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Actualizado: 08 sep 2019 / 11:07 h.
  • Técnicas del siglo XVII para un retablo del siglo XXI
    De izquierda a derecha, Enrique Castellanos, Francisco Verdugo, un ayudante del carpintero, Enrique Gonzálvez y Fernando Murciano.
  • Técnicas del siglo XVII para un retablo del siglo XXI
  • Técnicas del siglo XVII para un retablo del siglo XXI

El trabajo colectivo de cinco artistas y artesanos sevillanos ha permitido culminar un ambicioso empeño en un tiempo record. Hablamos de un retablo tallado en madera y dorado en oro fino que, con el del Rocío y el Cachorro, completaría la trinidad retablística del siglo XXI. El altar se bendice este mismo domingo en la localidad manchega de Torralba de Calatrava y cobijará a partir de ahora la imagen del Cristo del Consuelo que, casualmente, es obra de otro creador sevillano: el prolífico imaginero Antonio Castillo Lastrucci. El diseño del conjunto ha corrido a cargo de Javier Sánchez de los Reyes. A partir de ahí, la carpintería es obra de Enrique Gonzálvez; la talla artística lleva la firma de Francis Verdugo y la imaginería, la de Fernando Murciano. Finalmente, el conjunto ha sido dorado en oro fino por Enrique Castellanos Luque. Todos ellos pertenecen a la flamante Asociación Gremial de Arte-Sacro de Sevilla. La guinda del conjunto la ha puesto el sagrario de plata labrado por un taller local, el de Orovio de la Torre. El retablo mide nueve metros y medio de altura por seis de anchura.

Una mirada al mejor pasado

El conjunto sigue las trazas y técnicas propias de otros conjuntos similares labrados entre los siglos XVII y XVIII. Los métodos de trabajo, además, han sido prácticamente idénticos más allá de las modernas herramientas de carpintería que amortiguan parte del esfuerzo humano. Enrique Castellanos, dorador del retablo, destaca ese esfuerzo colectivo definiéndolo como una tarea compartida en la que “cada uno asume su faceta para lograr un resultado conjunto”. Pero el prestigioso dorador del barrio de San Lorenzo destaca un dato fundamental que refuerza el carácter artístico y artesanal de la obra: “hemos seguido procedimientos idénticos a los que se seguían siglos atrás; hemos vuelto a realizar una obra con las mismas características que las existían en el Siglo de Oro”.

Programa iconográfico

Parte de este flamante retablo ya estuvo expuesto en la exposición que organizó la asociación la pasada Cuaresma en el Ayuntamiento de Sevilla. En concreto, el Dios Padre y la cartela con la Cruz de Calatrava. Pero no ha sido hasta los últimos días cuando se ha podido contemplar el conjunto en todo su esplendor antes de que la imagen del Cristo del Consuelo –este mismo domingo- sea trasladado a su ermita para ser entronizado en su nuevo altar. En ese momento cobrará definitivo sentido este trabajo colectivo que obedece a un sencillo pero cuidado y didáctico programa iconográfico: Dios Padre aparece en el ático y el Hijo está representado por la propia imagen del Santísimo Cristo del Consuelo. El Espíritu Santo, finalmente, se hace presente en la puerta del Sagrario.

Castellanos, el dorador, destaca otros datos. Por su taller han pasado pasos de la importancia y la dimensión del Gran Poder, la Soledad de San Lorenzo, Santa Cruz o las Aguas, entre otros muchos. Pero nunca se había enfrentado a una obra de estas características. “Se habían hecho pequeños retablos y altares pero un retablo de estas dimensiones, con esta envergadura, suponía un reto para todos los que interveníamos y a todos los niveles: de dificultad de ejecución, de plazos marcados, de procedimientos... Llevar a término una obra de estas dimensiones se enfocaba como una labor de conjunto que no era otra que redondear el altar mayor de la ermita”, señala el artista sevillano apostando por la continuidad de este tipo de obras. “Un retablo de estas características es el mejor toque final para un templo; hoy en día encontramos versiones más minimalistas por cuestiones culturales o económicas pero estas inversiones que hacen cofradías, particulares o los propios templos suponen incrementar el patrimonio de la propia iglesia, de la comunidad que habita alrededor y del acervo cultural de la zona”.

Pero Enrique Castellanos aporta otro dato fundamental: “estamos creando una obra que va a trascender al tiempo, que debe durar siglos y convertirse en un patrimonio tanto para la riqueza material y espiritual del lugar”. Llegados a este punto hay que echar un alto en el camino. Atrás ha quedado un esfuerzo impresionante en el que había que cumplir unos plazos y, sobre todo, estar a la altura de las expectativas levantadas. “Las dimensiones eran considerables y el tiempo apremiaba pero ahora nos quedamos con la satisfacción de haber podido participar en una obra de este tipo”, concluye.