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Actualizado: 31 dic 2022 / 16:38 h.
  • La Cara Oculta - Miscelánea (XXI)

Voy al meollo, que yo quería apañar esto rápido y me he plantado, sin comerlo ni beberlo, en más de dos mil quinientas palabras. Así que me perdonáis la introducción y ya os situáis vosotros, anda, bonitos, que sois más atenidos que ese que le da a la opción de “leer en voz alta” en el Acrobat.

La Cara Oculta - Miscelánea (XXI)

Fútbol y cómic. Representaciones del deporte rey en la cultura pop, de Jose A. Cano. Páginas: 136. P.V.P:14 €. Editorial Base

No tengo ni idea de fútbol más allá de lo que es inherente a ser española y vivir en estos tiempos. Por querencia a la prensa clásica, pues también se me queda algo al hojear los hiperbólicos titulares de los redactores deportivos. Da un poco de vergüencilla ajena leer ciertas cosas, y más con ese tono de seriedad y relevancia que se le intenta dar a cualquier minucia relacionada con los astros del balompié. Lo de comprobar la de minutos que se queman en medios para las declaraciones de los jugadores es ya deprimente. ¿Cuántas veces es necesario para el ser humano escuchar “Lo importante es el equipo”, “Partido a partido”, “Es un juego de once contra once”? En fin.

Sobre cómic tampoco os creáis que sé mucho: hay bocadillos, hay cajas, onomatopeyas y, en muchos tebeos, también hay nenas con bodies muy apretados que, según los ves, piensas en lo que tienen que escocer esas ingles y la cantidad de tela que es capaz de albergar una cavidad anal sin entrar en la sodomía textil.

Con estos mimbres, me sumerjo en la lectura de este ensayo de Cano, que es del Betis, no tiene pelo y escribe la mar de bien, a nivel de redactor/periodista, pero bien. Tan bien que finiquito las ciento treinta páginas casi de una sentada sin enterarme de más de la mitad de los nombres que se citan, pero con una idea general bastante clara de la relación entre el cómic y el fútbol.

Creo que esto le pasará también a muchos otros aunque controlen un poco más que yo de estos asuntos, porque, tal y como comenta A. Cano, es curioso que con la popularidad de la que goza el fútbol y la aceptación histórica de las publicaciones con viñetas no exista una relación más fructífera entre ambas disciplinas.

Excepto «Oliver y Benji», estimo que pocos podrán citar otros títulos centrados en este deporte, pero aquí se nos habla de «Eric Castel», «Supergol», «Ganbare Kickers», «Inazuma Eleven», «Shoot!», «Whatashi no Cramer» o «Fútbol. La novela gráfica», y de otros muchas obras que conforman una curiosa bibliografía, demuestran el esfuerzo en la documentación y el cariño por el tema tratado.

El escrito se apoya (puede que demasiado) en el asesoramiento, reflexiones y textos previos de Oriol Estrada, Marc Bernabé, Ramón Usall, Santiago García, Joan Navarro, David Muñoz, Virginia Drake, Pablo Vicente, Migue Fernández Soto, Ramón Casanyes o Geraldo Vílchez entre otros

Hay algún pasaje que queda raro por cierta pretenciosidad al tratar el tema, pero se compensa con otros que contiene guiños casi humorísticos o tocados por la nostalgia. Lo más destacable, y lo que lo eleva sobre el nicho de público futbolero predefinido, es la explicación y repasito que se hace sobre técnicas de narración y subgéneros manga; el histórico general que se revela sobre las obras; o las curiosidades que saca a la luz sobre lo que pasa en editoriales, vestuarios y mentideros.

El conjunto entretiene, enseña y lo puedo recomendar sin sonrojo ninguno. Es necesario ahora un segundo volumen, pero esta vez que hable sobre el balóngolea, pues si bien comprendo que una generación entera de nenes sintieron que ninguno los podría detener con el balón en los pies, muchas nos abrimos a los misterios de la pubertad al mirar que en la cancha estaba una nueva jugadora. Juana era su nombre y tenía mucha calidad.

