Esta es una novela de trama. Todos los esfuerzos de su autora, Susana Rodríguez Lezaun, se centran y concentran en contar una historia en la que el crimen, la codicia, la tensión narrativa y, sobre todo, Zoe Bennett (protagonista del relato), son esenciales; una historia con la que queda claro que todos podemos convertirnos en un asesino despiadado de un día para otro.
Desde la primera línea, el ritmo es endiablado, todo sucede sin dar un solo respiro al lector. La autora, además, es astuta al salpicar el libro con páginas en los que la violencia, los giros argumentales y las escenas de cama subidas de tono, hacen imposible cerrar el libro. Las piezas de la trama se colocan con exactitud y con cierta alegría respecto a los tiempos y al tempo. No se fuerzan las cosas y esto es algo muy de agradecer.
Una bala con mi nombre es una novela policiaca. No es una novela negra. En ella prima la acción y el disfrute del lector. El misterio o el suspense no dejan de ser anecdóticos y solo funcionan como vehículos al servicio del eje central del texto. Es uno de esos libros que se convierten en un atractivo regalo de navidad para lectores jóvenes que tratan de encontrar la diversión en la lectura o para adultos que se quieren tomar un respiro respecto a la realidad.
La autora no trata de transitar zonas de gran expresividad lírica. Tiende más a entregar información bien colocada a lo largo del relato. Los tonos son medios y los alientos más bien cortos, lo que provoca que la lectura sea muy accesible. Los diálogos se convierten en zonas expositivas con las que provocar un avance argumental. Nada de conflictos o fricción de logos. Los diálogos justifican la evolución de la trama y da cierta libertad a Susana Rodríguez Lezaun para tomarse algunas licencias.