Se lo debíamos. Sevilla entera se lo debía. Por eso, con las dos exposiciones que recientemente se han realizado –en el Patio del Ayuntamiento y en la galería de arte Magasé- comienzan a celebrarse todas las que se van a ir sucediendo sin duda a partir de ahora, y la mejor manera de hacerlo, sería organizándole -cualquiera de las Instituciones Públicas preferentemente- una gran Antológica que recogiera su obra desde que comenzara a pintar, allá por fines de los años 40 y comienzos de los 50 del XX hasta hoy día en la segunda del XXI, en que continúa pintando fiel a ese amor que siente prácticamente desde su infancia y más temprana juventud, esto es, desde siempre, por este arte que cultiva pacientemente como si cada lienzo fuese una flor que requiriese de sus cuidados diariamente.
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José Luis Mauri Rivero, ante algunas de sus obras. FOTO: T.L.
Paneaux de óleos de José Luis Mauri. FOTO: Cedida por la galería
De Mauri puede decirse que desde sus incicios ha sido un magnífico autor, pues además de su estancia en París (poco frecuente para los autores sevillanos) en donde conoció las Vanguardias coetáneas y anteriores y se relacionó con la “colonia” sevillana instalada también allí, contó desde los primeros momentos con la admiración de uno de los grandes renovadores de la pintura sevillana de su época como lo fuera “D. Miguel” Pérez Aguilera, de la misma manera que para las anteriores generaciones lo fuera Gustavo Bacarisas Podestá, sólo que tal vez Mauri por esa manera suya de transitar tan discretamente por el arte, tan delicadamente exquisita y casi secreta, no sea lo suficientemente conocido como debiera, salvo por los que por afición, afinidad, profesiones similares o coleccionismo de su obra, estamos más atentos a él, seamos teóricos, artistas, gestores públicos o coleccionistas privados, aunque en realidad somos muchos los que le vamos siguiendo en cada ocasión que da a conocer alguna de sus obras nuevas, o como está ocurriendo ahora, también con las retrospectivas.
Uno de los primeros y delicados paisajes de José Luis Mauri. FOTO: Cedida por la Galería.
Es posible que el que no se le conozca -o reconozca- a mayor escala, devenga de su silencio ante los focos, del afrontar la creación en soledad, alejado de la potencia mediática de otr@s de su misma generación, en la que por otra parte tantos extraordinarios pintores ha habido.
Panel central rodeado de paisajes campestres y marinos, de rincones de parques y jardines. FOTO: Cedida por la Galería
Considerado el “Decano de las artes plásticas sevillanas”, porque a sus 91 años sigue pintando, integrándose para que tampoco se olvide, en esa Generación tan fecunda, integrada entre otros por Joaquín Sáenz, Teresa Duclós, Juan Romero, Joaquín Meana, Jaime Burguillos y tantos otros buenos autores que podrían recordarse (además de los que se hace continuamente).
Cracterística obra hiperrealista o abstracta, según se quiera, de Pérez Aguilera. FOTO: Cedida por la Galería
Como autor metódico, José Luis Mauri tiene sus rituales, sus sitios sagrados a los que regresa una y otra vez para captar las diferentes variaciones de la luz sobre los paisajes, sobre la Naturaleza plena que se despliega ante sí, los árboles, las flores, las playas, las colinas,...el aire que envuelve todo eso. Si tuviera que definirle, diría que es el pintor del aire, pues a pesar de que a veces emplea bastante pasta de color, sobre todo en la zona horizontal de los primeros planos, estos se van diluyendo y dispersando en la lejanía, desapareciendo prácticamente casi hasta deshacerse en el horizonte, salvo a veces, con ligeros toques que resaltan la parte o las partes que también quiere destacar.
Sutil paisaje de Las Marismas, de Juan F. Lacomba. FOTO: Cedida por la Galería
Retratos, monumentos, encuadres urbanos, horas del día o del atardecer, realizados con una paleta amplísima de color sin que ninguno destaque en la armonía que se encierra en cada lienzo.
Una de las edificaciones emblemáticas del Movimiento Moderno, de Daniel Bilbao. FOTO: Cedida por la Galería
Música y mística del silencio, pintura especial, llena de sensibilidad, que parece no acabarse en la prolongación que transmite lo imaginado, como tampoco en la felicidad, el placer de deslizar el óleo sobre los lienzos, la sabiduría de una mano maestra en los muchos sentidos de la palabra; porque si bien él puede considerarse como un continuador de la Gran Escuela paisajística sevillana desde Gonzalo Bilbao o Sánchez Perrier (por ejemplo), también él es un nexo que lo ha conectado con las nuevas generaciones gracias a su magisterio en la Facultad de Bellas Artes y en cada ocasión que expone como han sido estas.
Uno de los primeros lienzos de Juan José Fuentes. FOTO: Cedida por la galería
Y bien, para que este Homenaje se lleve a cabo, Juan F. Lacomba, Daniel Bilbao, Juan José Fuentes, Curro González, Ricardo Suárez y una de las obras del tristemente desaparecido Maestro Miguel Pérez Aguilera, han formado una colectiva a partir de la idea conjunta que tuvieron otros dos participantes: el también pintor Joaquín –o Quino- González, y el galerista Fernando Mañes, quien se va haciendo un importante hueco en el panorama expositivo de nuestra ciudad, escogiendo y promocionando a una serie de escultores y escultoras; pintores y pintoras; collagistas, fotógrafos, grabadores, etc. en el local de Cardenal Spínola, 12, con esta (y tantas otras) exposiciones que quedarán en la “Memoria Artística” de la ciudad.
Dos paisajes abstractos de Joaquín González. FOTO: Cedida por la Galería
Sentir de cerca la pintura de José Luis Mauri es ya en sí mismo un regalo de la vida. También, por lo que significa él además de por su pintura, por su carácter amable, generoso, afectivo. Un lujazo para el que existen muchísimas palabras para definirlo. Por eso pido a los lectores, que vean de cerca sus obras cada vez que tengan ocasión, una de las mejores maneras de conocerle y también de quererle.
Lienzo de Curro González. FOTO: Cedida por la Galería
Me despido con las palabras que le dedicara en Diario de Sevilla Luis Sánchez-Moliní, en la entrevista-documento, excepcional para conocer a José Luis Mauri, publicada el 18 de octubre de 2018, en donde le definía entre otras muchas cosas, como el “pintor de sombrero y caballete”, pues ciertamente para pintar el campo, los jardines, los rincones de parques, la inmensidad de las playas de Conil (y otras), situarse frente al esplendor luminoso de cualquier cosa que tenga por delante y pasar bastantes horas con diferentes pinceles, aplicándolos de manera rayonista, con manchas expansivas de color, o casi puntillista -ambos elementos junto a la paleta que siempre usa y la banqueta- que en una obra tan detallista como la suya, desde luego que son imprescindibles.
Obra de Ricardo Suárez. FOTO: Cedida por la Galería
También lo son para nosotros, si queremos adentrarnos en la inmensidad de las obras que vemos, gozamos, sentimos con sus pulsaciones, en las delicadas joyas que han constituido y constituyen cada día, cada una de sus pinturas.