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Actualizado: 04 oct 2015 / 08:53 h.
  • De visita por la industria

Más allá de la Giralda, el Parador de Carmona o el entorno sevillano de Doñana, la provincia posee una vasta actividad industrial de gran atractivo turístico. Tales son las propuestas de las empresas sevillanas, que la Diputación aprovechó este mercado emergente para editar una guía de empresas que a diario abre sus puertas a los curiosos que quieren conocer cómo es el proceso industrial y de paso, por qué no, adquirir los productos recién sacados del horno, como dirían los buenos panaderos.

Son más de un centenar las empresas que se han subido al carro del turismo industrial. Casos como el de Industrias Sombreras Españolas, también conocida como Isesa y que este año ha sido galardonada con el premio Turismo Industrial Provincia de Sevilla, que otorga la Diputación junto a la Confederación de Empresarios Sevillanos (CES). Conocida por sus sombreros para los judíos ortodoxos, Isesa se embarcó en el mundo del turismo industrial con la intención de «socializar» su producto, explica el gerente, Miguel García.

Lo ha hecho, pero a escala local. Las visitas que recibe su fábrica de Salteras se centran sobre todo en grupos escolares, de asociaciones o gente de los municipios cercanos. El turista extranjero todavía se resiente a conocer el proceso y cuando se acerca lo hace a pequeña escala, sostiene García. Quizá por eso, el gerente de Isesa cree que es interesante aglutinar esfuerzos. Muy cerca físicamente de una empresa centenaria como La Cartuja de Sevilla, García apuesta por realizar un recorrido conjunto o canalizar el turismo industrial a través de touroperadores que ofrezcan un paquete más completo.

Y es que en un territorio con un patrimonio cultural y gastronómico tan atractivo, la redacción de una guía no parece suficiente. Las propias empresas son las encargadas de diseñar sus productos turísticos y al tratarse de un mercado nuevo, los datos son escasos y poco representativos. No obstante, el presidente de la Comisión de Turismo de la CES, Pedro Sánchez-Cuerda, defiende el buen futuro de este sector que pese a ser un segmento poco trabajado hasta el momento, «su crecimiento ha sido paulatino».

Creatour, una de las pocas empresas sevillanas que gestionan el turismo industrial, coincide en que el sector está en crecimiento, pero sigue siendo demasiado nuevo. Sergio Bors, uno de sus tres socios fundadores, asegura que el número de visitantes que acude exclusivamente para conocer las empresas de la provincia sigue pesando poco. «En torno a 300 y 400 personas», según Bors.

Hay dos perfiles de turista industrial. Por un lado, está el profesiona: empresarios de otras zonas de España o extranjeros que vienen a conocer cómo se elaboran otros productos o a establecer lazos comerciales. Por otro lado, están los universitarios, sobre todo los estadounidenses, que se acercan a la industria sobre todo «por curiosidad», explica Bors.

Aunque son muchos los sectores interesantes, el agroalimentario es el que más tirón tiene en este tipo de turismo. Entre los productos más llamativos: el aceite y el vino. La relevancia de la agroindustria se debe a que el visitante «busca lo auténtico, el proceso artesanal y centenario, que en muchos lugares han desaparecido», sostiene Sánchez-Cuerda.

Ejemplo de ello es Inés Rosales. Con un producto que llega a más de 34 países de los cinco continentes, esta fábrica de tortas de aceite lleva más de 20 años recibiendo visitas porque «enseñar el proceso de elaboración convence y hace valorar aún más productos históricos como las tortas de aceite», sostiene la responsable de Relaciones Institucionales de Inés Rosales, Ana Moreno. Y aunque en sus inicios eran grupos reducidos, a día de hoy 9.000 personas pasan por sus instalaciones anualmente. Eso sí, la mayoría son grupos regionales, sobre todo de centros escolares.

Tras un repaso por la historia de la torta de aceite y un paseo por las distintas fases de su elaboración –cumpliendo las normas de seguridad alimentaria–, los visitantes reciben un paquete de tortas recién hecho, «para convertir su consumo en una experiencia».

En el mundo del aceite, Basilippo se puede considerar como un referente. Desde hace una década esta almazara familiar recibe visitas. De hecho, es una de las pocas empresas que cuenta con una figura específica para gestionar esta agenda. Al contrario que en el caso de Isesa y de Inés Rosales, en torno al 80 por ciento de sus visitantes proceden del extranjero, «que vienen atraídos por el aceite», explica su propietaria, Juana Roldán.

Desde Basilippo insisten en que el turismo industrial en la provincia sigue siendo un «embrión, aunque puede dar muchos frutos». Conseguirlo es solo cuestión de seguir promocionando todos los esfuerzos que hacen las empresas sevillanas de toda índole para dar a conocer sus productos; «además de trasladar al visitante que fuera de la ciudad hay recursos turísticos tan apasionantes como los monumentos y el casco histórico de la ciudad», recalca Roldán. Y es que venir a Sevilla y no conocer cómo se elabora el aceite es «como irse de la ciudad sin tomarse unas tapas en el centro».

Que el turismo industrial se ponga a la altura del cultural o el gastronómico es solo cuestión del apoyo institucional. «De reforzar el marco de apoyo y de que cada empresa defina su estrategia», recalca Sánchez-Cuerda, para que Sevilla potencie su industria como lo hacen Galicia y Cataluña.