Aunque este no sea este país para el voleibol.

La Cara Oculta - Miscelánea (XXI)

Hijo blanco de la noche, de Juan G. Mesa. Páginas: 400. P.V.P: 21,90€. Obscura Editorial

De Juan Gónzalez Mesa mantengo yo la opinión de que alterna entre una novela buena, otra mala, una buena, otra mala. Esta es cojonuda.

En realidad, malas no son ningunas. Juan sabe bien lo que hace, pero no siempre conecto con sus historias que, en ocasiones, me resultan aburridas. También he de decir que al público le suelen gustar más las que yo puntúo más bajo. Total, que lo mismo es cosa mía.

Pero retaré a cuchillo quién sea a que me diga que este «Hijo blanco de la noche» no es una gozada a nivel aventura.

Parte de una ucronía, de los hechos acontecidos en una Historia alternativa en la que en el siglo XVIII los esclavos haitianos se rebelaron contra todo blanco explotador que se terciara gracias a la magia vudú. El tema les fue bien porque a negro muerto, negro resucitado en zombie para continuar la lucha (zombie más fiel al original no puede ser), y a que los loas eran divinidades muchos más activas y atentas que cualquier otro dios. Esto cambió un poco las mapas tal y como los conocemos y también ciertas cosillas. Los USA nunca llegaron a conformarse y, por lo tanto, tampoco se exterminaron a los nativos norteamericanos que llegaron a agruparse en su propio país. Los imperios coloniales de las potencias europeas no existieron, y los afroamericanos se englobaron en una nueva nación que abarca desde Haití hasta Texas y el territorio de la llamada Gran Luisiana.

Podemos decir, más o menos, que todo era como en nuestra línea temporal hasta la Revolución Francesa y la Ilustración.

Gracias al Cielo, el Vaticano sí que existe, bajo el mando del Papa Fidel II y sus muñones, que reina en el año en el que arranca la acción de la novela que es el 2000.

A causa del “efecto mariposa” este año 2000 no es como fue el nuestro. En este universo se saltaron algunas guerras civiles y mundiales y, por ende, algunas revoluciones industriales. La tecnología es steampunk y dependiente del helio como combustible.

Dentro del Palacio Pontificio, hay un capitán recién llegado, Augusto Vidocq, que con ese nombre y todo (atiende, cabeza), es de Cádiz, pero de la Cádiz que es ciudad libre porque se pasó la Restauración por el pellejo del cipot...

Todo esto que os cuento es el escenario que arma G. Mesa pasado por el tamiz de mi cabeza de rubia, ergo me dejo cien detalles en el camino y docenas de anzuelos que el autor va metiendo entre frase y frase sobre este universo que se ha montado (yo quiero leer lo del ejercito de zombies contra Napoleón). Cualquier lector con un mínimo de conocimiento histórico va a disfrutar de lo lindo de esta fantasía que se articula con razonamientos lógicos para tejer una nueva realidad totalmente plausible.

Por supuesto no todo se reduce a un “qué habría pasado si...”, no. El bueno de Vidocq (que no es tan bueno ni tan malo y por eso es un personaje tan bien armado) va a verse inmiscuido en una misión de esas que hacen que se te complique la tarde y que te hace plantearte tu lugar en el mundo, tu fe y hasta la confianza que puedes llegar a tener en las cosas que percibes.

El lector va a encontrar una trama bien urdida, con algún altibajo en cuanto al ritmo, pero que incita a ser continuada y terminada. Oh, y el final es muy épico, os lo aseguro, cuando ya crees que no puede haber más emoción tras duelos a sable, tiroteos de rifles de manivela, choques aeronavales entre dirigibles y fragatas, tomahawks contra cañones, el personaje de Cristina Bey (que es por sí misma un arma de destrucción masiva), llega esa conclusión ante la que una se tiene que quitar el sombrero.

