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Actualizado: 28 nov 2020 / 09:48 h.
  • Juan Antonio Virizuela. / Fotografía cortesía del Sr. Virizuela
    Juan Antonio Virizuela. / Fotografía cortesía del Sr. Virizuela

Juan Antonio Virizuela Echaburu es el jefe de oncología médica de Quirón Sagrado Corazón, miembro de la Unidad de Mama del mismo y de la que funciona en el Hospital Universitario Virgen Macarena de Sevilla en el que es adjunto al servicio de oncología. Es especialista en tumores urológicos. Es un hombre muy amable, excelente conversador y entusiasta divulgador de la esperanza frente a la enfermedad. Quiere que sus palabras sirvan para que se conozca el proceso que cientos de personas viven a diario y que sirva para tranquilizar, para hacer que la gente lo enfrente con positividad.

¿Hay algo de mito en ese miedo atroz que genera escuchar la palabra cáncer? ¿Es una enfermedad que ya se puede curar?

«Estamos en un momento de transición. Los avances en el diagnóstico y los tratamientos de los últimos años han sido muy, muy, importantes. El cáncer puede generar un gran miedo dependiendo de quién lo tenga, de en qué estadio se encuentre, de sus características. Depende de muchas cosas al mismo tiempo que la curación se pueda producir o no. Cáncer es un conjunto de familias de tumores, de órganos de los que proceden y extensiones de los mismos; y todo va a depender de cómo se expliquen las cosas y cómo evolucionen. Los médicos tenemos que ser capaces de explicar lo que es y explicar al paciente qué es lo que, previsiblemente, le va a pasar a partir de ese momento, si tendrá solución inmediata o a medio plazo; si será necesaria la cirugía o la quimioterapia, etc. Hay que explicar muy bien al paciente lo que tiene para que alcance a comprender la gravedad y hasta dónde llegaremos en el proceso. Hay que sacar lo mejor de los pacientes para que afronten lo mejor que sea posible la enfermedad.

No se puede hablar de cáncer generalizando porque existen pequeños cánceres de piel que con una intervención mínima se solucionan y los hay muy desarrollados y en zonas muy delicadas que tienen un diagnóstico, de entrada, muy malo».

Hace algunos años los oncólogos trabajaban casi a ciegas, con los recursos justos. Decía Andreas Moritz que ‘los tratamientos estándar no están hechos para curar el cáncer, sino para destruirlo’ ¿Cada paciente es un mundo y necesita un cuidado diseñado expresamente para él? ¿Cómo y cuánto ha cambiado la oncología en los últimos años?

«Al comenzar, me encontré con una medicina oncológica en sus inicios. Tenía una capacidad de crecimiento enorme y se utilizaban cuatro armas terapéuticas fundamentales: la cirugía, la radioterapia, la quimioterapia y la hormonoterapia. Se utilizaban de forma singular o combinadas. Se lograron avances muy rápidos en el pronóstico y en la mejora; y se buscaba siempre ‘cantidad de vida’ (curación, vivir más tiempo). Actualmente, todo se ha modernizado aunque seguimos teniendo esos cuatro medios fundamentales para poder tratar a los pacientes aunque lo que prevalece es el tratamiento multidisciplinar. Los tumores se tratan en equipo; se crean comités de tumores compuestos por distintos profesionales especializados en las áreas adecuadas y, así, la eficacia del tratamiento es mucho mayor. Desde el momento del diagnóstico, nos reunimos para determinar el pronóstico, qué se puede ir haciendo... Es un gran avance que se sumen muchas miradas para analizar el mismo problema. Cada paciente y cada tumor pueden y deber tener un tratamiento específico. Buscamos alteraciones específicas, lo que llamamos ‘dianas terapéuticas’, que son puntos de la maquinaria de reproducción y crecimiento anómalo de las células sobre las que podemos actuar específicamente. Al principio era lo mismo para todos. Ahora encontramos en lo específico de la patología la posible cura. Estamos obligados a conocer ese tumor que tratamos desde el punto de vista histológico, citológico y molecular, para dar la mejor de las soluciones posibles. Hemos logrado unir la investigación crítica, la investigación básica y esa investigación traslacional que nos permite tratar a las personas de forma específica. Los oncólogos utilizamos una frase para referirnos a esto: ‘Desde el laboratorio a la cama del paciente’.

No obstante puede que algún tratamiento estándar sea singular. Por ejemplo, en alguna mutación concreta que afecta a un porcentaje de los enfermos podemos aplicar el mismo tratamiento porque sabemos que suele funcionar muy bien. Es estándar y singular al mismo tiempo».

