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Actualizado: 23 jun 2022 / 05:10 h.
  • Los españoles redescubren la OTAN

La pertenencia de España a la OTAN fue motivo en los años 80 de un gran debate político y social que tuvo su punto culminante en el referéndum de 1986, pero la progresiva integración en la Alianza Atlántica fue «normalizando» la adhesión hasta que la invasión rusa de Ucrania ha hecho que los españoles redescubran este organismo multilateral.

Mucho ha cambiado la sociedad española en los últimos 40 años, y un repaso a las encuestas de la época revela que si solo un 27 % de la población era abiertamente atlantista en fechas previas a la consulta -que finalmente arrojó casi el 57 % de síes- los sondeos más recientes elevan ahora el apoyo a la OTAN hasta el 80 %.

El Gobierno socialista de Felipe González sufrió especialmente aquella opinión pública adversa a la OTAN por el temor fundado a que la consulta promovida para garantizar la permanencia acabara con un no.

La movilización en la calle contra la OTAN y las bases militares estadounidenses formaba parte del ritual reivindicativo de la izquierda, y las marchas de protesta a las bases de Torrejón (Madrid), Rota (Cádiz) o Morón (Sevilla) se celebraban todos los años como símbolo de la oposición a la presencia militar de los EE. UU.

CUANDO EL PSOE SALÍA A LA CALLE CONTRA LA ALIANZA

«OTAN, de entrada no», fue un famoso lema que el PSOE usó en la campaña que le llevó hasta la mayoría absoluta del 28 de octubre de 1982, pero solo cuatro años después tuvo que cambiarlo por un «Vota sí, en interés de España» con el que los mismos socialistas abogaban por quedarse dentro, aunque sin entrar en la estructura militar.

González reconoció años después que aquella convocatoria fue un «error serio» porque, argumentó, «a los ciudadanos no se les debe consultar si quieren o no estar en un pacto militar», sino incluirlo en el programa y decidirlo en las elecciones.

Fue una operación política arriesgada. Según reflexiona ahora el expresidente en un reciente artículo para el Instituto Elcano, «la OTAN permitió que España entrara en la geoestrategia global» y contribuyó a aumentar «el aprecio y el respeto de la sociedad española por sus Fuerzas Armadas».

Antes de llegar al trascendental referéndum el PSOE había animado, junto al PCE y demás formaciones de izquierda, todas las protestas contra la Alianza Atlántica. El eslogan «OTAN no, bases fuera», que cuajó como símbolo contestatario, luego quedó como prueba flagrante del giro de los socialistas.

La incorporación a la OTAN había sido gestionada por Leopoldo Calvo Sotelo, con una mayoría parlamentaria de 186 votos a favor frente a 146 en contra, que, en octubre de 1981, meses después de la intentona golpista del 23F, autorizó la incorporación de España a la Alianza, materializada a partir de 1982.

Muchos sectores seguían percibiendo el Ejército como heredero del franquismo y el antiamericanismo forjado en la guerra de Vietnam y los procesos revolucionarios de Hispanoamérica gozaba de plena vigencia.

«Las Fuerzas Armadas vivían un momento de contestación social, tratando de recuperarse del trauma moral que constituyó el intento de golpe de Estado del 23F», señala al Instituto Elcano el director del Centro Superior de Estudios de la Defensa Nacional (CESEDEN), Francisco Bisbal Pons.

Ese mismo año de 1981 una encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) apuntaba que un abrumador 82,5 por ciento de los jóvenes madrileños rechazaba de plano entrar en la OTAN.

EL PSOE CAMBIA DE POSICIÓN

Con la histórica victoria del PSOE de 1982, el Gobierno optó por «congelar» la incorporación hasta que dos años más tarde González anunció un referéndum para 1986.

El debate fue creciendo y la polarización social aumentó, entre reproches al PSOE desde la izquierda por su cambio de posición.

González tuvo que poner toda la carne en el asador para superar el referéndum y efectivamente lo logró: el 56,8 % votó a favor y el 43,1 % se pronunció en contra de seguir en la OTAN. Sin embargo, en Euskadi, Navarra, Cataluña y Canarias ganó el no.

Aquella consulta marcó un punto y aparte en la relación entre los españoles con la OTAN y, por extensión, con los EE. UU.

«Gracias al ingreso en la OTAN y el referéndum de 1986 pudimos firmar el acuerdo de 1988, que supuso una normalización de nuestra relación con Estados Unidos», abunda Felipe González.

Antes del referéndum, en octubre de 1985, una encuesta del CIS revelaba que el 30 % de los consultados se inclinaba por la permanencia frente a un 25 % que la rechazaba; eso sí, todavía el 34 % contestaba con un «no sabe».

Solo dos meses más tarde el CIS detectaba que los partidarios bajaban al 26 %, en tanto que los detractores subían al 32 %, con un 30 % de indecisos.