Estilo impecable, muy ágil en los diálogos (quizás poco acotados) alternando lo epistolar con un narrador omnisciente más que necesario para explicar tanto como abarca. Muy bueno en escenas de acción y excepcional cuando la prosa se vuelve verso y G. Mesa se gusta tecleando al ritmo de cuerdas de guitarra acústica.

Me sabe a novela de aventura clásica (acentuada la sensación por esa buena utilización de nombres y/o apellidos tan evocadores); deja poso de literatura de calidad, y regusto de fantasía inteligente, original y honesta para con el público (no se tira a aquí del típico Elegido, ni de “es que es una motosierra mágica que funciona gracias al poder del Amor” como elemento resolutivo).

Mi consejo: Realizad la precompra ya, que os va a gustar, lo que pasa es que el calendario de Obscura ha sido un poco raro y no estará a la venta hasta abril. La espera merece la pena.

La Cara Oculta - Miscelánea (XXI)

Para Luz, de Sonia Yánez Calvo y Olga Artigas Ballesta. Páginas: 66. PVP: 12,5€. Ondina Editorial

Esto es una ñoñada monísima y es lo adecuado. Se trata de un cuento infantil, de extensión apta para declamar y alterar el tono y la dicción en las voces de los personajes.

La intencionalidad del texto no se oculta en ningún momento, y Yañez hace las veces de autora y narradora sin disfraz para dar protagonismo a su hija Luz y a su encarnación élfica.

La premisa es bonita y elogiable y el resultado muy bueno. No es este un cuento tonto y sin sustancia, al contrario, consigue montar un argumento muy sólido y hace gala de una buena utilización de mitos y referentes folclóricos que lo dotan de enjundia.

También es valiente al exponer, sin salirse de los linderos amables y gracias a la coartada de la fantasía, ciertos conceptos que se les han vetado a los infantes. Hay un poso de existencialismo puro y duro en esta fábula de colores alejados del neón vacuo y la estética nintendera con la que nos bombardean a niños y adultos.

En «Para Luz» se parte de la proposición de que existen dos planos de existencia: el que comprendemos como normal y real, y otro que va un poco más allá y que, fuera del poco comprometido escenario del “Reino muy lejano”, es fácil deducir (incluso desde la ingenuidad de los más pequeños) que se trata de algo también normal y real y que no es otra cosa que la única premisa segura que tenemos como humanos: nuestra mortalidad.

En esa parte confusa y dolorosa (que es como me gusta a mí referirme al no lugar), en ese contexto de aires y potencialidades oníricas, es donde Sonia emplaza a sus elfos, a sus dioses nórdicos y espectros, su alegoría de la urdimbre de la vida, pero también situaciones mucho más prosaicas, aunque no por ello menos importantes, que parecen responder a interrogantes formulados por un niño y que no dejan de ser grandes cuestiones humanas: ¿De dónde vengo?, ¿Cómo era todo antes de mí?, ¿Qué hay más allá, mamá?

Y aquí una madre intenta dar respuesta valiéndose de perros y gatos parlantes, de hombres de la Luna, de eternos viajeros y de barqueros con talante de psicopompo.

Es un gran regalo para una hija, pero me temo que solo se puede valorar como merece desde la edad adulta.

Todo esto se armoniza con el arte de Olga Artigas Ballesta, y en esta ocasión no me gusta el resultado. Muy bueno en la técnica, pero esos acabados de contornos tan marcado, esos colores y texturas de vidriera... ¿cómo explicarlo? No quedan mal, en absoluto, y cumplen con creces a nivel de la comercialización del tomo, pero Artigas luce de verdad en la ductilidad del lápiz, en su trazo nervioso y fluido, en sus grises de mina tocados con sutileza por algún detalle de color. No reconozco a mi comadre aquí, la noto además constreñida, demasiado fajada (me temo) por ideas ajenas o imposiciones editoriales. Olguita es una purasangre y hay que dejarla con la rienda muy suelta y montarla a pelo.

