Durante el verano de 1854, se detectó un brote de cólera que acabaría con cientos de personas. La primera noche murieron 500 individuos. La mortalidad provocada por la bacteria Vibrio Cholerae se confundía con lo que se conocía como Miasma, con la falta de higiene entre las personas y con una salubridad muy deficiente que convertía las ciudades en lugares detestables. Si alguien hubiera dicho que la enfermad era provocada por un ser microscópico hubiera sido tomado por loco.
Este brote que se produjo en el Soho londinense sirvió para que un anestesista, John Snow, y un reverendo, Henry Whitehead, supiesen llegar a una conclusión que cambiaría el tratamiento de epidemias y el concepto de ciudad que, en aquel momento, se iba dibujando torpemente.
Una fuente, la que estaba situada en Broad Street era el centro de un brote que se logró atajar, salvando cientos de vidas, gracias a la observación, el análisis y un punto de valentía.
El círculo médico victoriano tuvo que claudicar y empezó a mirar en otras direcciones hasta ese momento desconocidas y despreciadas.
El libro se puede leer como si fuese una novela. Steven Johnson un excelente divulgador, logra una tensión narrativa notable y no renuncia a explicar todos y cada uno de los conceptos que van apareciendo a lo largo de la historia que cuenta. En resumen, es un libro que puede leer cualquiera.
La descripción de la enfermedad, de los efectos tremendos que provocaba en las personas, lo fácil que resultó controlar el brote gracias a la observación, la negación de la superchería y lo sencillo que es el tratamiento (hoy) de una enfermedad que acabó, sin remedio, con la vida de millones de personas, resulta, al menos, perturbador.