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Actualizado: 10 oct 2016 / 07:32 h.
  • Imagen de la antigua piscina del Centro Deportivo de Miraflores. / B. Ruiz
    Imagen de la antigua piscina del Centro Deportivo de Miraflores. / B. Ruiz

En pleno vergel de Sevilla y contiguo a uno de los centros de mayor actividad paranormal de la ciudad, el Centro Deportivo de Miraflores se yergue con la oscuridad de aquellas zonas desérticas de la provincia. El área, propiedad de la Diputación, requiere de una reforma integral que los clubes que en sus antiguas instalaciones conviven exigen desde hace lustros. En abril de 2010, el órgano de gobierno provincial ratificó la cesión del mantenimiento al Ayuntamiento, que revocó su control después de la disolución de la Junta Rectora sin consentimiento ni aprobación en acta de los clubes que constituían el staff, Pino Montano CF, Einstein Pino Montano, CD Miraflores y CD Escritor Alfonso Grosso.

El Centro Deportivo de Miraflores, a apenas unos metros del moderno Complejo Deportivo de Pino Montano, también regulado por la Diputación, alberga un campo de fútbol 11 de albero, un campo de fútbol 7 de idéntico terreno, una pista de fútbol sala en deficitarias condiciones, una piscina totalmente abandonada y un gimnasio que, sin pertenecer nunca a la propiedad, en su día fue un centro de reunión entre los vecinos de la corona norte del barrio de Pino Montano. Un pozo del que en su día brotaba el agua para rellenar la piscina es testigo mudo del deterioro de una instalación con vestuarios portátiles que algunos llaman caracolas y un terreno de juego de albero polvoriento sobre el que, según la última Junta de Gobierno de la propia Diputación, se asentará un césped artificial de última generación, la eterna promesa que todos los grupos políticos han pregonado en campaña electoral a quienes, con el carnet de padres en la mochila, soñaban con un futuro deportivo digno para sus retoños.

La ubicación de tres nuevos vestuarios en la zona anexa al terreno de fútbol 7, uno para el conjunto local, otro para el visitante y un tercero para el colegiado, es el último elemento decorativo que, de blanco impoluto, distorsiona con el paisaje desértico de un paraje que vive en permanente estado de esperanza ante un futuro prometedor.