Uno de los errores que cometen con más frecuencia los nuevos autores es creer que necesitan poner su capacidad creativa en funcionamiento para lograr personajes grandiosos por su extrañeza, tramas que toquen de cerca lo extraordinario o escenarios que sólo alguien como ellos podría llegar a imaginar. Y digo que es un error porque , tal vez, tengan a su lado algo que contar sin tanta búsqueda en territorios extraños. Dedicar más tiempo de lo necesario en una búsqueda estéril cuando, por ello, se deja de trabajar, es una forma, como otra cualquiera, de convertirse en un autor sin obra, con mucha obsesión y poco más.
A Woody Allen le han podido pasar muchas cosas, ha podido cometer grandes errores durante su carrera, pero eso no; eso de andar buscando la excelencia lejos de sí mismo (incluso de su propia imaginación) no parece ir con él. Si tuviera que nombrar a un director por su honestidad al trabajar y su claridad de ideas, es posible que le nombrase a él como ejemplo de lo que ha de hacer un profesional.
Imaginen una familia corriente. Alguien me podría decir que la familia que se dibuja en «Hannah y sus hermanas» está llena de neuróticos, fracasados, engañados, mentirosos, ex drogadictos, ex alcohólicos, hipocondriacos, matrimonios destrozados, matrimonios en la cuerda floja y de problemas. Me lo podrían decir; es cierto. Pero es que en todas las familias encontramos lo mismo que en esa. Otra cosa es que queramos reconocerlo o no, que podamos hacerlo o no. Bueno, imaginen una familia así, normalita, sin grandes rarezas. Visten con ropa normal, resuelven los problemas normales de una familia, tienen los secretos corrientes de una familia corriente. Imaginen una familia así, piensen en lo que les pasa. Y, voilà, pueden rodar una gran película si tienen el talento, la pasta y las mismas ganas que Woody Allen.
Este director puede gustar o no, pero la inteligencia que desarrolla en cada una de sus películas es asombrosa. Incluso cuando alguna de ellas ha sido una propuesta fallida, la inteligencia no ha faltado (inteligencia digo y no ingenio, que también esta siempre, pero no es la misma cosa).
La capacidad de Allen para desarrollar narrativamente sus ideas es sobresaliente. Siempre encuentra un registro adecuado para hacerlo, con el que matiza y llena de coherencia lo que quiere decir. Puede contar la misma cosa en cuatro o cinco películas distintas y te lo tragas como si fuera la primera vez. Eso es lo que ha hecho desde hace años. Todo hay que decirlo.
En «Hannah y sus hermanas» apuesta por el cambio del punto de vista para que los personajes vayan apareciendo con la fuerza necesaria y haciendo que las historias de cada uno de ellos se vayan mezclando con coherencia. Para ello integra en el guión monólogos interiores puesto que este es el recurso que nos lleva sin peaje alguno a esa zona de la consciencia del personaje que Allen busca en su película. Si vemos al personaje, si conocemos su evolución, si el director es capaz de presentarnos un mundo en el que nos podamos reconocer a través de él o ella (personaje), todo encaja sin que tengan que obligarnos con artificios narrativos ramplones o haciendo trampa. Apuesta por el cambio del punto de vista alternando cuadros que van modificándose entre ellos y haciéndolos comprensibles. Y apuesta por ventilar un asunto muy concreto, un pasado que aparece como el equipaje obligado y definitivo de cualquier ser humano.