Y ya que saco lo del sello, es un pecado lo que ha hecho Ondina con la maqueta. Ilustraciones destrozadas por la paginación, planchas mal estructuradas y una falta de cariño general que se hace más notable al contrastarla con la calidad del papel y la impresión. Una pena, y más cuando parte del precio de venta al público va destinado a las asociaciones Síndrome 22q11 y a Agaprem.

Vamos a quedarnos con lo bueno: Una bonita historia que se sale de lo normal y que gustará a grandes y pequeños.

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Todo está en los libros, de Luis Anchondo. Podcast/Canal de Yotube

Luis Anchondo es hermoso varón, de apellido que alienta ilusiones, y que luce padrísimo. Espera, que esto no va de eso... doctor Anchondo, mexicano afincado en El Paso (TEJAS!), ahí, en tierra de gringos. Su doctorado en literatura medieval, renacentista y barroca lo respalda la universidad de Arizona (ARIZONA!) y se dedica a conferenciar y dar clases por campus yanquis sobre lo escrito en castellano de aquí y de allá. Ha colaborado con publicaciones como «La Retaguardia» o «Libros con Uasabi». Le gustan mucho dos cosas, a saber:

1-Sacarse fotos poser para Facebook.

2-«El Quijote», así, en general.

¡Uuuuuh, es el sueño húmedo de cualquier humanista rubia, friki y pelín bipolar con una entrañable inclinación hacia los fármacos de abuso y dos gatos! Pues lo mismo sí, pero además es cervantista. Yo lo descubro en unos de sus post sobre el ingenioso hidalgo, en los que explica cosas loquísimas sobre el iluminado personaje manchego. Él cree que lo hace de manera accesible, pero no controla el medio ni el foro y derrapa en el tono hacia lo académico. Pero a mí me agrada.

Mantiene desde el año 2020 un canal de Youtube en el que sube vídeos relacionados con la obra de Cervantes y la literatura, filosofía y cultura. Se echa unas parrafadas impagables sobre San Juan de la Cruz y el misticismo, la evolución del marxismo en España, o la Metafísica del recuerdo, todos temas que yo valoro mucho a la hora del vermut (los asiduos ya sabéis que tengo mis fetiches).

No lo hace en solitario y a cámara fija, sino que articula las grabaciones como diálogos en los que ha invitado a gente como Vicente García Campo, Nelson Orringer, Ricardo Stern, Sergio Mendiola, Antonio Piñero, Tomás García, Patrizia di Patre o Francisco Callejo.

Por otro lado, tiene una lista de reproducción temática de sus ratitos con, nada más y nada menos, que Fernando Sánchez Dragó. Con él ha platicado de música, arte, religión y docenas de otros temas. A mí con Dragó me pasa que me alucina como enciclopedia viviente, me conduce al tedio más absoluto como novelista, y creo que la divulgación, simplemente, no es lo suyo. Todos recordamos ese plano de TVE2 de un señor leyendo, con el salero de una merluza congelada, cosas que traía en una libreta. Puro espectáculo audiovisual al estilo Netflix. Pero el caso es que la distancia corta y la réplica de Anchondo le va bien a Dragó que se suelta, coleguea fuera de cualquier corsé y así hace digerible para el público la cantidad de datos que tiene en la cabeza (que eso bueno tampoco puede ser, ojo).

En fin, que este canal es droga dura, puro opiáceo por intravenosa y nada de “medio grami a pachas para Pachá”, con todo lo bueno y lo malo que esto implica. A mí me cunde bastante, la escucha, digo, el mediogra da para lo que da.

Todo esto gratis aquí.

La Cara Oculta - Miscelánea (XXI)

No sé yo, nenas y nenes, si esta entrega de «La Cara Oculta», a fecha de su publicación, cierra un año o abre otro. En todo caso, os trasmito mis mejores deseos para el 2023. Ya sabéis que estáis en mis oraciones.

Besos de carmín.