Hace unas semanas, después de asistir a la representación de la ópera de Johannes Chrysostomus Wolfgangus Theophilus Mozart (sí, así se llamaba Mozart) «Don Giovanni», mi mujer me dijo estar indignada por lo que decía el libreto de Lorenzo Da Ponte. Resumiendo mucho, la ópera cuenta, entre otras cosas, que las mujeres son tontas de remate y que (al menos una de ella y de forma explícita) se dejarían golpear si con ello consiguieran que el hombre de su vida les amase por siempre jamás. No sé las veces que hemos visto esa ópera, pero era la primera vez que la indignación de mi esposa era superlativa. Le pregunté sobre por qué se molestaba tanto ahora y no antes; y su contestación fue tajante: ‘En primer lugar las cosas están cambiando y lo que antes era pasable por narices ahora ha dejado de serlo; la puesta en escena nos arrastraba al mundo actual y eso es imperdonable porque Mozart escribió su música y encargó un libreto para ser representado en ese momento, ver normalizado esas sandeces en un escenario que representa el presente es doloroso e innecesario’. Las cosas están cambiando aunque es mucho el camino por recorrer.
Y esa es la tesis de la que parte Rebecca Solnit en su libro de ensayos «La madre de todas las preguntas». Solnit es feminista y dibuja un universo en el que la mujer ha sido silenciada, violada, maltratada y apartada; y un mundo en el que eso sigue sucediendo aunque de forma ligeramente más liviana.
La escritura de Solnit es incisiva, provocadora e inteligente. Tanto es así que, aludiendo al patriarcado injusto y casi eterno en el que vivimos, se acerca a los hombres y su forma de pensar sin causar estragos, removiendo consciencias sin empujones. Solnit acepta y asume que algunos hombres son feministas y señala a los que no lo son intentando que reflexionen sobre lo que va diciendo.