Aníbal de Vega es el Director Técnico de la escuela de Rugby de la A. D. Ingenieros Industriales Las Rozas Madrid, un club que se fundó el año 1971. Trabaja entre gritos de niños que van de los cuatro años en adelante, con bombas hormonales corriendo a su alrededor (eso que llamamos adolescentes), de jóvenes que sueñan con ser los mejores jugadores de rugby del mundo. Anibal de Vega vive entre niños, niñas y adolescentes, que son la base del futuro y, por tanto, la base del deporte. Buscan el rugby y él intenta señalar caminos diversos para llegar hasta él.
Tomamos un café junto al campo de entrenamiento. Aníbal habla con claridad, con determinación, sabiendo lo que quiere decir.
«Hay muchas categorías y muchos problemas distintos en el rugby. Las categorías Sub 6 y Sub 8 son en las que se trabaja el descubrimiento del rugby; y el problema con el que nos encontramos los técnicos es con el de la educación y alfabetización física dada las pocas destrezas funcionales que tienen los niños a causa de una vida social que restringe mucho los movimientos y que se ha agravado con la Covid-19. Se mueven poco y no han practicado demasiados deportes antes de pasar por el rugby. Además de los elementos técnicos básicos, hacer entender a las familias que este deporte tiene un enorme carácter social y que se hace familia en el club, es muy complicado. Transmitir valores y que los deportistas y sus familias estén bien alrededor del rugby es esencial a estas edades. Aprender a moverse, a gatear y coger objetos en movimiento, es decir, una educación física básica es la plataforma en la que nos movemos a estas edades. Sub 10, Sub 12 y Sub 14 son categorías en las que se busca el aprendizaje de las distintas facetas del juego además de la fidelización las familias. Es la etapa en la que más fácil resulta entrenar. Los niños son esponjas y se adaptan muy bien a todo o que se les dice. Los chicos y chicas están encantados de jugar y los padres muy agradecidos. La parte más cognitiva del rugby es la que se trabaja en esta etapa (comprender el espacio, toma de decisiones, la importancia de asociarse al jugar...). Lo difícil es integrar a los jugadores nuevos puesto que el resto ya están trabajando aspectos colectivos y les sacan mucha diferencia en los aspectos individuales. En esta etapa, el desarrollo deportivo y el social van unidos. Ya en Sub 16 se aprende a competir. Los jugadores son más independientes en sus casas, ya eligen otros deportes o no practican ninguno, los estudios se hacen más exigentes y es una etapa en la que se pierden bastantes talentos. Es una pena que algunos estén en la calle sin hacer nada pudiendo estar en el campo de juego. Que cambien el rugby por los estudios es normal, pero hacerlo a cambio de nada es una pena. Y de Sub 18 a Sub 23 es la etapa final dedicada al alto rendimiento. Aquí los problemas que nos encontramos en Sub 16 se multiplican exponencialmente».