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Actualizado: 30 abr 2022 / 10:16 h.
  • Españoles: ¿El arte ha muerto? (I)

Llevamos ya más de un siglo afirmando en libros, publicaciones, prensa, conferencias, etc., la muerte de la Filosofía, el fin de la Historia, de la Religión, del Arte, etc. desde que Nietzsche diagnosticó la muerte de Dios (en “Así habló Zaratustra” escrita entre 1883 y 1885), del dios occidental católico o protestante me refiero, aunque en ningún momento hasta donde alcanzo, esto no afectó en su momento a los zulúes, bantúes balianos, a muchas tribus africanas, amerindias, oceánicas,...aunque ahora con tanto globalismo, quien sabe.

Lo cierto es que todo eso que conformó una parte de la educación y la cultura de las últimas generaciones –no hablemos de la Filosofía o la Música, ...- se han ido extinguiendo a nuestro lado como animales moribundos a los que como en todo lo demás, hemos hecho oídos sordos, ojos ciegos y bocas cerradas con o sin mascarillas. Intentaré dar unas explicaciones, burdas por otra parte, sobre el porqué ha ocurrido esto.

Españoles: ¿El arte ha muerto? (I)
Alegoría de la Escultura y de la Cerámica. Collage de la autora.

En primer lugar porque los criterios de selección de los artistas han sido arbitrarios para que entren en Museos, colecciones o galerías de Arte.

En segundo, tercer y cuarto lugar, porque no se han tenido en cuenta la calidad de las obras, ni la formación de los artistas, ni la calidad de los materiales, mientras que se ha premiado y fomentado cualquier “cosa” aunque al día siguiente haya que restaurarla, se haya deteriorado por completo, caído del techo o las paredes, podrido incluso.

En quinto lugar porque en paralelo a la construcción de contenedores de arte –nunca mejor dicho el término, aunque en algunos casos se deberían llamar simplemente cubas o vertederos- estos se han ido llenando literalmente de basura, al punto que han desaparecido se ignora si como chatarra, entre otras obras la tristemente célebre de Richard Serra, del Guggenheim de Bilbao, o los restos de una fiesta, de las autoras Sara Goldschmied y Eleanora Ciari expuesta en Art Basel Miami, el famoso plátano de Maurizio Cattelan del Museo Bolzano de Milán, o las frutas y verduras clavadas en las paredes del stand de Helga de Alvear en ARCO 2022, de Karim Shatner, cuyo proceso de deterioro biológico, o la idea y no la obra en sí, es lo que se vende

No todo este tipo de centros o pseudomuseos (otrora panteones sagrados, santuarios de veneración, lugares de peregrinación en el aprendizaje, en la admiración hacia los maestros que nos precedieron), son así, pero sí lo son en el cuanto -a como ocurre en esta Sevilla Nostra- no mantienen expuesta una colección o parte de sus fondos de manera permanente, ojo, pero sí a los autores y en toda ciudad, pueblo, paraje agreste, aldea minúscula, etc., que durante un tiempo que se considere oportuno por parte de los organizadores, promotores, patrocinadores, comisarios, agentes artísticos, gabinetes de comunicación o autoridades de turno, permitan que algún iluminado o iluminada haya decidido hacer “algo” sin entrar mismamente en los Depósitos de Cadáveres Exquisitos, bellas palabras para referirnos a lo que ahora parece considerarse y constituye una de las líneas del Arte.

Españoles: ¿El arte ha muerto? (I)
Alegoría de la Pintura. Collage de la autora.

En sexto lugar, hay que destacar la promoción de los artistas que se han servido de las instituciones políticas para su medro, exactamente lo mismo que estas –o estos- han hecho con ellos, el famoso “Tanto monta...”, aunque aquí habría que considerar la extraordinaria labor llevada a cabo por los “influencers”, sean estos críticos de arte, personajes devenidos en expertos a golpe de chequera (por partida doble o triple, como el tanto Monta), los community managers y demás fauna que suele pulular alrededor de estos entornos, siempre ávidos de lucrarse del trabajo ajeno.

Por otra parte el Arte en el sentido académico que nos llegó hasta los que nacimos en los años sesenta: pintura, escultura, ingeniería, arquitectura, cerámica, ebanistería, herrería, vidriería, fotografía, moda, arte textil, cine, cualquier tipo de diseño incluido el industrial,...van quedando al margen de estos entornos “otrora clásicos” en la medida que se aceptan chorradas tales como performances más vistas que el TBO desde los pioneros –y pioneras, esas sí- de finales de los 50 y primeros de los 60 del pasado siglo, que se dice pronto; videocreaciones de difícil argumentación ni justificación expositiva alguna, happenigs, digitalizaciones, impresiones en 3D y demás medios de transposición tecnológica descarada y no artesanal, tradicional y “artística” como hasta no poco se venía haciendo; resignificaciones, apropiacionismos y otras (de)formaciones en línea además a la evolución de las redes sociales, telefónicas y a conceptualismos difíciles de entender, a no ser que se expliquen las obras y aun así requieran de un texto que justifique su lectura, suponiendo que la tenga.

Exposiciones en línea (“on line”), vídeos de pésima calidad en teléfonos móviles conectados a cascos, pantallas virtuales y reales en todos los formatos hasta llegar al abismo, plagios o pseudoplagios, no son sino algunos de los efectos perversos devenidos de la postmodernidad, la pseudocontracultura y la sociedad de la postmentira en la que estamos: el espejo de los tiempos que corren en cualquier ámbito social.

Evidentemente, no todo lo que respecta a lo anterior debe ser obligatoriamente malo, no, porque entre el pantalleo, los préstamos formales, los guiños y homenajes, hay autores magníficos y nadie inventa la pólvora cada día. Pienso que se me entiende por donde voy, que es por los detritus artísticos y no quisiera parecer más pedante de lo que sido hasta ahora, ni más agorera porque no me llamo Casandra aunque me encantaría, pero ya puestos, podríamos decir que: la vida sigue y el arte tampoco, pues Elpis, la Esperanza, es lo último que nos aguarda siempre en el interior de la Caja de Pandora, es decir, del Arte.

Y bien, continuaremos mañana: ¡¡¡Feliz Feria!!!

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