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Actualizado: 12 jun 2022 / 15:51 h.
  • Sandra Carrasco y María Mezcle camino del estrellato

Una cantaora, María Mezcle, fiel al flamenco tradicional frente a otra que, como Sandra Carrasco, se salta las lindes de la ortodoxia flamenca hasta dotarlo de una impronta sumamente personal. Es la propuesta que anoche pudimos disfrutar en el Teatro Central, una suerte de dos recitales en uno que confirma a estas dos jóvenes cantaoras como auténticas aspirantes a estrellas del firmamento flamenco.

Y es que, más que una función conjunta, lo que ayer nos ofrecieron Sandra y María fue un recital individual de cada una de ellas. Aunque eso sí, compartieron escenario en el último número y nos brindaron un curioso fin de fiestas en el que cantaron al alimón por bulerías coplas tan populares como ‘Pena, penita’, ‘Triniá’, ‘Ojos verdes’ y ‘La bien pagá’, un espectacular mano a mano entre las dos cantaoras que fue, sin duda, el momento más emotivo de la noche, aunque no el único.

Antes de eso Sandra, junto a la espléndida sonanta del joven David del Arahal, nos llevó de la sonrisa a la congoja pasando de una milonga picarona de Marchena -que reconocemos por la letra porque se lleva la música a su terreno hasta hacerla plenamente suya- a una malagueña que dio rienda suelta a su capacidad para transmitir el potencial emotivo del cante flamenco. A ello le sumó una soleá del Charamusco cuya viveza de ritmo remite a las grabaciones de los antiguos discos de pizarra, unas sevillanas con las que rindió pleitesía a sus referentes, Estrella Morente y su padre, el maestro Enrique Morente y unas guajiras que trajeron de nuevo a escena los ecos de Pepe Marchena, aunque la cantaora onubense les imprimió su toque personal, colmandolas de dulzura y sensualidad.

Marchena y Morente, casi nada. Pero Sandra Carrasco puede con eso y con lo que se proponga. Ella posee una garganta y un oído privilegiado, unas facultades que le permiten hacer un cante repleto de melismas y florituras, pero también profundo y doliente. Nos quedamos con las ganas de los fandangos, que la cantaora borda, como no podía ser de otra manera siendo de Huelva. Estaban previstos en el programa y no sabemos muy bien porqué decidió no hacerlos. Tal vez se deba a que, a causa del multitudinario concierto que tenía lugar en el Estadio Olímpico, el recital hubo de comenzar unos minutos más tarde, y por poco tiene que suspenderse. De hecho, el guitarrista de María Mezcle, Jonny Jiménez, no llegó al teatro hasta prácticamente unos minutos antes de que Sandra diera paso a su compañera.

María, acompañada por el brillante toque del guitarrista madrileño, también nos cantó por malagueñas y por sevillanas, un cante con el que homenajeó a Camarón, Paco de Lucía, Farruco y Pastora Pavón, Niña de los Peines. Cuatro de los más grandes maestros del flamenco que inspiran a la artista en su fidelidad al cante clásico. María, completó su repertorio con unos tientos-tangos cuyo final trajo de nuevo a escena a Enrique Morente, unas soleares por bulerías sembradas de compás y unos sabrosones tanguillos que de forma original enlazó con las cantiñas. Y para terminar, la cantaora se puso de pie para hacer un recorrido por bulerías que nos cantó de pie y sin micrófono, convirtiendo el escenario en una suerte de fiesta improvisada que nos instaba a ejercer un papel activo. Aunque por desgracia el público se mantuvo un tanto frío y no acabó de animar a la cantaora como se merecía, dada la pasión, la entrega y el dominio del compás que derrochó en escena.

Tanto Sandra Carrasco como María Mezcle se hicieron merecedoras de ser auténticas aspirantes al estrellato de un arte que, como el flamenco, puede alojar estilos muy diferentes. Me lo dijo un día José Domínguez, El Cabrero: “el flamenco tiene que tener una reata muy larga. La reata larga que arrastra quejió, lamentos, que llora y canta”.

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