¿Son las familias un paciente más, hay que atenderles con tanto cariño como se atiende a los enfermos?

«Sin lugar a dudas aunque lo mejor es considerarles como parte del equipo. La familia se convierte en un apoyo espectacular. La cura del paciente depende mucho de su propia naturaleza, pero también del apoyo que tiene de la familia o de sus amigos. A veces, no somos conscientes de lo importante que es la familia y de lo fundamental que resulta informarles para que sean parte del proceso que se llevará a cabo con un paciente. Es muy importante que sepan qué ocurre y qué va a ocurrir porque la capacidad de curación de un enfermo y la capacidad para ayudar a la cura de un enfermo emanan de la confianza en el personal sanitario, de la posibilidad de poder preguntar (unos u otro) sobre un asunto que genera preocupación, de saber o intuir que están en buenas manos».

¿Se aprende más de un enfermo o de un catedrático en la universidad?

«Si fuéramos inteligentes deberíamos fijarnos más en lo que dicen y hacen los pacientes. Yo, desde luego, las cosas más importantes que he aprendido en mi vida siempre me las han proporcionado mis pacientes. En el lado de la mesa que ocupa un médico es muy fácil objetivar las cosas, racionalizar en exceso; pero en el de enfrente todo es tremendo, es muy difícil y tenemos la obligación de ponernos en el lugar de alguien que acaba de conocer que tiene un tumor o que está viviendo un proceso que pone a prueba todo lo que eres. Dependerá del paciente y del catedrático, por su puesto, pero en general la categoría de las personas es monumental y hay que escuchar y fijarse en cómo resuelven problemas extremos de salud».

¿Ha asistido a algún milagro obrado por la fuerza de voluntad y por la esperanza? Lo digo porque Norman Cousins decía que ‘los medicamentos no siempre son necesarios. La creencia en la recuperación lo es’ y es una reflexión muy chocante para los que no entendemos de medicina.

«No puedo decir un sí rotundo porque no creo que sea todo blanco o negro, pero la gente cuando pone su confianza en la medicina y en sus creencias, en eso que le acompaña siempre y a lo que puede agarrarse en los peores momentos, sí recibe a cambio un efecto muy positivo. Y no ya en la curación sino más bien en el proceso, en cómo lo enfocan y les permite afrontar los problemas con una actitud que ayuda a que todo vaya mejor. Es impactante asistir a cómo algunos enfermos llevan un proceso tan duro, con qué entereza, con que categoría, con que lucha y con qué normalidad».

«La cura del paciente depende de su naturaleza y del apoyo de la familia»
Juan Antonio Virizuela. / Fotografía cortesía del Sr. Virizuela

Un especialista en oncología suele tener una relación estrecha e intensa con la muerte. Está cerca de ella, casi puede tocarla, al menos así lo vemos muchos. ¿Cómo se lleva algo así?

«No se puede generalizar y cada oncólogo lo lleva como puede, pero es verdad que es muy difícil abstraerse. Finalmente, procuras en cada momento ni pasarte ni no llegar. Si te quedas corto y te distancias de un proceso, pierdes la capacidad de aprender, de comprobar que la calidad humana de los enfermos es inmensa, de experimentar que la confianza del paciente en el médico genera un vínculo del que no puedes despegarte con facilidad porque se trata de la relación de dos personas. Si te pasas, pierdes. El oncólogo no tiene más remedio que adaptar el ejercicio de su profesión a la forma que tiene de ver las cosas para poder resistir momentos muy duros que estamos condenamos a pasar. Desde muy cerca se ven las cosas igual de mal que si te alejas demasiado. Se gana mucho si eres capaz de mantener la distancia justa, la distancia en la que no salgas dañado y la distancia que te permita entender lo que ves y lo que sucede. Hay tres características que los oncólogos debemos tener: valores, compromiso con el paciente; y capacidad de liderazgo, liderazgo con el equipo y con un paciente que está deseando verte la cara, intentando comprender su enfermedad y qué está pasando. Reír, bromear y animar es una forma maravillosa de liderazgo».

A pesar de todo ¿volvería a repetir? ¿Cuántas veces sería médico en posibles ocasiones?

«Sin lugar a dudas. Yo he recibido mucho más de lo que he dado en el ejercicio de mi profesión. Mi profesión reporta enormes alegrías porque te permite conocer a las personas viviendo momentos en los que sacan lo mejor de sí mismos, momentos de los que podemos aprender mucho».