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Actualizado: 20 jun 2018 / 22:22 h.
  • Poesía e industrias en Puente Genil
    En Puente Genil el tejido empresarial es la mayor potencia y la creatividad su aliada. / Concha García
  • Poesía e industrias en Puente Genil
    Los romanos creían que el vino era una necesidad vital diaria. / Concha García
  • Poesía e industrias en Puente Genil
    En los barriles de esta bodega no ha firmado aún ninguna mujer. / Concha García
  • Poesía e industrias en Puente Genil
    En la fabrica de rodillos el ambiente es estupendo. / Concha García

Me recibe Damián. Nunca había estado en una fábrica de rodillos, los hay de diversos tamaños, la gente que trabaja está contenta, la media de edad está por debajo de los cuarenta años. Damián me dice que hace 24 que crearon la empresa y siguen creciendo, comparo el crecimiento de una empresa a la consecución de un objetivo, mentalmente hago comparaciones, no puedo evitar las analogías, si una persona está hundida no va a poder permitir que un equipo se mueva, y aunque los poetas somos seres más solitarios cuando nos ponemos a escribir, sin el deseo de hacerlo tampoco daría resultados escritura alguna. Estamos en una frecuencia parecida. ¿Y los robots? Le pregunto, como si estos fueran una amenaza. Llegarán, me contesta, en las Ferias ya se ven paseando con bandejas de canapés a lo largo de los pasillos. El historiador israelí Yuval Noah Harari vaticina que en el s. XXI pasaremos a ser como dioses, que acabará el homo sapiens y la inteligencia artificial cambiará la configuración del mundo. Mientras llega, yo admiro el grupo de trabajadores moviéndose de un lado a otro, la creatividad que manifiestan puesto que inventan y fabrican sus propias máquinas. Y esa dimensión de lo humano, a pequeña escala, se diferencia de las grandes multinacionales a quienes solo les interesa el consumo masivo, sin tener en cuenta la manera en la que producen. Algunas cadenas alimentarias tratan de experimentar con nuestros organismos, pienso. Menos mal que cada vez, multiplicándose y sin hacer tanto ruido, como un rizoma que crece junto a los grandes poderes de Bayer o Monsanto, hay quienes se preocupan por hacer algo de calidad, que respete el medio ambiente, y nos confiera salud. La Asociación Cultural Poética de Puente Genil, representada por Antonio Roa, intenta entretejer la poesía con la creación industrial. Vamos a unas bodegas pequeñas, creadas hace un siglo, me cuenta Javier Álvarez, el gerente, que la uva Pedro Ximénez llegó de casualidad a Córdoba, al parecer, un soldado francés tenía un esqueje en su mochila. Me dice que con esa misma uva se elaboran cinco o seis vinos distintos: crianza biológica, oxidativa, o híbrida de ambas; crianza de vino dulce y de vinagre. La capa de levadura que crece sobre el vino en el barril es la flor del mismo y que los finos andaluces son de crianza biológica. Pero la juventud no toma tanto vino como hace veinte años, eso es cierto. Me tomo un amontillado, transparente, amarillo, es el resultado de un vino que fue fino y después de quitar la capa de levadura comienza a oxidarse. Los romanos creían que el vino era una necesidad vital diaria y lo comercializaron para todos. No olvidemos que Catón, Horacio, Plinio o Virgilio, encomiaban el vino en sus obras. El vino despierta nuestras cualidades artísticas, y paseo entre los toneles con ese olor profundo, a madera húmeda y alcohol, en la parte de abajo están alineados los bidones con solera. Veo la firma de El Fosforito en uno de los bidones, también la de algunos poetas que pasaron por Puente Genil, sin embargo, ninguna mujer ha firmado aún en uno de los bidones. Pasear entre los toneles es agradable, el olor que rezuma así como el silencio, son acogedores. El tiempo parece detenido puesto que diversas zonas permanecen igual que cuando se fundó. Salgo a la calle y el sol de junio aprieta. Recuerdo una creencia que he escuchado en muchas ocasiones relacionada con los andaluces. Son vagos, hacen la siesta, y están siempre de fiesta. Esa creencia, como todas, se alimenta de tópicos que convierten algo que no existe en una realidad. Si escribo todo esto es también para darle la vuelta a lo que se cree. Habría que retroaerse a los tiempos en los que el dictador Franco se alió con las burguesías catalana y vasca para que se produjeran allá las materias primas que salían del sur andaluz. Vale la pena conocer toda la producción de Andalucía para no quedarse con el tópico. Seguiremos.