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Actualizado: 18 nov 2020 / 16:32 h.
  • Javier Colina & Lockdown Band. / ©Álvaro López |JAZZMADRID
    Javier Colina & Lockdown Band. / ©Álvaro López |JAZZMADRID

Con la música se nos interpela, se nos llama la atención para que fijemos el foco en algo muy concreto, se nos cuentan cosas que van desde el nacimiento de un niño hasta la desaparición de los bosques pasando por una mirada a esa mujer que tanto le gustó al músico. La música, por tanto, tiene una carga expresiva descomunal; debe remover la consciencia y zarandear las sensaciones hasta que afloren con ímpetu para sobrecogernos. De nada sirve escuchar, tema tras tema, si no sentimos una emoción a punto de descontrolarse o completamente desbocada.

El Fernán Gómez de Madrid se volvía a llenar para recibir al contrabajista Javier Colina a los mandos de una banda llamada Lockdown. Sumaban siete y todos eran profesionales de enorme nivel. Albert Sanz al piano; Perico Sambeat (responsable de los arreglos) al saxo; con la trompeta un enorme Miron Rafajlovic; Santiago Cañada al trombón y una base rítmica portentosa que formaban Daniel García (batería) y Moisés Porro (percusión) junto, por supuesto, al líder del grupo.

Pudimos escuchar bebop, música de claro trazo latino, ritmos brasileños, hard bop y un par de gotas flamencas. Tres temas de Thelonious Monk («Think of one», «Teo» y «Brilliant Corners»); «Algumas coisas nâo mudam» de Bernardo Sasseti; «Juramento» de Miguel Matamoros; «La Chiva» de Antonio Arnedo; y «African market place» de Abdulah Ibrahim. Más el bis. Un repertorio que se reunía y se arreglaba durante buena parte del confinamiento.

«Javier Colina & Lockdown Band»: A medio camino
Javier Colina. / ©Álvaro López |JAZZMADRID

A pesar de la calidad de los músicos no terminó de cuajar un concierto monumental. Fue un buen concierto al que le faltó algo de garra. Javier Colina se esforzaba en ser superlativo y lo fue; el baterista Daniel García soportaba los temas con una solvencia fuera de toda duda; Miron Rafajlovic dejó unos solos construidos con robustez (siempre de menos a más)... pero el alma no llegó hasta el escenario de un teatro lleno (como se llenan los teatro ahora, calculo que al 75 por ciento o algo así). Esta vez la suma de excelencia no fue igual a más excelencia.

Es imposible hablar mal de una banda de estas características porque el día que no les sale bien nada suelen estar bien. Pero el aficionado espera mucho más que un grupo de colegas (profesionales y supongo que amigos también) haciendo música. El aficionado solo se lo pasa bien si los artistas disfrutan de lo lindo. No estoy seguro de que eso ocurriese ayer.

Hemos llegado a la mitad del Festival. Dicho de otro modo, estamos cruzando el ecuador del milagro del año. Es imposible más con menos. Las dificultades han sido todas y el resultado está muy por encima de las mejores previsiones.

A ver cómo se desarrolla la segunda mitad.