente es configurar el equipamiento que tendrá un artículo con el que vamos a convivir durante los próximos años, probablemente casi a diario. Hacer una buena compra depende también de cómo se haga esta selección.

Es evidente que quien puede destinar 15.000 euros a la compra de un vehículo no valora las mismas opciones que quien se va a gastar 60.000. En los automóviles de lujo todo es personalizable y tiene un coste elevado, pero en el mercado de los coches de coste bajo o intermedio también es fácil dejarse una buena cantidad de dinero en extras. Es mejor elegir bien los que nos resulten de mayor utilidad. También es interesante valorar las ofertas que nos hacen los concesionarios y sólo aceptar aquellas que se ajusten a nuestra idea cuando el precio sea bueno y el producto no se desvíe demasiado de lo que buscamos. Puede ocurrir que el vendedor se empeñe en que compremos una versión que tiene disponible al instante, sólo porque comercialmente le resulte mejor, y acabemos con un coche que no cumpla nuestros requisitos más importantes.

Hay elementos destinados a evitar un accidente y elementos destinados a minimizar los daños que sufren los pasajeros cuando el accidente es inevitable. Todos los coches nuevos que se venden en el mercado español tienen de serie sistema antibloqueo de frenos (ABS) y control de estabilidad (ESP), dos elementos que evitan la pérdida de control en situaciones críticas y que, por sí solos, ya son una garantía de seguridad. Además, en el equipamiento de serie de una gran mayoría de coches, van incluidos un buen surtido de airbags repartidos por el habitáculo, y las marcas están tomando la buena costumbre de instalar también un sistema de emergencia que frena automáticamente al detectar obstáculos en la trayectoria. Incluso reconoce algunos peatones y ciclistas. Si el coche que elegimos no lo trae, es muy recomendable pagarlo.

A partir de aquí, muchos de los componentes que pueden evitar un accidente son asistentes a la conducción que intervienen cuando el conductor comete un error o simplemente le ayudan a circular con más seguridad. La mayoría suelen comercializarse dentro de paquetes que incluyen varios sistemas y suelen ser desconectables, por si en alguna ocasión su funcionamiento entorpece al conductor.

Así, por ejemplo, se ha popularizado en muchas marcas el control de velocidad activo (ACC), que permite, en autovía, programar una velocidad de crucero y mantener una distancia de seguridad establecida con los vehículos que van delante. El propio sistema frena si estos frenan y acelera cuando las condiciones lo permiten, incluso si hay una retención. Puede ir complementado por otro dispositivo que alerta al conductor, con luces o sonidos, si pisa las líneas del carril, bien sea porque se sale hacia el arcén o porque invade el carril adyacente sin activar el intermitente. Los más avanzados (disponibles en coches de precio razonable y no solo en coches de lujo),mantienen al coche centrado en el carril aunque haya curvas suaves y corrigen la trayectoria por sí solos, aplicando un movimiento suave en el volante. Con que eviten una sola vez que un despiste acabe mal, su precio habrá estado más que justificado. Estos dos dispositivos son los que permiten cierto nivel de conducción autónoma, porque técnicamente es posible soltar los mandos y que el coche conserve el control, pero el código de circulación lo prohíbe. No hay ningún coche en el mercado totalmente autónomo, primero porque la ley aún no lo permite y segundo porque la técnica está en desarrollo.

Otra ayuda cada vez más común es el asistente de aparcamiento. Si nos cuesta trabajo maniobrar, aparcamos en la calle o lo vamos a usar mucho por ciudad, será aconsejable valorarlo. Los más básicos aparcan sólo en fila y a menudo en paralelo, y suelen encargarse de mover el volante mientras el conductor sigue unas instrucciones que aparecen en la instrumentación, que le indican si mover el coche hacia delante o hacia atrás y cuándo frenar. Los más completos, requieren exclusivamente elegir la plaza donde se quiere aparcar (el coche la detecta y la muestra en una pantalla), pulsar un botón, soltar los mandos y dejar que el coche lo haga todo. Incluso se pueden activar a distancia, desde un teléfono móvil.

También hay faros opcionales, de gran potencia y que pueden iluminar selectivamente la carretera adaptando el haz de luz al tráfico, a las curvas de la carretera y a la señalización. Habitualmente funcionan con una matriz de luces LED. Si solemos viajar de noche, puede ser conveniente hacer un desembolso en pro de mejorar la visión y disminuir la fatiga ocular. En general, incluso los faros LED más básicos dan un rendimiento satisfactorio.

Los sistemas multimedia están disponibles en todos los segmentos, en coches pequeños y grandes. En según qué marcas, la pantalla de la consola central aúna una gran cantidad de funciones: equipo de sonido, climatización, ordenador de viaje, navegador, etcétera. Mientras mejor funcionen y más intuitivos resulten, menos distracciones supondrán al conducir, por lo que conviene tratar de usarlos antes de hacer la compra para ver si nos resultará fácil familiarizarnos. Hay muchas marcas de coches que ofrecen Apple CarPlay y Android Auto, dos interfaces que replican la pantalla del teléfono móvil en el sistema multimedia, sólo con las aplicaciones fundamentales. Es una excelente forma de evitar la tentación de toquetear el móvil durante la marcha y no todos los fabricantes lo incluyen de serie ni lo ofertan como opción.

Igualmente, es posible ya, en una gran variedad de modelos y marcas, controlar algunas funciones del coche remotamente desde el teléfono móvil, a través de una aplicación al efecto. Por ejemplo, activar la climatización o programar una ruta en el navegador antes de entrar al coche, conocer su localización exacta y si hay alguna alerta o mantenimiento pendiente, concertar una cita con el taller o utilizar simplemente como llave el propio dispositivo móvil.

Los asientos de cuero pueden resultar muy vistosos y elegantes, pero son fríos en invierno y calurosos en verano. En un clima como el de Sevilla a partir de mayo, la superficie de un asiento de piel negra en un coche estacionado al sol puede superar fácilmente los 60 grados. Aún con el mejor sistema de climatización, el calor residual permanece en el habitáculo durante gran parte del trayecto y esa sensación de bochorno que deja pegada la camisa a la espalda no desaparece. Por tanto, aunque la tentación sea grande, si nuestro coche suele dormir en la calle con frecuencia, es conveniente valorar si ese detalle estético va a suponer un problema del que nos arrepentiremos durante el resto de su vida útil. No obstante, las tapicerías y los salpicaderos de color claro ayudan a que se caldee mucho menos el interior y, aunque la suciedad se ve mejor, si son de piel tienen la ventaja de que se suelen limpiar con facilidad simplemente con un paño húmedo. En muchos coches es posible instalar opcionalmente un sistema de calefacción (relativamente común) y ventilación (no tan común) para los asientos, e incluso volante calefactable.

Pero qué poco prácticas. Están muy de moda. Son un gran reclamo comercial porque hacen al coche mucho más vistoso y, con frecuencia, suelen ir asociadas a un nivel de equipamiento alto (cuanto más accesorios lleve el coche que compremos, más beneficio para la marca). Hay que procurar comprar con la cabeza fría y tener claro que los neumáticos se encarecen bastante al elegir llantas grandes, el confort empeora porque la suspensión filtra peor los baches, el consumo aumenta levemente si las ruedas son más anchas y las propias llantas están más expuestas a los roces con los bordillos porque tienden a sobresalir más del neumático.