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Actualizado: 15 oct 2020 / 15:14 h.
  • Nicole Kidman defiende su personaje de forma magistral. / El Correo
    Nicole Kidman defiende su personaje de forma magistral. / El Correo

¿No es el rostro de Grace la imagen de Jesucristo? ¿No ha quedado hoy su figura más maltrecha que nunca en pueblo de perros? Asistimos al ocaso del ídolo cristiano de la bondad profunda e incorruptible en una sociedad que rechaza cualquier espejo que no sea made le moi. «Dogville» es así, ante todo, una historia cruel de espejos: el perro que se mira en la santidad de la joven no puede sino sentir odio hacia ella al dejar al desnudo su inútil maldad, que avergüenza por la realidad última que ello compromete: la belleza no puede ser amada en un pueblo de canes cainitas. ¿Cómo puede la rosa enfermar con las espinas de otras rosas? Coronan de espinas la «arrogancia» de la bondad que encarna de forma incomparable Nicole Kidman, arrodillándose ante el bíblico «como yo os amo, así también vosotros os améis mutuamente». Ponen, más bien, el collar de perro que ¡en realidad les pertenece a ellos!, pero es que en el espejo en que se miran, la imagen que éste les devuelve es la de Grace, y ella, sin embargo, solo pronuncia algo que recuerda mucho a estas palabras del Mesías: «Padre, perdónales porque no saben lo que hacen». Pero los habitantes de Dogville solo saben de espejos rotos -propios del príncipe de Valaquia- que no los enfrente con su miseria, que no devuelvan el reflejo. Por ello, al hacerse Grace con el gran símbolo de la liberación del pueblo de sus siete pecados, esto es, las siete figuritas, Vera las rompe exigiendo a la joven predicar con su propio ejemplo de estoicismo: pero prorrumpe en llantos, pues su nombre parlante había fracasado, ya que «Grace» significa, según el DRAE, «favor sobrenatural y gratuito que Dios concede al hombre para ponerlo en el camino de la salvación» y que se obtiene con actos de bondad. Ahora bien, si hablamos de que Grace es el vivo reflejo de Jesucristo, tampoco este espejo se salva de estar roto, pues en la travesía del hijo de Dios por las tentaciones de Zaratustra, Grace, contrariamente a este, se convierte en judía para desdeñar el Nuevo Testamento y cae así en la tentación de ser la viva imagen (espejo) del dios del «ojo por ojo» (espejo) -encarnado en su padre, el gangster (espejo)- para reivindicar el verdadero reino de los espejos en ese pueblo donde la transparencia de los muros de sus casas no es sino un espejo opaco, una fina ironía, pues esa diafanidad constituye miserablemente el deseo de arrollar las comparaciones para no tener que justificar su deseo de no mejorar. Por tanto, Grace, la única que pone el espejo ante ellos, concluye que lo mejor es que Dogville no exista. Hay dos momentos en la vida de Grace, presentados en una cronología inversa a la bíblica no de forma caprichosa: tras someterse a las mayores humillaciones, acatando la palabra divina en los términos «pero yo os digo que no resistáis al mal, antes a quien te hiera en tu mejilla derecha, ofrécele la otra», y por la cual se niega a condenar la debilidad a través del ejemplo del perdón; Grace termina su viaje iniciático volviendo de forma natural a los orígenes, esto es, a la Torá hebraica, a la voluntad de poder como medio necesario para mejorar y que justificaría en parte la pompa de las Iglesias en toda su historia. Pero en Dogville la iglesia está vacía, sin sacerdote, y el sonido de las campanas no tiene la función de invitar al pueblo a escuchar la palabra divina: Jesucristo no existe en Dogville, vaticina este símbolo. Por otra parte, en el Antiguo Testamento, la manzana sólo significa una cosa.

«Dogville»: El ocaso de Cristo
El decorado de ‘Dogville’ es tan original como impactante. / El Correo

Y en Dogville, Grace está inundada de manzanas, lo cual no parece un capricho. El personaje de Chuck, materializado por el actor Stellan Skarsgård -que irónicamente salvaba judíos en la «La lista de Schindler», cuando en esta cinta condena a la joven «judía» (según la tesis de este texto)-, es quien incita a Grace a recoger manzanas, es decir, es él quien lleva a Eva a cometer el pecado original, siendo él el primero en violar a la joven -reminiscencia de «El manantial de la Doncella»-, convirtiéndola en una Ménade por quien pasarán todos los hombres del pueblo, exceptuando a Tom. Ya desde el principio sabemos que el móvil es erótico. Y el amor es ciego, en este caso a dos niveles: el amor de Grace por ellos es ciego por obviar el dolor que recibe a cambio y, de otro lado, el erotismo de los habitantes, que no ven la inmoralidad que cometen. Así, la reflexión final de Grace enlaza con el mito edípico: ella, si hubiera llegado a la vil conducta de los habitantes de Dogville, no se habría perdonado, sino que ella misma se habría sacado los ojos, sintiéndose culpable por el daño causado. Pero ellos maltratan lo bueno, no lo ven ni aman. Es Grace quien sale de la caverna, simbolizada por las cortinas que quita de la casa del ciego Jack Mckay, y que dejan al descubierto la luz que entra por la ventana, haciéndoles ver su miseria, y es entonces cuando se vuelven contra ella. Así, si «Dogville» es una historia de crueles espejos, también es un relato de hombres ciegos, que cobra la forma de cuatro ironías finales. La primera: Grace había conseguido sacar justamente lo peor del pueblo con su ideal de amor. La segunda: Tom Edison alude inextricablemente al descubridor real de la bombilla y en el filme ciertamente el personaje representa al iluminado, al filósofo que va a ilustrar al pueblo y, sin embargo, es el personaje de mayor ceguera, sin saber conducirlos a la salvación y retratado como «charlatán», pero cuya lucidez -como el canto del cisne antes de morir- aparece antes de ser ejecutado, ya que él siempre había idolatrado el ejemplo, que ahora hacía carne la propia Grace: «¡lo tuyo sí que es ilustración!». La tercera ironía hace referencia a la fe ciega en Dios que llevó a Jesús a morir por la humanidad y cómo Grace se distancia de esta figura al ejecutar su venganza sobre el pueblo que ha abusado de ella. Y la última y más destacada ironía alude a los créditos de la cinta, en los que suena la canción «Young American» de David Bowie que dice: «¿A dónde han ido todos los héroes de Papá?», mientras se suceden las fotografías de la cruda América estadounidense con la vida maltratada de inmigrantes, alcohólicos, mendigos, etc.; rompiendo de una forma impactante con toda la estética teatral, simbólica y musical de la estilizada historia anteriormente narrada. De esta forma, queda irremediablemente enmarcada por el mensaje de la explotación, una joven América que, como el ciego Jack, pretende poner pesados cortinajes a la realidad, mientras tratan de convencernos del sueño americano.