La tristeza se ha metido en mí y no hay manera de hacerla salir. Aceptar este estado. Robert Walser escribió en uno de sus paseos mirando a la gente: Esta totalidad amontonada no quiere ni hace nada. Me empeño en mi propio fracaso y acallo la angustia mediante el desplazamiento físico: huir de los lugares, escaparme de cualquier sitio, lanzarme al callejeo, sustituir las dudas y los pesares por las calles y los escaparates. Cambiar de hotel se convierte en un ejercicio emocionante. Abrir la habitación y comprobar si la cama –cada vez más modesta- es confortable. Poner la mirada en las cortinas y descorrerlas con curiosidad e impaciencia esperando, como una niña, la novedad en el paisaje que me voy a encontrar.
Pero estamos todos tristes. Ya en el parque del Retiro, en Madrid, ensancho la mirada. Tanta gente que no conozco y ríe, y se hace fotos con sus teléfonos, y hacen cola para entrar a los sitios, y entonces me digo: está en mí, todo está en mí, y yo no quiero eso. Salto mentalmente intentando sentirme como los otros, que están también disfrutando del domingo, del momento, y entro al palacio de Velázquez. El sol luce. El cartel de la exposición me atrae: Culpa y deudas. La primera traducción al alemán de Crimen y Castigo de Dostoievski se titulaba Culpa y Expiación (1866).
Entro. El espacio es enorme y acoge las pinturas de Dierk Schmidt. A la entrada un mueble donde se guardaban viejos mapas. Echo un vistazo alrededor y contemplo a la gente. Mi estado de ánimo va cambiando a medida que me acerco detenidamente a cada una de sus pinturas. No están acabadas, dejan trazos, se han pintado sobre materiales como el plástico. Hay vitrinas vacías, que denotan la ausencia de objetos. Voy leyendo a medida que avanzo. Una composición acerca de la conferencia de Berlín a finales del XIX, se trata de catorce grandes piezas en las que el artista alemán ha traducido el resultado de esa cumbre, hay que detenerse, es abstracto pero se comprende. 13 gobiernos europeos y Estados Unidos legitimaron el colonialismo en África.