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Actualizado: 30 ago 2016 / 11:47 h.
  • Las estatuas de Buda salpican el paisaje de este jardín de 35 hectáreas ubicado al norte de Lisboa. / El Correo
    Las estatuas de Buda salpican el paisaje de este jardín de 35 hectáreas ubicado al norte de Lisboa. / El Correo

Quien se acerca a la villa lusa de Bombarral, a unos 75 kilómetros al norte de Lisboa, encuentra una vista que probablemente no espera: en una carretera rural rodeada de campos agrícolas se erige el mayor jardín oriental de Europa, un oasis de paz en medio de la nada.

El Bacalhôa Buddha Eden, como fue bautizado el parque, se abre al mundo con una frondosa vegetación y millares de estatuas de Buda y otras piezas de arte, a pesar de que no es muy conocido por los turistas porque sus responsables prefieren no perder la tranquilidad y armonía que marcan su personalidad. El parque recibe entre 300.000 y 500.000 visitantes al año, en torno al 20 por ciento extranjeros.

El jardín, impulsado por el empresario y coleccionista portugués José Berardo, tiene su origen en 2001, cuando los talibanes destruyeron los Budas Gigantes de Bamyan (Afganistán), dos enormes estatuas talladas a los lados de un acantilado y consideradas Patrimonio de la Unesco.

«José Berardo encaró esa destrucción como uno de los mayores atentados a la cultura y al arte mundiales. Por esa razón decidió comenzar a construir el jardín, para conservar la memoria de estas obras de arte para las generaciones futuras», explicó a Efe un portavoz.

Con esta idea de justicia en mente, Berardo, principal accionista de la empresa productora de vinos Bacalhôa, decidió instalar el jardín en la Quinta dos Loridos, en Bombarral, propiedad ya de la compañía. El jardín empezó a florecer a lo largo de 35 hectáreas, en las que se plantaron especies asiáticas como cañas de bambú orientales y arces japoneses, y se construyeron varios estanques que hoy alojan a centenas de carpas Koi, protegidas por dragones de piedra que sacan la cabeza desde las profundidades del lago. Pero el elemento estrella son las estatuas de Buda, para las que se estima que fueron usadas más de 6.000 toneladas de mármol y granito, y que fueron transportadas a Portugal a bordo de navíos.

En la escalera de entrada, los visitantes son recibidos por varias esculturas doradas que representan sólo un aperitivo del gran acervo que contiene el jardín, donde también se pueden ver los guerreros de Terracota. Estas piezas son una copia de los originales –descubiertos en los 70 enterrados en un mausoleo de China–, que fueron construidas en el país asiático y pintadas a mano.

El Buddha Eden cuenta además con un rincón dedicado a la escultura africana del pueblo Shona de Zimbabue, que tiene una tradición de más de mil años de esculpir la piedra con la premisa de liberar al espíritu que habita en las rocas.

El arte moderno y contemporáneo encuentra igualmente su espacio en el jardín, que acoge piezas de la Colección Berardo de artistas como el colombiano Fernando Botero, la portuguesa Joana Vasconcelos, el estadounidense Alexander Calder y los británicos Lynn Chadwick y Tony Cragg.

«Esta mezcla se deriva de la génesis y de los ideales que pretendemos trasmitir. No sólo la sensación de paz entre los pueblos y culturas, sino también la tolerancia y sana convivencia entre ellos».