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Actualizado: 05 dic 2020 / 04:00 h.
  • Fotograma de 20,000 leguas de viaje submarino, de Richard Fleischer
    Fotograma de 20,000 leguas de viaje submarino, de Richard Fleischer

El capitán Nemo invita a comer a sus nuevos huéspedes: el arponero canadiense Ned Land , el biólogo Pierre Aronnax y a su ayudante Conseil. La mesa rebosa manjares, y el arponero se lanza sobre lo que, a primera vista, le parece helado. Pero el sabor nada tiene que ver con el que esperaba. “Es esperma de ballena”, le explica el capitán Nemo. “Todos los alimentos que tomo proceden del mar. No hay nada aquí que venga de la tierra. El océano me procura cuanto necesito”. Ned Land se limpia cuidadosamente la boca con la servilleta y da su cena por terminada.

La historia le ha arrancado, en numerosas ocasiones, la vitola de “ciencia ficción” a las novelas de Julio Verne. En ellas, se describe un submarino eléctrico dieciocho años antes de que Isaac Peral lo inventase y se habla de Cape Town, a cien kilómetros de Cabo Cañaveral, como del lugar óptimo para propulsar un cohete con destino a la luna. Y, según el reciente estudio de la revista Nature, la gastronomía del capitán Nemo no sólo no sería el delirio de un tritón humano. Sería la única vía para abastecer al mundo en 2050.

Para mediados del siglo XXI, seremos, en este planeta, 11.4 billones de personas. Más de once mil millones de hombres y mujeres que, para no desfallecer de hambre, reclamarán al año su cuota mínima de carne: en total, 500 megatoneladas. O, lo que es lo mismo, el resultado de añadirle a 500 kilos de carne nueve ceros exactos, uno detrás del otro.

Con la tierra ya herida por los miles de millones de pezuñas de las ganaderías, los científicos buscan la solución bajo el mar. Los rebaños del hombre no pueden seguir creciendo; están muy cerca del límite ecológico sostenible y seguramente hayan rebasado ya el deseable. Entre tanto, las tres cuartas partes del planeta se presentan, literalmente, como un mar abierto de posibilidades.

El estudio que la revista Nature ha publicado cuenta que el 17% de la carne producida en el mundo procede del mar. Para aumentar este porcentaje, hay dos factores claves: maricultura y oferta y demanda. Los caladeros y pesquerías están desapareciendo debido a la presión humana, con lo que este es un recurso del que no puede abusarse. En cambio, la maricultura (la técnica de criar plantas y animales marinos para su consumo) está infrautilizada. Para sacarle un mayor partido, basta con introducir mejoras tecnológicas y corregir y unificar su marco político que va, según el país del que se trate, desde lo excesivamente restrictivo hasta lo innecesariamente confuso. Como consecuencia de esto, la oferta de carne “submarina” despegaría.

A partir de aquí, el estudio presenta tres modelos: el continuista, el realista y el ambicioso. En el primero, la oferta cambia pero la demanda crece conforme a los patrones actuales. En la segunda, la alteración en la oferta influye en la demanda de forma moderada. En el tercer modelo, la demanda se dispara y los precios descienden vertiginosamente. Estaríamos ante el mejor, pero el más improbable, de los casos planteados: de las 500 megatoneladas de carne que serán necesarias en 2050, 177 vendrían del mar. En el también difícil caso de que la demanda no se diese por enterada del aumento de la demanda, el porcentaje de carne procedente del océano pasaría del 17% actual a un 22%: 3 megatoneladas más de lo esperado.

El cambio climático pondrá a prueba todos y cada uno de nuestros modos de vida. Lo está haciendo ya. Y la alimentación será una de las tantas costumbres que debamos variar para continuar en nuestro planeta, o para que nuestro planeta continúe a pesar de nosotros. Y el mar parece ser la respuesta. La tierra tiene más de cuatro millones y medio de años, y acabamos de descubrir que somos el Planeta Azul por algo