Facebook Twitter WhatsApp Linkedin Copiar la URL
Enlace copiado
Actualizado: 05 feb 2018 / 08:59 h.
  • Cuando los pícaros carecían de pasaporte
  • Cuando los pícaros carecían de pasaporte
  • Cuando los pícaros carecían de pasaporte
  • Cuando los pícaros carecían de pasaporte
  • Cuando los pícaros carecían de pasaporte
  • Cuando los pícaros carecían de pasaporte
  • Cuando los pícaros carecían de pasaporte
  • Cuando los pícaros carecían de pasaporte
  • Cuando los pícaros carecían de pasaporte

Murillo se parece mucho a Sevilla. Más que Velázquez. Murillo plantea, como le pasa a la ciudad donde nació, un permanente problema de imprecisión: no se sabe dónde nació exactamente (se intuye, más o menos, por dónde pudo ser), ni cuándo (se supone, se baraja...), ni en qué lugar concreto están enterrados sus huesos (la zona está clara, pero vaya usted a saber). Sevilla, que es igual, le ha organizado una conmemoración por los (presuntos) 400 años de su nacimiento tan espectacular como deliciosamente ambigua y descorsetada, y de ese modo uno podrá irse a Triana a ver una exposición de cerámica, zambullirse en los óleos del Museo o irse al Restaurante Oriza a zamparse la recién estrenada tapa del siglo XVI denominada Jarrete de ternera hecho en ropavieja, que seguro que don Bartolomé se comió unas pocas –véase su autorretrato– en las tascas de su juventud. Y el grueso de esta oferta diversa y expandida se articula en un itinerario, la ruta Tras los pasos de Murillo, con origen en el caserón de la calle Santa Teresa número 8, donde el pintor tuvo su taller y hoy reside el Instituto Andaluz de Flamenco: la llamada Casa de Murillo.

«Este es el penúltimo lugar donde vivió y tuvo su obrador», explica José María Santero, «coordinador de la dinámica» en este punto de partida del camino murillesco, donde además de información diversa, recomendaciones y folletos, proporcionan el exitoso pasaporte tipo Expo para que su propietario lo lleve a que se lo acuñen a los distintos hitos del recorrido: la Catedral, el Museo, el Hospital de la Caridad, los Venerables, la Magdalena, San Clemente... «Sí, aquí está el Instituto de Flamenco, que hemos invadido como en el Desembarco de Normandía para quedarnos la planta de abajo con ocasión de la efeméride, je, je», explica con un impecable sentido del humor inalterado por las hordas de visitantes apresuradísimos por obtener su pasaporte y salir corriendo a inhalarse a Murillo por las esquinas. Algunos son grupos de turistas; otros, excursiones de colegiales. «Claro, porque por una parte están los talleres escolares», cuenta Santero. «Habrás visto en la puerta a un grupo de niños que llegan ahora mismo a hacer talleres de restauración y demás; después está la sala del audiovisual, donde se reproduce Murillo, el último viaje, el documental que se estrenó en el pasado Festival de Cine de Sevilla y se puso en el Cervantes durante un tiempo, y que ahora vuelve otra vez a distribuirse en salas comerciales. Y después está la sala donde informamos a los visitantes acerca de todo lo que pueden ver y cómo sacarle el máximo provecho al Año Murillo. Viene muchísima gente de turismo español cercano, no solo turistas de fuera: Málaga, Granada... y muchísimos sevillanos. Este último sábado [por el anterior] hemos tenido el récord en visitas. Aquí no suele venir tanta gente. A lo mejor para el Museo de Bellas Artes es una cantidad insignificante, pero para la gente que se dirige aquí, realmente es inusual. El sábado vinieron 968 personas y el domingo quinientas y pico. De diario, lo normal son 400. El récord estaba en el sábado del puente de diciembre, con 558, pero se ha duplicado. A medida que se acerque el buen tiempo imagino que irá a más. También lo que pasó en Navidad es que los colegios y los grupos no funcionaban, estaban parados, y ahora en enero se han vuelto a echar a la calle. Y por la tarde vienen cuatro o cinco grupos».

En imitación de la época de Murillo, con los pasaportes se da una cierta picaresca. Ahora, como mucho, dan dos por persona, porque había gente con bastante cara. A lo mejor aparecía uno en representación de un grupo y pedía cincuenta o sesenta, así, sin cortarse un pelo, para llevárselos. Eso se atajó de raíz «porque se daba la paradoja de que, al final, había grupos que no habían venido aquí y tenían el pasaporte, y gente que venía a por ellos haciendo el esfuerzo y se encontraban con que no podían llevárselo porque nos habíamos quedado sin ellos».

La idea de la ruta comenzó a funcionar en diciembre, recuerda el coordinador, «y desde entonces ha ido in crescendo», afirma. «La gente no viene solamente a buscar en un plano dónde está, sino que le gusta que le cuentes historias de la historia, de la Caridad, de Justino de Neve, de la importancia del mecenazgo en el Barroco... esas cosas la gente las agradece. Hay muy pocos que te digan que ya se han buscado la vida por su cuenta y no quieren saber nada más; muchísima gente que en principio viene solo a por el pasaporte al final se lleva aquí veinte minutos oyendo un montón de cosas que le encantan. También les gusta mucho que les priorices qué lugares son más importantes o cuál es la urgencia de ir a determinadas actividades cuya fecha de término está próxima y si no se lo dices pueden quedarse sin verlas».

Una gran pantalla interactiva equivalente a un plano mágico permite desplegar destinos, consultar rutas. Otras dos, más pequeñas, conectan con la web del Año Murillo. O sea, que quien no se entere de qué hay, a qué hora, por dónde anda y cuánto cuesta, es que no quiere. No se propone ningún orden; la idea es, como explica el informador, «poder conocer la vida y obra de Murillo y la Sevilla del XVII, a través de espacios de la ciudad que tienen una significación para el artista, bien porque vivió en ellos, bien porque pintó para ellos. San Clemente, la Pila del Pato, Santa María la Blanca, la Plaza de Santa Cruz... De contar todo eso al que vaya llegando se encargan los cinco especialistas de la casa.

«Hay mucha gente que dice que no está enterada, que hay que ver que si no llega a venir aquí no se entera de nada», cuenta José María Santero. «La verdad es que aquí se proporciona una información de calidad que va más allá de enseñar un plano. Además, está el documental, que se reproduce cuatro veces al día en una versión larga, de 52 minutos, a las 10.30, 12.30, 16.30 y 18.30 y después, durante los periodos intermedios, hay uno de 15 minutos que se reproduce en bucle permanentemente para que la gente pueda optar por un formato más breve si le apetece, o para que tengan el resto del tiempo para seguir viendo cosas. A lo mejor hay un grupo de Los Palacios que viene esa mañana a Sevilla y lo que les interesa es ver cosas». Qué daño hiciste, Expo.