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Actualizado: 28 mar 2017 / 09:27 h.
  • El periodista cultural de TVE, Carlos del Amor, está promocionando su tercer libro ‘Confabulación’. / Manuel Gómez
    El periodista cultural de TVE, Carlos del Amor, está promocionando su tercer libro ‘Confabulación’. / Manuel Gómez

Carlos del Amor no se considera escritor porque dice no tener imaginación si no parte de algo real pero sus piezas culturales son historias con sello propio que captan la atención del espectador. ‘Confabulación’ es su tercer libro aunque no le obsesiona seguir escribiendo. El periodismo le llena lo suficiente aunque sabe que es un privilegiado en un sector en crisis.

—Los personajes del libro tienen patologías mentales que les hacen falsear sus recuerdos. Parece una metáfora de cómo se muestra la vida en las redes sociales.

—Sí, volcamos la vida que nos gustaría tener, solo una parte de nuestra vida de alguna forma lo que les pasa a estos personajes es que los recuerdos le traicionan. Pero cuando no existían las redes sociales lo hacíamos igual. Cuando ibas de viaje fotografiabas sólo lo bonito igual que ahora fotografías los momentos gozosos y va quedando testimonio gráfico de lo bueno. Con los recuerdos en realidad todos confabulamos, los vamos maquillando hasta que llegan a ser algo parecido a lo que vivimos pero no lo que vivimos.

—¿El actual exhibicionismo en internet hace que fabriquemos una vida distinta?

—Desde el mismo momento en el que hay una cámara apuntándote ya no eres tú y una red social se nutre de imágenes, nos hace impostar nuestra vida, ser otros, el que querríamos ser o cómo queremos que nos vean, ocultar nuestras miserias.

—El protagonista conoce una terapia que permite borrar el sufrimiento que provocan los recuerdos dolorosos ¿la utilizaría?

—Es muy peligroso borrar de repente todo lo que te ha hecho daño. Creo que las cicatrices ayudan a crecer, si de repente las borras y todo es Disneylandia en tu vida vives en una realidad que no es cierta y muy expuesto a que un golpe te tumbe a la primera. Borrar el dolor sería una herramienta peligrosa, igual de peligroso que inocularte recuerdos. Lo más bonito de los recuerdos es haberlos vivido.

—Al igual que los relatos de su primer libro, éste nace a partir de una noticia. ¿Es la realidad una fuente literaria inagotable?

—No hay mayor ficción que la realidad, si te fijas por la calle, lees los periódicos con atención o ves la tele hay historias en cualquier esquina. Yo tengo poca imaginación. Puedo imaginar si parto de la realidad, de algo que estoy viendo, que toco, que estoy haciendo, inventar de la nada me cuesta más.

—¿Practica a menudo el juego de inventar la vida de gente con la que se cruza?

—Sí, miro a personas y por su gesto me puedo imaginar de dónde viene, a dónde va, cómo le va la vida, luego puede ser totalmente diferente. De joven tenía un juego que sacábamos papelitos con palabras al azar y sobre eso construía un relato. Pero siempre partiendo de algo que toco, que veo, eso es deformación periodística.

—El protagonista es editor y hace una dura crítica del mundo editorial y su tendencia a primar libros de famosos que salen en la tele. Usted entraría en ese perfil y en su primer libro contaba que fueron a buscarle.

—Sí pero si hay un tercer libro creo que es por algo. Al lector no le engañas muchas veces, tiene que gastarse su dinero en los tiempos que corren en un libro, por mucho que vea a alguien por la tele. Además me reconforta saber que los editores reciben manuscritos de gente anónima que leen y acaban publicando. Y luego yo no soy un presentador de nada, soy un redactor de un área de cultura, uno más dentro de esa redacción, no tengo una popularidad excesiva. Pero si alguien con una popularidad desmedida vende muchísimos libros y eso genera dinero que luego se puede reinvertir en descubrir nuevos valores, pues bienvenido sea.

—Después de tres libros, ¿se le ha inoculado el gusanillo de la literatura? Dicen que se genera una necesidad.

—Yo ya me hubiera conformado con La vida a veces porque era como un sueño tener ese objeto sagrado en las manos que es un libro pero luego llegó el segundo y el tercero porque tenía una historia y si no hay cuarto pues no hay. Tengo muchas necesidades cubiertas: un trabajo que me gusta, que me permite conocer gente, me siento satisfecho. Escribir me gusta y estoy haciendo un máster de estar al otro lado en vez de como entrevistador, pero no va a ser un imperativo tener que escribir otro libro. Lo habrá si hay una historia que merece ser contada y me siento con ganas y talento para contarla.

—Muestra satisfacción con su trabajo pero no me resisto a preguntarle por la crisis del periodismo que supongo que verá a su alrededor.

—Soy optimista en cuanto a que creo que siempre va a hacer falta alguien que cuente las cosas, que ponga en aprietos al poder, que le haga preguntas, que se queje cuando no se aceptan preguntas, pero es verdad que el periodismo forma parte de un entramado económico de los grupos que cada vez quieren abaratar esos costes. Me da pudor y vergüenza cuando veo a fotoperiodistas o freelance jugándose el tipo en Siria por el precio que le paga alguien en un despacho con moqueta en Madrid. Probablemente quien paga eso no ha salido del despacho en su vida. Hace falta ser periodista para comprender a los periodistas. Por eso un jefe periodista está bien porque si ha pisado la calle y sabe lo que cuesta hacer una crónica, pagaría mejor a quien está haciéndola. El problema es cuando hay un ente abstracto que manda y que sólo atiende a rentabilidad.

—Y la ciudadanía ¿cree que valora el trabajo de un profesional frente al vídeo del vecino que pasaba por allí?

—Se nota mucho cuando no estás en los sitios. Todo un informativo o un periódico hecho de cosas donde no ha estado el periodista creo que empieza a flaquear de tal forma que el público le da la espalda. El periodismo ciudadano puede ser un apoyo, un principio de algo o un desencadenante de denuncia pero el periodista tiene esa preparación y de análisis de contexto que valora el ciudadano. Hace falta un periodista para ir y contar lo que sucede. La información de verdad es cara pero es un pilar fundamental para hacer una sociedad más madura y libre.