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Actualizado: 31 ene 2020 / 23:01 h.
  • F. Scott Fitzgerald introdujo el polo en su obra literaria más famosa sabiendo que en occidente, significa dinero, una clase social alta y cierta exclusividad. / El Correo
    F. Scott Fitzgerald introdujo el polo en su obra literaria más famosa sabiendo que en occidente, significa dinero, una clase social alta y cierta exclusividad. / El Correo

La profunda relación entre cultura y deporte –algo que a muchos les parece imposible- siempre estuvo presente en las obras firmadas por algunos de los grandes autores del siglo XX. A veces, este vínculo formó parte de la trama de las novelas o películas, bien con el fin de perfilar personajes, bien intentando dibujar escenarios; e incluso fue la excusa del artista con la que crear una gran obra. Por ejemplo, John Ronald Reuel Tolkien, tras lesionarse practicando tenis y durante un largo periodo de recuperación, decidió escribir «El señor de los anillos». Nada más y nada menos. Un incidente de lo más afortunado para la humanidad.

Practicar o ser aficionado a un deporte no está reñido con la cultura. Ni mucho menos. Otro autor que mostraba gran interés por el deporte, por el boxeo en concreto, fue Julio Cortázar. Alguna vez dijo que acudía a los combates con un libro debajo del brazo y que miraba aquello como si de una gran manifestación estética se tratase. Cortázar se vio influenciado, desde niño, por las grandes peleas de la época que eran consideradas casi batallas entre países. Algunos de sus relatos tuvieron como protagonista a un boxeador. Uno de ellos es «Torito», relato dedicado a Justo Suárez e incluido en su libro «Final del juego» (1956), relato que merece la pena leer por su intensidad narrativa: «De pibe yo peleaba de zurda, no sabes lo que me gustaba fajar de zurda. Mi vieja se descompuso la primera vez que me vio pelearme con uno que tenía como treinta años. Se creía que me iba a matar, pobre vieja. Cuando el tipo se vino al suelo no lo podía creer. Te voy a decir que yo tampoco, créeme que las primeras veces me parecía cosa de suerte».

El deporte como excusa para construir una obra de arte
Julio Cortázar. / El Correo

El deporte puede aparecer para delimitar aspectos dramáticos ¿Recuerdan la extraordinaria película de John Huston «El hombre que pudo reinar»? Asistimos a un momento inolvidable en el que los habitantes de unos de los pueblos al que llegan los protagonistas juegan al polo (en realidad, algo parecido a lo que se practica en occidente), pero lo hacen golpeando, en lugar de una bola de madera, la cabeza de un prisionero ejecutado. Eso sí, envuelta en una bolsa de tela. Supongo que con el fin de alargar un poco el partido o para no poner todo perdido. Huston, incluyendo algo tan brutal como esto, lo que hace es dibujar el escenario en el que se encuentran sus personajes (excelentes Sean Connery y Michael Caine); un lugar extraño, hostil, y en el que todo es posible. Esta película, que nada tiene que ver con el deporte, se construye con perfección gracias a él; a la definición de un pueblo atendiendo a sus prácticas deportivas. ¿No es el deporte una maravillosa exposición de lo que somos y de nuestro carácter? Por cierto, la película de Huston es un canto a los perdedores; eso sí, a los que pierden compitiendo y han descubierto que es eso lo que merece la pena.

El deporte como excusa para construir una obra de arte
Sean Connery y Michael Caine en ?El hombre que pudo reinar’. / El Correo

El polo sirve (esta vez jugado con una bola de madera) al escritor F. Scott Fitzgerald como herramienta útil con la que perfilar a uno de sus personajes y, así, ubicarle en un estrato social muy concreto. El marido de Daisy, Tom Buchanan, es jugador de polo y eso, en occidente, significa dinero, una clase social alta y cierta exclusividad; el polo se percibe como un deporte elitista. Al menos es lo que se maneja en el ideario común (se practica en clubes privados y es necesario tener un caballo para practicarlo). El autor necesita colocar a la familia Buchanan en un lugar determinado sin que el lector pueda tener duda alguna. Hay diferentes clases de ricos (en «El gran Gatsby» tenemos a este rico de verdad, de los que tuvieron una fortuna antes de nacer, y al nuevo rico que representa el propio Gatsby). Otro detalle interesante de esta novela es que el personaje se llena de virilidad con su actividad deportiva, cosa que casa perfectamente con su carácter a lo largo de la trama. Fitzgerald era un genio y aquí lo demuestra, ya que incluso nos presenta un personaje femenino que practica tenis y que no deja clara su condición sexual en ningún caso, pues en el momento histórico en el que se desarrolla el relato, no se aceptaba con normalidad la actividad deportiva entre las mujeres salvo en contadas ocasiones y, siempre, recaía sobre ellas la sospecha de falta de feminidad y exceso de testosterona. Podríamos decir que el autor juega con el lenguaje para rebajar o aumentar una condición que no aborda directamente, pero que coloca al lector en un lugar en el que la lectura se convierte en algo inquietante.

El deporte como excusa para construir una obra de arte
¿Hay algo que aglutine más y mejor a un grupo de personas que un deporte?. / El Correo

Otra película que aborda su tema central a través del deporte es la famosísima «Evasión o victoria»; trabajo dirigido, también, por John Huston, que utiliza el fútbol como vehículo para hablar de lo necesaria que es la unidad y los valores más sanos y arraigados, si se quiere alcanzar un objetivo. Elige el fútbol como deporte en el que los participantes deben asociarse para ganar. Huston enfrenta dos formas de entender el mundo: libertad frente a la brutalidad, la igualdad de los hombres frente al racismo y el crimen. Los espectadores, por ello, desean que ese partido lo ganen los prisioneros de guerra americanos, franceses, ingleses..., que están recluidos en un campo de prisioneros alemán. Esa victoria significa la supervivencia de una ideología implantada en gran parte del mundo. Esta vez, el canto es dedicado a los que teniendo todo perdido encuentran una oportunidad en la competición para poder salir adelante.

¿Hay algo que aglutine más y mejor a un grupo de personas que un deporte? Seguramente no, pero sí existen cosas que tengan el mismo poder. Por ejemplo, la cultura. Aunque a algunos les parezca mentira.