En vísperas de la consulta, las cifras todavía estaban en un 27 % de síes, un 35 % de noes y el 26 % de indecisos, lo que prueba que el Gobierno logró dar un vuelco a la opinión pública en el último momento.

EL SÍ DEL REFERÉNDUM DISIPA EL DEBATE SOBRE LA OTAN

Superada la prueba, la tensión bajó respecto a la cuestión de la OTAN, aunque siguió siendo bandera para la izquierda, principalmente desde el PCE y posteriormente con Izquierda Unida.

En julio de 1988 el CIS consignó que más de la mitad de los españoles veía beneficioso que España siguiera en la OTAN en ámbitos como las relaciones europeas, la compra de tecnología o la modernización del Ejército; pero también eran mayoría quienes creían que seguir hacía más probable un ataque nuclear a España.

Los años 90 resultan muy significativos porque son los de las primeras operaciones militares españolas en el marco de la Alianza. Esa creciente implicación tiene su momento emblemático en el nombramiento del español Javier Solana como secretario general de la OTAN, en diciembre de 1995.

Dos años antes el 40,8 % pensaba que España «hizo bien» en ingresar en la OTAN, frente a un 31,9 % que no lo veía así, siempre según el CIS.

Coincidiendo con el nombramiento de Solana, el porcentaje de quienes estaban a favor de que España fuera miembro de OTAN subía al 45,1, y el de los opuestos se quedaba en el 28,3; el 54 % veía «una cosa buena» para el país le designación de un político español al frente de la Alianza.

ESPAÑA ENTRA EN LA ESTRUCTURA MILITAR

El siguiente hito fue la plena incorporación de España a la estructura militar integrada de la OTAN en 1999, ya con José María Aznar como presidente del Gobierno, que no afectó al respaldo popular a la Alianza, positiva para más del 46 %.

En la siguiente década, la de la activación de centros de mando, como el cuartel de Bétera (Valencia) y el envío de tropas a misiones internacionales, incluida la de Afganistán, se mantuvo la tendencia. .

Una serie de encuestas del CIS sobre defensa nacional fechadas entre 2005 y 2017 muestra porcentajes de apoyo cercanos al 50 % (oscilan de un 50,4 en 2005 al 48,7 por ciento en 2017).

La desaprobación se movía en una horquilla que comprendía del 14 % computado en 2005 al 18 % de 2013; en 2017, los detractores sumaban un 15,4 %.

Desde entonces el Centro de Investigaciones Sociológicas no ha vuelto a preguntar específicamente por la OTAN, pero la Alianza ha recuperado protagonismo con la invasión de Ucrania por Rusia, un hecho con el que según Felipe González Vladimir Putin ha demostrado la «utilidad» de la Alianza.

EL APOYO ACTUAL A LA OTAN, MUY SUPERIOR AL DEL REFERÉNDUM

Sí lo hizo el Instituto Elcano en un barómetro difundido poco antes del ataque ruso, en el cual se manifiestaba que más del 80 % de los españoles quiere que España permanezca en la OTAN, porcentaje significativamente superior al casi 57 % del referéndum.

El mismo estudio señala que el respaldo es mayor en la derecha y en el centro que en la izquierda, y menor entre las mujeres, e indica que tres cuartas partes de los entrevistados dicen que la OTAN ha aportado seguridad a España.

No obstante, el informe apunta otro elemento que pone alguna pega a este apoyo a la Alianza, porque la aceptación de la permanencia se condiciona a que no suponga un aumento en los gastos en defensa.

Esto choca precisamente con los planes de Ejecutivo y se refleja en el barómetro del CIS de abril, según el cual casi la mitad de los españoles (el 47,3 %) aprueba gastar más en defensa ante «futuras amenazas» frente a otro 46,6 % que prefiere no subir el gasto o incluso disminuirlo.

Además, en su barómetro de mayo, el 79,1 % de los españoles se muestra de acuerdo con que la OTAN proporcione a Ucrania armas para que pueda defenderse, cifra que bajó al 70 % en junio.

Así que hoy día, 40 años después de la entrada de España en la OTAN, la permanencia en este organismo es poco discutida por los españoles y ya no suscita la movilización social de antaño; en el ámbito político, Unidas Podemos capitaliza el rechazo a la Alianza.

El exministro de Defensa, Eduardo Serra, explica en otro artículo que «aquella confrontación en el seno de la sociedad española respecto de la OTAN se ha convertido en un elemento de concordia» y hace hincapié en que cuatro quintas partes de la población española «manifiestan su conformidad a la pertenencia a la Alianza Atlántica, algo impensable hace cuatro décadas».

Eso sí, Felipe González, al rubricar ese «amplísimo apoyo» actual a la pertenencia a la Alianza también hace una advertencia: «Son lo más jóvenes, los menores de 45 años, los que parecen mostrar un menor interés».