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Actualizado: 20 abr 2019 / 14:46 h.
  • Scarlett Johansson y Bill Murray en un momento de la película. / El Correo
    Scarlett Johansson y Bill Murray en un momento de la película. / El Correo

Bob Harris y Charlotte son los personajes principales de Lost in Translation, una película de culto para muchos y despreciada por muchos también. Bob y Charlotte están encarnados por Bill Murray y Scarlett Johansson (cuando rodó la película tenía 17 años y una belleza sobrecogedora). Es, posiblemente, la mejor película de Sofia Coppola.

Con Lost in Translation se aprende que la soledad es un estado de ánimo demoledor que tiene una solución escondida en sí misma; se aprende que el amor está oculto en cualquier gesto, en cualquier casualidad que pasa desapercibida para todos excepto para uno mismo; con la cinta de Sofia Coppola se entiende la lentitud de las películas es un efecto que se produce al comparar una cinta independiente cualquiera con lo que se hace en Hollywood, es decir, es una cuestión de percepción y no un problema de la película; se intuye que cada vida tiene su propia banda sonora. Pero, sobre todo, se entiende algo esencial: en el día a día, muchas veces, parece que no pasa nada importante cuando, en realidad, está pasando todo sin descanso. En las películas de cine puede pasar eso mismo.

Lost in Translation habla de amistad, de camaradería, de diversidad, de soledad, de esperanza, de amor y de desilusiones. Lost in Translation habla del consuelo que escondemos en cada uno de nuestros gestos si somos generosos, habla de lo cotidiano convertido en un milagro total. Porque Lost in Translation es una lágrima que cae sin que nadie lo sepa, una sala llena de máquinas de juegos con colores brillantes que nos tratan de engañar al no dejarnos ver la oscuridad de la noche, es una sonrisa y un abrazo lleno de cariño, de nostalgia o de deseo; es un karaoke en el que la verdad se deja ver enganchada en fusas y corcheas; un susurro que habla del futuro que quizás nunca llegue.

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El karaoke es pieza fundamental en la trama de la película. Las letras de las canciones hablan por los personajes. / El Correo

Bob Harris (Murray), famoso actor en decadencia, llega a Tokio para rodar un anuncio. La relación con su mujer es casi económica, fría, destartalada. Se siente solo aunque, sobre todo, más abandonado que otra cosa; incluso se ve en la televisión convertido en otra cosa cuando escucha la voz doblada. Charlotte (Johansson) es una licenciada en paro que va tras su marido fotógrafo. Seguramente para que su relación mejore, pero no será así. Descubrirá que está sola y abandonada. Se conocen en el hotel. Ambos sufren insomnio. Y recorren la ciudad descubriendo un mundo completamente ajeno, como lo es la realidad en sí misma. El jetlag es existencial, lo del cambio de hora es lo de menos.

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La mirada desde la ventana a la ciudad (podría ser cualquiera del mundo) ya nos habla en el arranque de la soledad en un mundo inmenso. / El Correo

Lance Acord hace un trabajo formidable con la fotografía. Busca los tonos azules y negros para que la realidad imponente de neón brille con intensidad. Es en esos escenarios donde se encuentran los protagonistas, es en esos escenarios donde se hacen conscientes de que el hombre o la mujer de tu vida pasa por delante de ti y no puedes perder la oportunidad, que el reencuentro de dos almas gemelas se produce una sola vez en la vida y no se puede perder la oportunidad. Es en esos escenarios que no dejan ver nada que se parezca a la humanidad en los que aparece la esperanza. El neón, una discoteca con fuegos artificiales o una escopeta láser pueden encerrar el misterio más deseado por el ser humano: ser amado.

Bill Murray y Scarlett Johansson logran defender sus papeles con eficacia. La dirección de Coppola es delicada y precisa. Busca los planos sugerentes, los planos en los que lo que queda fuera de foco grite una verdad que quedaría inédita de cualquier otra forma.

La banda sonora es impresionante y resulta imprescindible para entender lo que pasa. Las letras de las canciones hablan en lugar de hacerlo los personajes (More tan this en lugar de él y Brass in pocket en lugar de ella). Escuchando con atención aparece un sentido mucho más intenso. Comienza la BSO con Girls de Death in Vegas y termina con el Just like honey de The Jesus and Mary Chain para cerrar una trama maravillosa y perturbadora.

Lost in Translation en una extraordinaria película y un buen aficionado al cine no puede dejar de verla. Aunque no le guste.

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Cartel de ‘Lost in Translation’. / El Correo