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Actualizado: 17 ene 2019 / 20:27 h.
  • Las obras expuestas no están acabadas, dejan trazos, se han pintado sobre materiales como el plástico. / Concha García
    Las obras expuestas no están acabadas, dejan trazos, se han pintado sobre materiales como el plástico. / Concha García

La tristeza se ha metido en mí y no hay manera de hacerla salir. Aceptar este estado. Robert Walser escribió en uno de sus paseos mirando a la gente: Esta totalidad amontonada no quiere ni hace nada. Me empeño en mi propio fracaso y acallo la angustia mediante el desplazamiento físico: huir de los lugares, escaparme de cualquier sitio, lanzarme al callejeo, sustituir las dudas y los pesares por las calles y los escaparates. Cambiar de hotel se convierte en un ejercicio emocionante. Abrir la habitación y comprobar si la cama –cada vez más modesta- es confortable. Poner la mirada en las cortinas y descorrerlas con curiosidad e impaciencia esperando, como una niña, la novedad en el paisaje que me voy a encontrar.

Pero estamos todos tristes. Ya en el parque del Retiro, en Madrid, ensancho la mirada. Tanta gente que no conozco y ríe, y se hace fotos con sus teléfonos, y hacen cola para entrar a los sitios, y entonces me digo: está en mí, todo está en mí, y yo no quiero eso. Salto mentalmente intentando sentirme como los otros, que están también disfrutando del domingo, del momento, y entro al palacio de Velázquez. El sol luce. El cartel de la exposición me atrae: Culpa y deudas. La primera traducción al alemán de Crimen y Castigo de Dostoievski se titulaba Culpa y Expiación (1866).

Entro. El espacio es enorme y acoge las pinturas de Dierk Schmidt. A la entrada un mueble donde se guardaban viejos mapas. Echo un vistazo alrededor y contemplo a la gente. Mi estado de ánimo va cambiando a medida que me acerco detenidamente a cada una de sus pinturas. No están acabadas, dejan trazos, se han pintado sobre materiales como el plástico. Hay vitrinas vacías, que denotan la ausencia de objetos. Voy leyendo a medida que avanzo. Una composición acerca de la conferencia de Berlín a finales del XIX, se trata de catorce grandes piezas en las que el artista alemán ha traducido el resultado de esa cumbre, hay que detenerse, es abstracto pero se comprende. 13 gobiernos europeos y Estados Unidos legitimaron el colonialismo en África.

Culpa y deudas
El hilo argumental de la exposición comparte las premisas con ‘Crimen y Castigo’. / Concha García

La pintura, concebida como obra finalista para representar un momento de la historia, o la percepción de la misma, en este espacio es rechazada. La belleza no impide que seamos nosotros quienes vayamos descifrando la historia mediante el recorrido propuesto por el artista alemán, solo que una vez sales de la sala te sientes algo peor. ¿Qué hacer? La gente se agolpa mirando algunas vitrinas, descifrando paneles relacionados con el reparto de la tierra en la famosa conferencia de África, y vamos entendiendo que de nuevo las posiciones que el poder alcanza afianzan sus realidades contra gran parte de la humanidad. Continúo dando vueltas alrededor de la exposición. La alta cúpula formada por bóvedas de cristal y hierro que forma el edificio creado en 1881 para una Exposición Nacional de Minería, nos da la medida del poderío del imperio español, la división no ha dejado de crecer y la brecha será cada vez más grande. Culpa y deudas, pienso. El título se ajusta al contenido. La deuda todavía puede pagarse. Pero habría que cambiar muchas cosas, entre ellas, la exagerada codicia. No puedo hacer nada. Camino hacia el Palacio de Cristal. ¿Qué podríamos hacer? Miro hacia el cielo, azul, lleno de nubes que soplan a sus comparas, esos cielos de Madrid tan bellos. El hilo argumental de la exposición comparte las premisas de la novela del autor ruso en torno al poder y su abuso, es decir, la cuestión de la expiación individual en el entorno colectivo de la culpabilidad del Estado. Las economías nacionales de la culpa y la deuda se despliegan de este modo en una multitud de tensiones y luchas en torno a los crímenes de genocidio y el colonialismo. Salgo del parque del Retiro y bordeo la Puerta de Alcalá. Los edificios están tan limpios que brillan. Automóviles y gente de arriba abajo. Todo se transforma continuamente.