La mañana del día después de la derrota ante el Villarreal, que puede complicar la recta final de la Liga para el Betis en función de lo que hagan el Sporting o el Granada, fue intensa en la ciudad deportiva. El entrenamiento estaba previsto para las 11.00, pero el cuerpo técnico y los futbolistas no aparecieron por el césped hasta una hora y media después. El motivo fue la reunión que celebraron en el interior del vestuario para decirse las cosas a la cara y buscar una solución para que esta mala temporada tenga al menos un final digno.
Las casi lágrimas de rabia e impotencia de Dani Ceballos al terminar el encuentro del martes componen una magnífica imagen para describir cómo se siente el común de los béticos. La situación exigía una reacción inmediata y el primer paso, también imprescindible, era ese cónclave entre los grandes responsables de que el Betis esté como esté: el entrenador y los jugadores. Las charlas continuaron ya sobre la hierba, por ejemplo entre Víctor y uno de los hombres con más peso específico del plantel, además de capitán: Joaquín. A esas alturas ya no estaban con el grupo otros hombres importantes, como el propio Ceballos, que por precaución afrontó un trabajo específico para la rodilla izquierda; Piccini, para tratarse de las molestias en la cadera; y Durmisi, que acabó el partido contra el Villarreal con una contusión.
Después de la sesión, la plantilla también recibió la visita y la charla del presidente, Ángel Haro.