El jazz es la música que mejor se adapta a las nuevas formas, a noviazgos con ritmos distintos que buscan fusiones casi inevitables. Jazz y rock; jazz y samba; jazz y clásica; jazz y flamenco... Ser pura libertad permite todo tipo de movimientos enriquecedores. Ser pura libertad permite que las formas de expresión no queden bloqueadas al encontrarse con muros que fueron colocados para defender no sabemos qué cosas.
Marco Mezquida es un pianista magnífico, un libreimprovisador que suele arrastrar al que escucha su música hasta territorios que apenas se pueden intuir a priori. La última vez que el que escribe disfrutó de su música en directo fue en el Festival Internacional de Jazz de Madrid, formando parte de un trio extraordinario, MAP; y, francamente, el sabor de boca que conservo es maravilloso. Por ello, no me ha extrañado que su nuevo disco en compañía del guitarrista ‘Chiculeo’ (¡¿Se puede disfrutar de mejor compañía si hay que hacer música?!) me haya gustado tanto como lo ha hecho. Y es que la guitarra de Chicuelo es honda cuando toca, alegre si se necesita que lo sea y siempre suena buscando la verdad. La unión de estos dos músicos es agradable, un acierto, y con ella se construye una fusión entre jazz y flamenco en la que imperan ritmos serenos, sones que nos invitan a reflexionar. Y eso no es poca cosa.