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Actualizado: 02 feb 2019 / 17:39 h.
  • Drama sureño de tono amable y corto vuelo

Green Book (**)

Estados Unidos 2018 130 min.

Dirección Peter Farrelly Intérpretes Viggo Mortensen, Mahershala Ali, Iqbal Theba, Linda Cardellini, Ricky Muse.

Drama

Los hermanos y directores Bobby y Peter Farrelly tienen una filmografía digna de análisis. Este se puede hacer para perder el tiempo o para comprobar la existencia de un público norteamericano capaz de pagar por productos insustanciales, zafios y vulgares solo con el peregrino argumento de tratar asuntos políticamente incorrectos. Es bastante rentable para las productoras porque el listado se alarga en el tiempo y no tiene desperdicio: Dos tontos muy tontos (1994), Vaya par de idiotas (1996), Yo, yo mismo e Irene (2000), Amor ciego (2001), Matrimonio compulsivo (2007), Dos tontos todavía más tontos (2014). Películas que no se sostienen en la sobremesa de ninguna televisión generalista ni en los pases nocturnos de los canales vía satélite. Aguantemos la respiración porque semejantes perlas se han estrenado en los mejores cines de España. Una vez más, en este país se sigue imponiendo el imperialismo estadounidense. Sufrimos la desidia y la ignorancia de quienes legislan en materia cultural, son incapaces de evitarnos tanto sufrimiento. Sólo por la gracia de Cameron Díaz se dejaba ver su obra más conocida, la excesivamente vulgar Algo pasa con Mary (1998). Atención, ahora convertida en película de culto porque en una secuencia se pregona una especie de gomina para el pelo, 100% natural.

Bendecida por cinco candidaturas a los Óscar de este año, la historia de Green Book se centra en la relación que en los años sesenta se estableció entre un italiano de profesión portero de discoteca, tosco y racista y un exquisito afroamericano que se ganaba la vida como pianista y compositor de Jazz. La película se basa en hechos reales y cuenta la convivencia de ambos en una gira que realizaron por el sur de Estados Unidos. Dos seres antagónicos que la coexistencia y el trato cercano transformaría hasta convertirlos en otras personas.

Peter Farrelly da un pequeño salto como director, esta vez sin su hermano. Para poner en pie Green Book se ayuda de una puesta en escena clásica y un guión con menos aristas que una bola de billar. En su planteamiento, pasa de largo de todo conflicto externo y se centra en exclusividad en el proceso de aprendizaje mutuo que experimentan sus protagonistas. Ligereza parece ser su idea de espectáculo y para contextualizarlo y desarrollarlo, le basta con añadir leves apuntes sobre discriminación racial, identidad sexual y diferencia de clases.

Como resultado nos encontramos con un drama sureño, otro del montón, de tono amable y de vuelo muy corto. Lo único que puede interesar y no en demasía, es la interpretación de los dos actores protagonistas y especialmente la de Viggo Mortensen,