Decir que el hombre ha intentado progresar desde que vivió en las cavernas no es ningún descubrimiento. Tampoco lo es que alguien afirme que con cada intento de progresar se ha vivido una tragedia y que hemos dejado atrás parte de lo que éramos y nunca deberíamos haber dejado abandonado. Alguien podría decir que eso no es cierto, que algunos adelantos han sido beneficiosos y no han causado problema alguno. Olvidan que el ser humano prueba todo lo que hace para llegar al final del camino y que el fin justifica, algunas veces, unos medios vergonzosos, lesivos y perversos.
En cualquier caso, «Three Tales, Vídeo-ópera Digital Documental (1998-2002)», del compositor Steve Reich y de la artista Beryl Korot, indaga en esas zonas de la historia en las que suceden grandes logros con sus grandes consecuencias. Generalmente, nefastas. E indaga en esa zona ética y moral que convierte al ser humano en una cosa u otra, en un ser malvado o maravilloso.
El espectáculo resulta fascinante. Bello, apasionado; en busca del diálogo entre imagen y música, entre la palabra y las notas musicales. Y esa reflexión por parte dell espectador que se busca desde el primer acorde y desde la primera de las imágenes, estalla de inmediato. Ahora bien, «Three» Tales no es una ópera. Es verdad que tenemos cantantes, es verdad que tenemos instrumentos, pero también lo es que no tenemos la esencia teatral de la que se nutre la ópera. La acción dramática no existe porque es imposible. El director musical, Nacho de Paz, realiza un esfuerzo más que notable para lograr coordinar todos los elementos que le ofrecen partitura e imágenes, pero no puede elevar el espectáculo a la categoría de ópera porque, aunque así lo quieran llamar, esto no lo es.