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Actualizado: 24 abr 2021 / 11:12 h.
  • Andrés Marín. / Página de FB del artista.
    Andrés Marín. / Página de FB del artista.

Esta semana de “no feria” el I.C.A.S. nos está ofreciendo una serie de actuaciones flamencas protagonizadas por algunos de los ganadores de los Giraldillos de la última Bienal de Flamenco de Sevilla. Este viernes le tocó el turno a Andrés Marín, ganador del Giraldillo al baile.

A causa de la pandemia, Andrés Marín no pudo llevar a cabo el proyecto que tenía aprobado para la Bienal. A cambio nos brindó una suerte de performance flamenca, de varias horas de duración, que tenía como objetivo habitar el antiguo Monasterio de la Cartuja, hoy Centro Andaluz de Arte Contemporáneo. En este espectáculo recoge algunos fragmentos de dicha performance, aunque el núcleo central gira en torno a ‘Carta Blanca’, una obra que nació como un encargo del Museo Picasso de París cuya consigna principal fue dar carta blanca a Marín en su proceso de creación, de ahí el título.

De esta manera, se trata de un espectáculo en el que el bailaor y creador sevillano se propone transitar por su universo creativo con total libertad. El resultado es una suerte de piezas, sin un aparente nexo de unión en las que el baile va del folclore a la escena contemporánea con una expresión corporal, que remite al origen popular del flamenco y un taconeo plenamente moderno, y tan estilizado que conforma un elemento más de la banda sonora, una composición musical que, por cierto, trasgrede las fronteras del flamenco incorporando algunos instrumentos ajenos a su lenguaje, como la zanfoña y la guitarra eléctrica de Raúl Cantizano, la batería de Daniel Suárez o el clarinete de Javier Trigos quienes, junto al toque colorido y poderoso de Salvador Gutierrez, crean una atmósfera sonora con ciertos tintes rockeros sin duda muy interesante, sobre todo teniendo en cuenta que logra integrar palos flamencos tan dispares como el pregón, la solea, la farruca, la caña y las bulerías sin perder su condición, aunque abusa un tanto de los decibelios y en ocasiones lleva a los artistas invitados al cante a una demostración vocal un tanto extrema. Claro que tanto Segundo Falcón como La Tremendita tienen poderío vocal y dominio del flamenco para eso y mucho más y aquí lo demuestran con creces. Da gusto ver una propuesta de baile con un nivel tan alto, tanto de música instrumental como de cante.

En cuanto al baile, una vez más Andrés Marín hizo gala de su profusa imaginación, su dominio, su amor al cante y su capacidad para incorporar y enriquecer su discurso dancístico con objetos tan dispares como unos platillos, una plancha de metal, una careta o unos grandes cencerros, con los que delimita una figura que parece emular a Sancho Panza y D. Quijote en una sola persona.

Debido al principio de libertad creativa del que parte, las piezas de baile se suceden de forma irregular y en algunos momentos Miguel abusa de los paseos y los movimientos corporales en silencio y los parones que marcan las transiciones entre las distintas piezas. Debido a ello el ritmo se ralentiza y se escapa la emoción. No obstante, la obra nos brinda algunas imágenes fugaces memorables -como las de la pieza que baila con careta o la del principio de las sevillanas- y algunos bailes que, como el de las seguiriyas, transmiten toda la impotencia, rebeldía y rabia contenida que contiene el flamenco.

Título: Jardin Impuro

Lugar: Teatro Lope de Vega, 22 de abril

Baile: Andrés Marín

Cante: La Tremendita y Segundo Falcón

Guitarra flamenca: Salvador Gutiérrez

Guitarra eléctrica y zanfoña: Raúl Cantizano

Percusión: Daniel Suárez

Clarinete: Javier Trigos

Calificación: 4 estrellas