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Actualizado: 15 abr 2017 / 19:51 h.
  • La ouija y Henry Miller
    Henry Miller. / El Correo
  • La ouija y Henry Miller
    Portada de ‘Trópico de Capricornio’. / El Correo
  • La ouija y Henry Miller
    Portada de ‘Trópico de Cáncer’. / El Correo

No me acuerdo cómo ni dónde fue, pero estaba acodado en la barra de un bar viejísimo y malísimo -de esos que tienen aserrín en el piso-, cuando de pronto advertí que a mi lado había un calvito-cabeza de rodilla esperando a ser atendido. Borracho y todo lo reconocí al toque: era Henry Miller, autor de los «trópicos». No perdí la oportunidad y lo abordé invitándole a una cerveza, consiguiendo así una entrevista en exclusiva con él:

F.G.: Dígame una cosa, señor Miller...

H.M.: Tutéame, llámame Henry.

Bueno, Henry, ¿qué significado tiene para ti un libro?

El significado de un libro radica en que el propio libro desaparezca de la vista, en que lo mastiques vivo, lo digieras e incorpores al organismo como carne y sangre que, a su vez, crean nuevo espíritu y dan nueva forma al mundo.

Interesante postulado.

Ajá. ¿Acá sirven vino en botella tapa rosca?

Hmmm... No, creo que no, sólo cerveza.

Esto es una mierda. En fin, prosigue.

A pesar de que la gente que te conoció te tenía como la persona más amable y gentil, muchos de los que han leído alguna de tus obras te consideran un tipo duro, vil, hasta inhumano. ¿Qué opinión te merece este concepto que el grueso de la gente tiene de ti?

Si soy inhumano es porque mi mundo ha sobrepasado sus límites humanos, porque ser humano parece algo pobre, lastimoso, miserable, limitado por los sentidos, restringido por preceptos morales y códigos, definido por trivialidades e ismos.

Pareces tener en muy bajo concepto a la especie humana, como si no te quedaran casi esperanzas...

Es que es desalentador. El hombre no es capaz ni siquiera de destruirse a sí mismo; sólo puede destruir a los demás. Estoy asqueado.

Suenas como un hombre justo.

Me ofendes, y te digo el porqué: son los justos quienes nunca han conocido el secreto de la confraternidad humana. Son los justos quienes están cometiendo los crímenes contra el hombre, los justos son los auténticos monstruos. Los justos son quienes exigen nuestras huellas dactilares, quienes nos demuestran que hemos muerto aun cuando estamos ante ellos en carne y hueso.

En conclusión, ¿el mundo es una mierda?

Lo único que te puedo decir respecto a eso es que la gran casa de putas en que han convertido la vida no requiere decoración.

Crees entonces que el mundo no pasa de ser un gigantesco prostíbulo.

Sí, la amarga experiencia me ha enseñado que lo que sostiene al mundo es la relación sexual.

Ya que estamos tocando el tema, ¿qué opinión tienes de las mujeres?

Muy simple, pues que al parecer no tienen bastante con un buen polvo... Quieren tu alma también.

¿Te refieres a todas las mujeres?

Sí.

¿Qué más has aprendido de tanta mujer en tu vida?

Que hay coños caníbales, que se abren de par en par como las mandíbulas de la ballena y te tragan vivo; hay también coños masoquistas, que se cierran como las ostras y tienen conchas duras y quizás una perla o dos dentro; hay coños telegráficos, que practican el código Morse y dejan la mente llena de puntos y rayas; hay coños políticos, que están saturados de ideología y niegan hasta la menopausia; hay coños vegetativos, que no dan respuesta a no ser que los extirpes de raíz; hay coños religiosos, que huelen como los adventistas del Séptimo Día y están llenos de abalorios, gusanos, conchas de almeja, excremento de ovejas y, de vez en cuando, migas de pan; hay coños diversos, que se resisten a cualquier clasificación o descripción, con los que te tropiezas una sola vez en la vida y que te dejan mustio y marcado; hay coños hechos de pura alegría, que no tienen nombre ni antecedente y son los mejores de todos, pero, ¿adónde han ido a derramarse?

No sé, si lo supiera ten por seguro que no estaría aquí.

Miller se había quedado callado de súbito; con la cabeza en alto miraba hacia un punto indeterminado con ojos luminosos, casi incendiarios, como si de repente le hubiese venido a la mente un remoto polvo magistral, antológico. Estrelló con fuerza su vaso vacío contra la barra del bar, pidiéndome que le sirviera más cerveza; luego me gorroneó un cigarro y, sin mirarme siquiera, sentenció:

Y, por último, existe el coño que lo es todo y vamos a llamarlo supercoño, pues no es de esta tierra, sino de ese país radiante a donde hace mucho nos invitaron a huir: el País de la Jodienda, que es donde vive el Padre Apis, el toro profético que se abrió paso a cornadas hasta el cielo y destronó a las deidades castradas del bien y el mal.

Gracias, maestro.

De nada, hijo.

Oye, Henry, no quiero quitarte más tiempo. Para terminar, y aunque sea una pregunta muy trillada, ¿qué podrías decirles a los nuevos escritores o a los que pretenden serlo?

Que las ideas tienen que ir unidas a la acción; si no hay sexo y vitalidad en ellas, no hay acción. Las ideas no pueden existir solas en el vacío de la mente. Las ideas están relacionadas con la vida: ideas hepáticas, ideas renales, ideas intersticiales.

Gracias por tu tiempo, Henry. ¿Alguna otra cosa más que quisieras añadir?

No, ya me cansé de hablar contigo.

Entonces llegó una furcia y nuestro entrevistado se fue con ella en el acto. Los vi entrando juntos al baño. Le deseé suerte, aunque era obvio que no la necesitaba; en cambio yo sí que la necesitaría: no tenía cómo pagar la cuenta... tendría que lavar los platos, otra vez.

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Textos de las respuestas tomados de Trópico de cáncer y Trópico de capricornio.