Facebook Twitter WhatsApp Linkedin Copiar la URL
Enlace copiado
Actualizado: 06 sep 2015 / 17:07 h.
  • El largo viaje de vuelta a los orígenes de Joaquín
    A la izquierda, Joaquín con el 7 en la semifinal de Copa juvenil de 1999. A la derecha, con el 7 el pasado martes / Paco Sánchez-Manuel Gómez
  • El largo viaje de vuelta a los orígenes de Joaquín
    Joaquín, con unos diez años, posa junto a su tío Joaquín ‘El Chino’ / Instagram de Joaquín
  • El largo viaje de vuelta a los orígenes de Joaquín
    Joaquín y su padre, Aurelio, celebran su renovación con el Betis en 2003.
  • El largo viaje de vuelta a los orígenes de Joaquín
    Ricardo, el hermano de Joaquín que también estuvo en el Betis, posa con su camiseta del debut en Primera en el bar El Chino / L.A.L.

En los soportales de la Ribera del Río, a un paso y medio del Guadalete, hay un pequeño bar que es un trozo importante de la historia reciente de El Puerto de Santa María. Allí, en el mismo local donde antes estuvo la farmacia de Amalia y el Rubio, fundó su hijo Joaquín Sánchez un bar y le puso como nombre el apodo con el que todos lo conocían: El Chino. De joven tuvo los ojos achinados, de ahí el sobrenombre. Joaquín, El Chino, era el tío de Joaquín, el jugador del Betis. Por él se llama así, por él seguramente es futbolista de élite, a él dedica sus goles y a él echa de menos desde que lo perdió sin que pudiese ver cumplido su sueño: ver debutar a su sobrino con el primer equipo del Betis. Falleció apenas unos meses antes.

El bar El Chino, que también hace las veces de sede de la Peña Madridista Portuense, existe desde 1967 y aún pertenece a la familia de Joaquín. La camiseta con que debutó en Primera, el 26 de agosto de 2001 en La Rosaleda, preside este establecimiento que ahora regentan sus hermanos Lucas y Ricardo. El primero jugó en el filial del Cádiz y el Racing Portuense. El segundo estuvo en la cantera del Betis y fue quien abrió la puerta del club a su hermano, el más chico de los ocho que tuvieron Aurelio Sánchez y Ana Rodríguez. Tras un año en la casa habló a los técnicos de la cantera de aquel chaval que, como él, había hecho maravillas en Los Frailes primero y el Safa San Luis más tarde. Y el Betis fichó a Joaquín.

A partir de ahí, su padre y su tío hicieron el resto. Joaquín, El Chino, le pagaba el bono del tren para que viajase a Sevilla a entrenarse con los cadetes de José María Calado y volviese a El Puerto, un día tras otro. «Eran 5.000 pesetas a la semana», recuerda Ricardo. Cuando jugaban en Los Frailes ya los primaba con 1.000 pesetas por cada gol.

El Chino, el bar, llegó a ser una institución por la que todos pasaban cuando aquella zona era un ir y venir continuo de pescadores, trabajadores de Astilleros, de Dragados... El Chino, el tío de Joaquín, no tenía hijos, así que se volcó con sus sobrinos futbolistas, que los sábados por la mañana le echaban una mano con el serrín. «Al final nos comíamos todos los donuts. Éramos su ruina», bromea su hermano. Era un dechado de generosidad, dicen quienes lo conocieron. «Los directivos del Portuense venían a pedirle dinero y él les daba 200.000 o 300.000 pesetas. Era bueno con todo el pueblo», cuenta Ricardo. «Fuiste, eres y serás para todos un ejemplo de cómo hay que amar y vivir», escribió Joaquín en Instagram junto a la foto que corona la siguiente página.

LAS BOTAS DE ENRIQUE MONTERO...

La ayuda de Joaquín Sánchez, el tío, a Joaquín Sánchez, el futbolista, no se limitó a pagarle los trenes de ida y vuelta que cogía a diario para acudir a Sevilla a entrenarse. También le daba dinero para las botas de fútbol. La curiosidad de este hecho aparentemente intrascendente es a dónde iba a que se las vendieran. Era una tienda de deportes propiedad de un mito del Sevilla FC, Enrique Montero, centrocampista y referencia del eterno rival del Betis el tránsito de los años 70 a los 80. Cuando se retiró, tras jugar en el Portuense, fundó esa tienda y allá que iba Joaquín con el dinero de su tío.

PADRE Y AGENTE

El padre, Aurelio, también fue crucial para la carrera de Joaquín. Incluso se convirtió en su agente y tuvo que lidiar con Manuel Ruiz de Lopera para que su benjamín tuviese el rango que merecía. Aunque ya casi no aparece en público junto a Joaquín, el pasado martes estuvo en el Villamarín para ver cómo 20.000 béticos aclamaban a su vástago. «Lo primero que me dijo es que la ciudad deportiva la han cambiado y está muy bonita», dice desde su retiro.

Joaquín nació con el 7. Era el dorsal de su ídolo, Figo, en el Barça. Con ese número se proclamó campeón de la Copa del Rey juvenil en 1999, junto a compañeros como Doblas, Arzu o Dani, todo un presagio de lo que ocurriría seis años después. Y también con ese número debutó con el primer equipo, aquel 3 de septiembre de 2000 ante el Compostela. A las pocas jornadas lo cambió por el 17 y así jugó también en el Valencia hasta su último año allí (2010-11), cuando Villa se marchó y pudo recuperarlo. En Málaga lo mantuvo y en Florencia volvió al 17. En el Betis cerrará el círculo y se retirará, se supone, con el 7.

La carrera de Joaquín quizá pudo ser más brillante, quién sabe. José Mourinho viajó a El Puerto para llevárselo al Chelsea, pero no hubo manera, y Juan Palacios lo apalabró para el Real Madrid si ganaba las elecciones de 2006, pero las perdió ante Ramón Calderón. Se marchó al Valencia y allí logró su segunda Copa. Después, el Málaga y la Fiorentina. Ahora, el Betis. El final del largo viaje de vuelta a sus orígenes.