El Teatro Maestranza ha acogido esta semana la representación de ‘Fuego’, un ballet inspirado en ‘El Amor Brujo’ de Falla con tintes de musical, ya que los bailarines además de bailaor también interpretan y cantan en los números corales.
La obra se estrenó en París en 1989, aunque en España no se pudo ver hasta que fue recuperada con motivo del décimo aniversario de Antonio Gades, autor junto con Carlos Saura de esta nueva versión. Y es que, al parecer, el genial bailarín y coreógrafo alicantino no estaba satisfecho de su resultado.
Tal vez se deba a que la obra presenta dos escollos significativos. Por una lado el libreto- escrito por María Lejárraga aunque en su día lo firmó su marido Gregorio Martínez Sierra- presenta una dramaturgia compleja, sobre todo en cuanto al tratamiento del personaje del espectro, el novio del personaje femenino, Candela, que muere en una reyerta en la primera escena. En vida había sido un personaje posesivo y maltratador y en esta nueva versión sus autores optaron por retratarlo, más que como un fantasma, como una presencia que está solo en la cabeza de Candela, fruto del miedo que supo infringirle en vida. Pero por desgracia eso en este montaje ni siquiera se vislumbra, como tampoco entendemos el papel de la hechicera, ni podemos apreciar la denuncia hacia el maltrato de género que ya a principios del siglo XX supo volcar María Lejárraga en el libreto.
Por otro lado, en su empeño por derivar la obra al terreno del musical, recrea un mezcla que, aunque potencia las claves folclóricas con los tangos, villancicos y bulerías, resta prestancia a la música de Falla, que aparece en algunas escenas de repente, y si no fuera por la magistral interpretación de nuestra Orquesta Sinfónica no acabaría de brillar como se merece.
Por fortuna la coreografía, aunque en general no alcanza a transmitir la pasión que su título nos propone, se luce en los números corales gracias a la magnífica interpretación del cuerpo de baile, y alcanza su mayor potencial emotivo en los pases a dos y los números individuales, que Esmeralda Manzanas colma de elegancia y donosura y permiten al sevillano Álvaro Madrid homenajear al maestro reproduciendo su característico estilo de baile. Todo ello, unido a la impecable iluminación de Zaida Domínguez y el vistoso vestuario de Tania Bak, emocionó al público, a juzgar por la sentida ovación final.