El periodismo pasa por un momento de gran incertidumbre. La crisis económica ha hecho mella entre los medios de comunicación. Pero la falta de una actitud crítica y la claudicación ante las presiones externas, las corruptelas propias o la falta de compromiso con la construcción de un mundo más justo y más igualitario en busca de sentido, han sido decisivas para que otra crisis en las entrañas de una de las profesiones más bonitas que existen hayan acabado con algunas cosas esenciales. Y eso suele ser peligroso, hablemos de lo que hablemos. El que se pierde y no sabe en qué momento o por qué razón ocurrió tiene un enorme problema.
Camus ejerció el periodismo desde los veinticinco años hasta 1947. Escribió reportajes, crónicas judiciales, crítica literaria y editoriales; desde su primera época en el Alger Républicain hasta los momentos finales en L’Express; alternando esa labor con la de escritor. Albert Camus fue un excelente periodista y, curiosamente, no es una faceta demasiado conocida de él.
Camus creció en un entorno especialmente adverso para realizar actividades de carácter intelectual. Como él mismo afirmó en una ocasión, nadie sabía escribir a su alrededor. Y con anécdotas como esta o igual de curiosas y divertidas, se encuentra el lector al abrir el libro Albert Camus, periodista, firmado por María Santos-Sainz. Aunque la importancia del volumen descansa sobre una especie de llamamiento que la autora hace para que sea escuchado por los compañeros de profesión: el periodismo no puede perder su esencia, debe volver a ser lo que siempre fue. Si, como decía Camus, un país vale lo que vale su prensa por ser el altavoz de las conciencias nacionales, es necesario recuperar el espíritu de una profesión maravillosa e imprescindible para poder vivir manteniendo las libertades a salvo.